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Era jueves y como todas las mañanas caminé hasta la escuela escuchando música a todo lo que daba. En esos tres días había estado hablando mucho con Sofía y cada tanto con Travis, se podía decir que eran mis únicos amigos.

Entré a la institución y sin perder tiempo me dirigí a mi casillero con la música retumbando en mis oídos y moviendo la cabeza al par del ritmo; agarré todo lo necesario para ingles y caminé hacia mi respectiva clase teniendo que hacer espacio entre tres idiotas que caminaban tapando todo el pasillo como si fuera suyo. Rodé los ojos y murmuré un "permiso" mientras pasaba entre medio del peli-negro y del rubio que sin mirar a nadie en especifico andaban a paso lento con la cabeza en alto. Por un segundo hice contacto visual con el que estaba en la punta derecha y no me sorprendí al reconocerlo, era el morocho imbécil de mi primer día. Estaba casi igual que la primera vez que lo había visto, los tatuajes del comienzo de su brazo se podían ver debido a las mangas arremangadas de su camisa, pude entre ver una especie de estrella con una daga, no tenía corbata puesta y el arito metálico de su ceja destellaba debajo de las luces del pasillo. Dijo algo una vez que terminé de pasar, pero no lo escuché debido a la música. Tampoco me interesaba saber qué había dicho así que lo ignoré.

Seguí mi camino y no pude evitar notar que era la única, ademas del trio, caminando por el pasillo; los demás estaban apoyados contra sus casilleros sin interrumpirles el paso mientras me miraban con una combinación entre pena y asombro.

Mierda, ¿tendré un moco en la cara?

Me toqué la nariz disimuladamente y en eso un auricular fue quitado, arrancado, de mi oreja y Sofía apareció enfrente mío con la misma expresión que los demás. En los días anteriores había descubierto que la rubia era la clase de persona que siempre estaba activa y que siempre tenía cosas para contar.

Aquello era algo que me gustaba de ella, jamás me aburría estando alrededor suyo.

—Dak... —No la dejé terminar de hablar.

—¡Rápido, dime si tengo un moco en la cara!—levanté un poco la cabeza para que pudiera tener una mejor vista de mi rostro completo.

Frunció el ceño y sus ojos celestes se clavaron en los míos con incredulidad.

—¿Qué? No. —Suspiré aliviada.

—Genial. Por un segundo pensé que tenía algo, ya sabes, ¡como de la nada toda la bendita escuela comenzó a mirarme...!—alcé la voz para que los presentes en el pasillo me escucharan y dejaran de observarme. Funcionó a medias—, creí que tenía un moco o algo así. —finalicé mi explicación mientras miraba mal a los que aún tenían la vista en mí.

Sofía me observó de arriba abajo con preocupación.

—¿No tienes ni idea, cierto? —Su pregunta me descoloco y le devolví la mirada confundida.

¿A qué se refería?

—No tienes ni idea—afirmó con una mueca mientras negaba levemente con la cabeza, incrédula de lo que fuera que yo había hecho.

—¿De qué hablas?—pregunté observándola y tratando de dar sentido a su comentario.

De pronto, abrió los ojos asustada y miró a todas partes como si temiera que alguien la tacleara sin ningún aviso previo o algo por el estilo.

—Mierda, mierda, mierda...—comenzó a murmurar mientras caminaba de un lado a otro—, tienes que cambiarte de escuela. No, no, no—balbuceó negando con la cabeza—. No funcionaría a menos que...¡ya sé!, debes irte del país inmediatamente.

¿Qué? ¿Irme del colegio? ¿Irme del país? Como si pudiera, pensé.

»¿Te gusta Italia? La pizza de allí es increíble... ¿o tal vez Colombia? Escuché que es uno de los países donde los hombres están más dotados, si es que me entiendes...No digo que estés obligada a follar con ninguno, pero ya sabes, un poco de sexo para destensarse no viene mal...—Siguió balbuceando frases sobre otros países que no entendí;estaba hablando demasiado rápido—. ¡Eso es!—exclamó de pronto—. Decidido, mañana mismo te vas a Nauru. Llama a tu madre y que comience a hacer las valijas, mi tío trabaja en el aeropuerto estoy segura que te puede hacer un descuento si se lo pido...

Solo Por TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora