Capítulo 3: El club 1/2

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Abigaíl Miller

Los fines de semana, aprovecho al máximo para jugar y divertirme junto a Chloe, aunque hay veces que los profesores me llenan de evidencias y no me da tanto tiempo para divertirme junto a ella tanto como yo desearía. En esta ocasión, las ultimas tres horas nos la hemos pasado viendo una película acompañada de golosinas y jugando con su castillo de juguete.

De repente, mi madre entra a mi habitación con el teléfono de la casa en su mano —Es para ti, Abby —dice extendiéndomelo. Me levanto del suelo y frunzo el ceño, no entiendo quién podría llamarme por el teléfono de la casa.

¿Sí?

¿Hablo con Abigaíl Miller? —la voz de una chica se oye desde el otro lado de la línea.

Sí, soy yo.

Perfecto, quería informarle que su solicitud de admisión al club de literatura ha sido aceptada, y por lo tanto usted está dentro.

Una sonrisa se forma en mis labios —Oh, ¡eso es genial!

Esperamos verla por aquí pronto, gracias.

Cuelgo el teléfono y chillo como una niña pequeña. Hace varios días, Drake y yo decidimos entrar a un club de literatura que se encuentra en el campus, dijo que no le parece algo muy interesante pero intentará darle una oportunidad por mí. Eso me alegra totalmente, no tendré que estar sola todo el tiempo.

Tomo mi celular para contarle la noticia a Drake, pero en ese momento, una llamada entrante proveniente de Darla resuena en mi móvil.

¿Diga?

¡Abby! Tienes que arreglarte, iremos a un club.

—¿A un qué?

Eitan me invitó a un club y le dije que no iría a menos que tú vayas.

¿Por qué yo?

Porque me da vergüenza ir sola.

No estarás sola.

Pero al menos tú estarás allí por si pasa alguna cosa.

Mira Darla, quisiera ayudarte, de verdad. Pero he estado algo ocupada en estos últimos días —la verdad es que no he estado muy ocupada. Sin embargo, no soy muy fan de las salidas nocturnas, no son para nada de mi gusto.

¿Haciendo qué?

Ehmm... trabajos escolares.

No seas tonta, eso puede esperar.

Como sea, no iré —ese tipo de lugares me dan malas vibras y ni hablar del tipo de gente que hay allí, te arriesgas a muchos peligros.

—¿Y si te pago...?

Oh, eso es diferente.

¿Pagar? ¡ja! Si creen que me pueden sobornar con dinero, a cambio de estar unas horas sentada en un puf mientras veo mi celular... están en lo correcto.

Doy un largo suspiro —Bien, lo pensaré.

¡Sí! te mandaré la dirección.

-

Entrar a un club por primera vez es extraño. Hace varios años, cuando estaba en el instituto, intenté ingresar a uno junto a unas amigas, pero me denegaron la entrada por ser menor de edad aún, desde ese día no he vuelto a intentar entrar a ningún otro.

Todo el lugar apesta a alcohol y para variar, ni siquiera sé a dónde ir, hay demasiadas personas aquí y Darla no me ha mandado ningún jodido mensaje avisándome dónde estará. Y como estoy segura de que ella se la pasará en su mundo con Eitan, le ofrecí a Drake también venir, quizás esto es de su estilo y pueda hacerme compañía en el miserable puf. Él aceptó sin dudar, pero dijo que llegaría quizás unos minutos más tarde.

Camino buscando a Darla durante diez minutos, hasta que decido rendirme. Dispuesta a sentarme y buscarla tan sólo con la mirada, una multitud de personas corren de repente como salvajes a la pista, me imagino que la razón es que hay una buena canción o algo por el estilo.

Me intento alejar de la multitud sin ser tan brusca y cuando lo logro, choco con un cuerpo y me tropiezo de sentón —¡Hey! Ten más cuidado idio... —no termino de hablar puesto a que me percato que el chico con el que tropecé no es nada más y nadie menos que el estúpido de Eitan.

Él se echa a reír al verme tirada en el suelo y después me extiende la mano, yo hago una mueca y lo manoteo —Puedo sola —digo rechazando su ayuda.

—Pero miren a quien tenemos aquí —menciona en tono burlesco, lo ignoro dispuesta a alejarme de él, cuando continúa hablando —¿Buscas a Darla?

Me giro hacia él sin otra alternativa, seguramente él sabe dónde está —Sólo dime donde está y ya.

—Ese dato no es gratis —dice señalando su mejilla.

Me echo a reír incapaz de creer su petición —¿Qué? ¿quieres una cachetada? Seguro.

Él rueda sus ojos —Sabes lo que quiero.

Cuando entiendo a lo que se refiere, hago una mueca de disgusto y le paso de lado —Estás loco.

Él se interpone en mi camino obligándome a retroceder hasta que choco contra una pared, ahí él me encierra con sus brazos y me mira fijamente  —No encontrarás a Darla, no sin mi ayuda.

Ruedo mis ojos, su papel de niño egocéntrico está comenzando a estresarme —Si quieres un beso, entonces puedes irte, pedírselo a Darla y listo —sugiero casualmente.

—No quiero un beso de Darla...

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