Capítulo 10: Dos lados

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Abigaíl Miller

Debo confesar que yo no suelo ser grosera, puedo controlar mis palabras con facilidad, en especial porque tengo una hija y no deseo ser un mal ejemplo para ella. Sin embargo, hay veces que no puedo evitarlo y digo lo que pienso de una manera no muy agradable, en especial cuando me enojo. Supongo que es parte de la reacción de cualquier ser humano.

Pero hay veces que esas palabras ofensivas llegan a un límite, y no creí que algún día yo llegara a ese límite. De hecho, se sintió bien restregarle todas sus verdades a Eitan, pero después de lo que Allen reveló, no puedo evitar sentirme culpable.

Llego al cuarto piso del campus, el más desolado de todos, lo he notado desde que llegué. Aquí no suelen haber clases debido a que está en remodelación, pero eso no impide que los alumnos entren como si fuera su propia casa. No puedo evitar sentir escalofríos mientras camino, el pasillo es tenebroso gracias a la máxima soledad que contiene.

Sigo caminando por el pasillo hasta que encuentro el balcón del que Allen me habló, dos columnas verticales de color blanco lo acompañan en decoración y una reja lo suficientemente alta para no caer cuatro pisos abajo está frente a ésta.

Tal cual me dijo Allen, logro observar a Eitan recargado en la columna con una libreta y una pluma en su mano, me acerco a él y reconozco que ya ha notado mi presencia, sin embargo no toma la molestia de verme.

Cuando estamos frente a frente, él decide hablar —Ya te lo dijeron ¿cierto?

—Eitan... sabes que no hablaba en literal.

—No vengas a disculparte por obligación ¿de acuerdo? Aunque no lo creas, soy lo suficientemente maduro para reconocer que estabas furiosa ante mi comportamiento y que las palabras salieron de repente.

—Que sepas eso me tranquiliza un poco —admito.

—Ya te puedes ir, enserio.

Me acerco a su lado y me pongo de puntillas para ver lo que sea que esté escribiendo —¿Qué es lo que haces? —pregunto.

—Estudio.

—¿Tú... estudias? —pregunto con una ceja en alto sin poder creerlo.

—Puedo ser el mujeriego que tu piensas que soy siempre en un momento y en otro puedo ser el chico estudioso que quiere terminar su carrera exitosamente —revela.

En ese momento, siento que el lado creído y egocéntrico de Eitan se ha ido y ahora sólo queda un Eitan sentimental y serio, uno que me agrada mucho más.

—Sinceramente creí que sólo existía el Eitan mujeriego —admito —Cuando tuve mi discusión con Darla... ella me dijo que no te conocía lo suficiente como para juzgarte, supongo que estaba en lo correcto.

—Si te sirve de consuelo, ella tampoco me conoce lo suficiente —agrega.

Me siento en el suelo y le indico que se siente a mi lado, él cierra su libreta y me imita —Háblame de ti.

—No.

Ruedo mis ojos —¿Por qué no? Quiero conocerte.

Él suspira y sin otra alternativa comienza a hablar —Mi madre falleció cuando tenía diez años —no puedo evitar notar cierta melancolía en su voz —Mi padre la engañó tres años en secreto, cuando lo descubrimos yo tenía sólo cinco años, no entendía mucho. Lo único que sabía era que mi padre ya no quería una familia, prefirió irse con su amante y nos dejó a mi madre y a mi solos. Ella no cayó en depresión ni nada por el estilo, luchó hasta el final para que yo tuviera una niñez plena y feliz y... lo logró.

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