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Aquella noche el beso no paró de repetirse en mi mente una y otra vez. Sus labios sobre los míos, su lengua jugando con la mía, su mano en mi cintura...Él me había besado, pero ¿Por qué? ¿Acaso no me odiaba? ¿Acaso yo no lo odiaba?

Había estado toda la noche dándole vueltas al asunto y a la única conclusión que había llegado era que su forma de actuar había sido un impulso. Recordé cuando una vez en la preparatoria un imbécil se había robado mi almuerzo y como impulso lo golpeé en la nariz; en realidad, creo que fue apropósito, pero eso no viene al caso. El punto era que seguramente ese beso había sido algo del momento, algo que no se iba a volver a repetir porque él era un idiota al que detestaba.

Suspiré.

Lo peor de todo era que me había gustado. El maldito beso me había gustado, se sintió bien y eso me descolocó por completo.

FLASHBACK

—¿No sabes cuando cerrar la boca, cierto? —Se acercó un poco más a mi rostro—. Eres una niña muy tonta y necia, Dakota. —Abrí mis ojos de par en par y levanté las cejas.

¡Como se atreve!

—¿Disculpa? ¿Tonta, yo?—dije ofendida— ¡Habló el imbécil que se cree Pablo Escobar! ¡Ahora me vas a escuchar pedazo de...! —No pude terminar la frase porque algo me lo impidió. Unos labios.

Más específicamente, los labios de Alex Tronser

El impacto de nuestras bocas no fue tranquilo o dulce, todo lo contrario, fue brusco y me sorprendió que ninguno se lastimara.
Contuve la respiración y me quedé inmóvil un segundos antes de casi inconscientemente comenzar a seguir el inesperado beso.
Impresionantemente, sus labios por los cuales filosas y frías palabras salían, eran cálidos y suaves.
Su lengua pidió permiso para entrar en mi boca y eso fue como una cachetada que me devolvió a la realidad y me separé de golpe.

¿Qué carajo? ¿Qué carajo? ¿Qué carajo?

Nuestro alientos se mezclaban, nuestros labios estaban a centímetros de distancia y nuestras miradas seguían unidas. Su rostro siguió igual de serio, sin embargo, noté lo sorprendido que estaba, incluso más que yo, y me di cuenta de una cierta confusión en sus ojos que no terminé de comprender. Parecía que lo había hecho sin querer, aunque no noté arrepentimiento en él;  simplemente me observó por unos cortos segundos esperando a que lo abofeteara o hiciera algo por el estilo. Porque debí hacer algo.

Pero no lo hice, por alguna razón no hice nada.

Así que, sin esperar mucho más, posó una de sus manos en la parte trasera de mi cuello y se volvió a acercar lentamente a mí, en ningún momento dejamos de mirarnos hasta que sentí nuestros labios rozándose; mi pecho subía y bajaba velozmente y mi corazón latía a mil. Ninguno habló y al ver que no me apartaba, terminó de acortar la distancia y me volvió a besar.

Me voy a arrepentir de esto. Mierda. pensé, sin embargo, estaba demasiada ocupada como para escucharme.

El beso fue salvaje y apasionado, su lengua se metió de una manera ruda a mi boca y la mano que estaba antes en mi cuello la bajó hasta mi cintura y me apretó aún más contra él, nuestros cuerpos chocaron al igual que nuestras partes bajas y mis manos tiraron de su pelo profundizando todavía más el beso. Contuve un gemido.
Tiró de mi labio inferior sensualmente y nos separamos por falta el aire.

Nuestros pechos chocaban entre sí con cada respiración y nosotros sólo nos mirábamos sin decir nada, la verdad no sabía qué decir. Sus ojos volvieron a ser igual de inexpresivos que antes y estaba segura que los míos dejaban a luz cuan asombrada estaba.

Solo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora