Capítulo 1: Primer día

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Eitan Harper

¿Saben qué es lo interesante del primer día de clases? Que la mayoría de las personas se esfuerzan por comenzar el semestre de la mejor manera posible.

Pero este no es mi caso.

Me importa poco si llego tarde el primer día. Es decir, es el primer día, no es como si fuera algo de que preocuparse. En cualquier caso, siempre es posible inventar una excusa que los profesores se logren creer, —o en mi caso— que cualquier chica tonta se ponga en contra de ellos para que pueda entrar al aula.

Digamos que siento que la vida ha estado de mi lado estos últimos años, los semestres pasados lo he pasado bien, mis calificaciones mejoraron, voy a fiestas y clubes de vez en cuando y otras veces me puedo divertir en una aventura con una chica, es una rutina que me convence.

Entonces ¿para qué preocuparse? Después de todo, tener las cosas bajo control no es problema mío.

-

Estoy en mi último año de medicina forense. Para ser sincero, estudiar esto no fue algo que haya decidido por mi cuenta, simplemente giré una ruleta en Internet con opciones de carreras que hay en esta universidad y terminé aquí. Pero no me quejo, he logrado aplicarme durante todos estos años y supongo que estar aquí ha resultado interesante.

Dejando a un lado mis estudios profesionales, al ver mis bajos puntajes en física mecánica —la cual, en mi opinión, es una clase totalmente innecesaria—, me vi en la obligación de entrar a un curso de física en el edificio general de la universidad. Y aunque tenía una sesión hace ya una hora, es hasta la segunda cuando decido venir hasta el campus a tomar la clase.

—No te vi por la mañana —Nathan se acerca a mí y me saluda. Él es un amigo que hice aquí hace ya varios semestres.

—Se me hizo tarde.

Él ríe —¿Se te hizo tarde o preferiste hacer todo a tu modo?

Le doy un golpe en el hombro —Como sea, tengo tiempo antes de que comience mi segunda hora de clase.

—¿En serio? Porque según yo, tu clase ya ha comenzado —dice señalando el aula.

Volteo hacia donde él indica y mis ojos se abren de par en par al ver que quien está impartiendo la clase este semestre, es la profesora Irma. Una mujer de la tercera edad que siempre inicia sus clases diez minutos antes de lo estimado.

Él pone su mano en mi hombro como consolación —Buena suerte —dice para después irse del pasillo.

Me dirijo al aula de mala gana y abro la puerta con cuidado, la profesora está tan concentrada en escribir algo sobre el pizarrón, que aprovecho para pasar con tranquilidad. Sin embargo, cuando creo haberlo logrado, ella se gira y alza su chillona voz —¡Eitan Harper! —por alguna razón, siempre he creído que tiene la obsesión de llamarme hasta por mi apellido para que su voz suene más autoritaria.

—¿Y ahora qué? —me giro hacia ella con despecho. Un rostro totalmente indignado recibo de su parte.

—Llegas tarde, entras como si estuvieras en tu casa y todavía haces gestos y me respondes groseramente, deberías tener vergüenza —grita molesta.

Suspiro con frustración y pongo mi mano en el puente de mi nariz ¿es que ella nunca entiende? —La que debería tener vergüenza es usted. Día tras día habla en un aula frente a un pizarrón sin que nadie la escuche.

Burlas discretas y murmullos se esparcen por toda la clase. Ella los mira a todos y les exige que se callen, después vuelve a mí —No voy a lidiar con estudiantes inmaduros como tú, ¿por qué no vas a discutir con el director? Seguramente él tiene una buena charla para ti llamada: «o te das de baja tú, o te expulso yo».

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