Capitulo 6: Instituto.

260 55 51
                                    

Megan caminó detrás de su tutor con lentitud, escuchaba atentamente cada una de sus instrucciones, dispuesta a acatar cada una de ellas. El instituto le había impresionado, era amplio y formal. El edificio estaba diseñado a la perfección y tenía un aspecto mucho más moderno que el anterior. Sus paredes estaban decoradas por unos grandes ventanales donde se podía apreciar las diferentes clases. Aún era muy temprano como para que los estudiantes entrasen a sus respectivos salones por lo que la espera la hizo desesperar. Estaba nerviosa.

Desde que Holly Newman la había dejado allí, sus pensamientos estaban dirigidos hacia sus futuros compañeros. No era muy buena haciendo amigos.

Sus palmas comenzaron a sudar y con irritación sujetó el asa de su bandolera, tenía que dejar de centrarse en ello. Se miró las zapatillas y sin poder evitarlo se sobresaltó al escuchar la sirena que indicaba el comienzo de clase.

Megan notó como el pasillo se llenaba de jóvenes, todos bien uniformados. Algunos se quedaron observándola curiosos al ver un rostro nuevo. La muchacha entró en el aula y con una indicación por parte del profesor se colocó a su lado.

Los alumnos le prestaban atención, algunos incluso, se atrevieron a murmurar junto a sus compañeros de mesa.

–Preséntese señorita Silver.–Ordenó el adulto. Megan levantó la mirada examinando todas las caras desconocidas y sin saber muy bien como actuar, formó una tímida sonrisa en sus labios.

–Hola a todos, mi nombre es Megan, Megan Silver.–Los cuchicheos cortaron el silencio y la joven sintió su rostro arder, el profesor los mandó callar. –Espero poder llevarme bien con todos vosotros.

–Está bien, puede sentarse junto a la ventana.–Le indicó colocándose unas gafas de montura azul oscuro, la muchacha asintió respetuosamente y se dirigió hacia su nuevo asiento.

La clase comenzó y Megan se sintió algo más segura, al menos ya no la miraban. Colocó un mechón castaño detrás de su oreja y sacó su cuaderno de matemáticas.

Cuando la hora del almuerzo llegó la joven tomó dinero de su cartera y salió del salón, buscando la máquina expendedora que había visualizado en su visita, al encontrarla se aproximó a ella y buscó algo que le llenase el estómago. Decidió comprar un bollo de crema. Lo tomó y desenvolvió el plástico mientras buscaba algún lugar donde sentarse.

Cuando por fin escogió un buen sitio solitario, observó la calle desde el ventanal. El aire le revolvía el cabello suelto y algunas migajas cayeron sobre su falda negra. Escuchó varios susurros detrás suya y su espalda se tensó. Segundos después dos adolescentes se colocaron delante suya, evitando que mirase el exterior. Megan levantó la mirada tragando un trozo.

Un chico se sentó a su lado dejando muy poco espacio entre ellos, la joven se alejó unos centímetros incomoda.

–Soy Harry.–Se presentó el que estaba enfrente de ella. –Y él es Bruno.–El nombrado sonrió enseñando sus blancos y rectos dientes. Megan asintió, intimidada por las miradas. Quería escapar de allí y no sabía porqué. Algo de ellos no le gustaba.

–Escuchamos que te mudaste hace poco.–Bruno habló y la muchacha volvió a afirmar con la cabeza. –¿De dónde eras?–La curiosidad del alumno hizo que la muchacha se quedase sin respiración. No quería hablar de su distrito, no soportaba que la mirasen con pena. Las veces que lo habían hecho, Megan apartaba los ojos y se centraba en un punto fijo del lugar, angustiada.

–No os interesa.–Una voz calló a ambos chicos, giró el rostro y se percató de que la dueña de aquellas palabras era una muchacha rubia y de estatura baja. Harry resopló fastidiado ante su presencia.

–No estamos hablando contigo Agatha.– replicó Bruno y pasó un brazo por los hombros de la chica silenciosa. La de cabellos rubios rió y con un breve toque en la muñeca de este, quitó la mano de ahí.

–Ven Megan, puedes venir con nosotras.–Dijo amistosamente y ella  se levantó con rapidez, deseando salir de aquella extraña situación. La siguió por los pasillos hasta llegar a un banco en la parte trasera del recinto.

El grupo consistía en dos chicas sin contar a su salvadora, Megan apreció lo parecidas que eran entre sí, más tarde descubrió que eran mellizas. 

Su estancia allí fue divertida, las hermanas Dori y Pati, le habían dejado sentarse entre ellas y se pelearon por hacerle una trenza, ilusionadas por tener una nueva amiga. Agatha, sentada en el suelo, leía los apuntes sin descanso. Mientras, comentaba sobre lo difíciles que eran los exámenes físicos de gimnasia. Pati estaba de acuerdo con ella mientras que Dori, llegando a la recta final de su elaborado trabajo estético en el cabello de Megan, se reía de sus amigas por ser unas vagas.

Una extraña sensación ocupó el pecho de la callada adolescente, se le llenaron los pulmones de emoción y sonrió abiertamente, sabiendo que era afortunada por haber encontrado a aquellas tres chicas.

Llegó a casa en autobús, con la trenza adornándole el cabello y sin borrar la alegría de su rostro. El atardecer iluminaba el pasto que rodeaba su nuevo hogar y Regaliz estaba tumbado boca arriba en el suelo de madera junto al soldado. Ronald se fijó en como la más joven lo saludaba con la mano, con rastros de felicidad en su rostro y volvió a sentir un extraño cosquilleo en la boca de su estómago.

–¿Tuviste un buen día?-Cuestionó y Megan asintió sentándose a su lado.

–Gracias...–Escuchó como agradecía, giró su rostro hacia ella, tenía en sus piernas la bandolera y su iris verde brillaba sobre él. El mayor levantó una ceja confundido.

–¿Por qué?–Preguntó, Megan abrió la cremallera donde guardaba sus libros y sacó dos bollos de la máquina expendedora, le regaló uno.

–Por darme la oportunidad de estudiar.–Las mejillas de la joven estaban ligeramente sonrojadas y devoró el dulce, como si fuera la primera vez que comía en mucho tiempo. Era una glotona, pensó el mayor. Ronald abrió el envoltorio, avergonzado por sus palabras y profundamente orgulloso de que Megan estuviera contenta con aquello. Al contrario que la muchacha, lo mordisqueó con lentitud.

Se lo merecía.

Hasta que llegue la paz Where stories live. Discover now