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Lunes otra vez.

Tras gruñir varias veces con malestar me obligué a levantarme de la cama y me encaminé al baño para tomar una ducha rápida con el fin de no parecer un zombie y terminar de despertar. Ya con el uniforme puesto, bajé las escaleras en dirección a la cocina. La nueva casa era grande y moderna, de afuera tenía un estilo cuadrado y estaba pintada de gris claro, tenía dos pisos y un sótano; había muchas ventanas que permitían la entrada de la luz natural, por lo que en las mañanas no solíamos usar electricidad, la cocina estaba pasando las escaleras y en ella había una puerta corrediza de cristal que daba al patio.

Era linda, pero por el momento seguía siendo sólo una casa como muchas otras, no un hogar. Tragué duro al darme cuenta de que en realidad no estaba segura de qué significaba aquella palabra, hogar.

—Buenos días—murmuré abatida, no había dormido nada porque me había quedado viendo Supernatural toda la noche. Me senté en una de las sillas y apoyé mi cabeza en la mesa con un quejido.

Necesitaba dormir.

—Creo que alguien todavía no despertó—bromeó mi madre ganándose una mirada asesina de mí parte—. Y por lo que veo, también dejó el buen humor dentro del sueño—agregó tomando un trago de su café y apartando la vista.

—Buenos días cielo, aquí están tus cereales—habló Cata dándome un beso en la frente y apoyando un bowl con una cuchara al lado de mi cabeza.

—Gracias—dije con una pequeña sonrisa mientras me enderezaba y comenzaba a comer. Siempre había suficiente energía para comer.

Cata no se parecía en nada a mi madre, tenía el cabello castaño claro, era baja y de ojos marrones. Tenía la cara redonda y unos finos labios rosados; era hermosa, en todo el sentido de la palabra. Era una mujer fuerte que luchó siempre por lo que quiso y si bien podía ser seria al conocer nuevas personas, en el fondo tenía uno de los corazones más nobles y tiernos que conocía. No podía pensar en una persona mejor para mi madre que, a pesar de lo diferentes que eran la una de la otra, la amaba.

Yo también la amaba. A ambas.

Aunque a veces el precido que tenía con mi padre me revolvía el estomago.

—¿Puedo no ir al colegio hoy?—pregunté llevando una cucharada de cereales a mi boca bruscamente para enfatizar mi mal humor. No había nada que deseara más en aquel momento que volver a mi linda camita y dormir hasta estar cansada de hacerlo.

—Claro—respondió mi madre encogiéndose de hombros y alcé la mirada hacia ella sorprendida. Por unos segundos el cansancio pareció desaparecer de mí.

—¿De verdad?—cuestioné incrédula de que realmente hubiera funcionado.

—Por supuesto que no. —Frunció el ceño y la volví a mirar mal. Era demasiado bueno para ser real—. Tienes que ser responsable, si no has dormido bien es tu problema, pero tienes obligaciones que cumplir. —Rodé los ojos, ya conocía el discurso a la perfección y no me encontraba de humor para rememorarlo. De mala gana seguí comiendo los cereales.

Mi madre miró la hora en su reloj y abrió bien grandes los ojos mientras comenzaba a levantarse de su sitio.

—Debo irme—habló para las dos—. D, no olvides que mañana viajamos. —Asentí recordando que estaría sola por unos días

Se acercó a su novia y le dio un rápido beso en los labios a modo de despedida para luego darme uno a mí en la cabeza. Agarró su teléfono y se dirigió a la puerta de entrada embutida en una traje blanco formal.

Sonreí de lado.

Desde que mi madre biológica, Zara, me introdució a Catalina como su novia nos trasformamos en la familia que siempre había querido tener; y pensar que a pesar de todo lo que había pasado seguían juntas, seguíamos juntas, me ponía muy contenta. Mi madre se merecía ser feliz después de todo y Cata era digna de su felicidad.

Solo Por TiWhere stories live. Discover now