Capitulo 32: Madurez.

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Ronald se percató de que Megan había cambiado.

Estaba sentada en el sofá de su departamento, con los rizos más pronunciados y húmedos. Su ropa era elegante, llevaba unos vaqueros negros de talle alto y una camisa blanca semitransparente conjuntada con un sostén de encaje que compartía el mismo color de sus pantalones.

Aquella imagen era preciosa para sus ojos grises, había deseado tenerla frente a él durante mucho tiempo, y ella ahora, tan adulta y sofisticada, reía observando la televisión.

Sonrió y dejó la cena sobre la pequeña mesa del salón. Megan se acomodó a su lado mientras comenzaban a comer. Hablaron y Ronald escuchó atentamente cada anécdota que salía de los gruesos y granates labios de su compañera.

Había sido feliz.

Fue a fiestas, festivales de música y dio conciertos muy importantes. Tuvo varias relaciones, leyó mucho y siguió una terapia para convivir con su pasado, además de que le habían operado la rodilla.

Ronald se sintió muy afortunado, la violinista brillaba y estaba alegre por todas las cosas que había conseguido. El mayor no podía decir lo mismo.

Apretó los labios.

Su vida era la misma que siempre, trabajaba investigando a los rebeldes infiltrados, entrenaba a su pelotón de misiones y muy pocas veces había salido con mujeres. Lo había intentado, Nara Peter fue la muchacha que más  tiempo duró con él. Era guapa y despampanante, a Neil no le caía bien por la impulsividad que la caracterizaba, su actitud desprendía demasiada estupidez y arrogancia. Ronald cortó por lo sano, no la quería.

Megan giró el rostro para mirarlo, conservaba una expresión pensativa y estaba callado. Colocó una mano sobre su ejercitada espalda y la acarició, quería reconfortarle. El sargento cambió su mirada hacia los ojos de la artista y esta sonrió con dulzura, las pecas se extendían por sus mejillas dándole un toque infantil a su aspecto adulto.

–¿Cuándo te marchas, Ron?–La pregunta que había estado en su garganta todo ese tiempo salió a la luz, triste y temblorosa.

–En dos meses.–Contestó, la joven soportó el dolor de sus músculos y tomó su mano, entrelazaron los dedos.

–Lucha por mantenerte vivo.–Suplicó intentando no derrumbarse, odiaba pensar en que podía perderlo, recibir la carta notificando la muerte del soldado nunca había estado entre sus preocupaciones. —si vuelves sano y salvo, te juro que no volveré a separarme de ti jamás.

El hombre, sumido en la extrema belleza que Megan poseía en aquel momento, se dio cuenta de que lo decía completamente enserio.

–Tienes una vida hermosa, Megan.–Dijo con melancolía y pasó una mano por su delgado hombro, acariciándolo.–No puedo arrebatártela. Te ves tan preciosa cuando tocas el violín en la televisión, yo... seria infeliz si dejases la ciudad para estar conmigo.

–Quiero que paréis de elegir por mi.–La violinista lo calló, disgustada. Sus ojos verdes estaban húmedos por las lágrimas. Deseaba tomar las riendas de su propia vida, equivocarse sola, amar de verdad.–No quiero ser una artista famosa, no me gusta.–Confesó sin romper el apasionado contacto visual en el que estaba envuelta con Ronald. Parecía que en cualquier momento, el adulto la tomaría entre sus brazos y la haría suya. No le disgustaba la idea.–Amo la libertad, sin embargo, mis profesores no me permiten salir de mis partituras, me dedico a ello en cuerpo y alma. Dicen que tengo un gran potencial, desean verme en lo más alto, pero... ¿Y lo que yo quiero? Necesito una vida tranquila, una donde tú y yo seamos uno, una familia.

El soldado colocó las yemas de los dedos sobre la delgada nuca de la muchacha y la atrajo hasta su cuerpo, necesitaba besarla, disfrutar de su compañía. Megan no puso resistencia, dejó que los finos labios del joven la mimasen. No reprimieron sus deseos y se deshicieron en el amor que ambos sentían. La sala de estar se convirtió en una orquesta de besos, risas, jadeos y caricias.

Quedaron abrazados en el estrecho sofá, la menor descansaba sobre el pecho desnudo de Ronald mientras este pasaba las manos por sus cicatrices, a la artista ya no le importaban, comprendió con el paso de los meses que las marcas eran como su pasado, estaban allí para hacerle recordar que podía ser fuerte.

La violación visitaba sus sueños normalmente, era algo que no podía evitar por mucho que le hiciera sufrir.

Por otro lado, Hann se había convertido más bien en un bonito recuerdo, cuando pasaba un mal momento creía que el niño se acostaba en sus muslos y le decía que todo iría bien.

Durmieron plácidamente.

La llevó en el coche de Nolan hasta la ciudad al día siguiente, Megan le agradeció el esfuerzo

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La llevó en el coche de Nolan hasta la ciudad al día siguiente, Megan le agradeció el esfuerzo. Sabía que Ronald estaba cansado, sin embargo, el mayor insistió en acompañarla.

El soldado se fijó en lo lujoso que era el automóvil de la ex pareja de la joven y fue incapaz de no pensar en la relación que ambos habían mantenido.

–¿Seguís haciéndolo, Megan?–La nombrada dejó de observar el paisaje y posó sus ojos sobre el adulto, conducía atento a la carretera, no obstante, lo notó intranquilo.

–Sí.

Claro que lo hacía.

Le hubiese gustado contestar que no.

El profesor y la violinista tenían una relación amistosa, aún así, el hombre seguía tras ella, quería poseerla al menos carnalmente.

No era malo, la había ayudado mucho. A veces, Megan se sentía mal, Nolan estaba muy enamorado de la violinista y ella lo quería como un buen amigo. Tal vez fue esa la razón por la que no le negó la propuesta de acostarse con él sin compromiso, no quería perderlo.

Ronald experimentó una mezcla de celos y preocupación.

–No te esta obligando. ¿Verdad?–Necesitaba asegurarse, no estaba dispuesto a permitir que volvieran a provocarle aquel dolor.

La menor sonrió y negó, buscó su mano para entrelazar sus dedos sobre él.

–No tienes que preocuparte. Yo ya no deseo hacerlo.–El viaje de vuelta había sido su principal motivo, ver a Ronald le cambió por completo los pensamientos. Creía saber el motivo de haber experimentado durante tanto tiempo aquella necesidad de buscar el amor, lo extrañaba y quería encontrar a alguien que lo sustituyera.

–Debo pedirte un favor.–El semblante serio de Ronald se volvió indeciso y la joven frunció el ceño expectante.–Mi ultima misión es en uno de los salones privados del presidente, me han comentado que hay un infiltrado. Bale me pidió que te llevase conmigo.–A leguas se apreciaba que la idea no le hacía nada de gracia. Megan le regaló una sonrisa ladina.

–¿Qué debo hacer?

–Un concierto, al gobernador y sus políticos les encanta tu música. Será perfecto para tenerlos distraídos.–Explicó y la violinista suspiró. En su interior estaba intranquila por el peligro que aquello significaba.–No van a hacerte daño, yo me encargaré de protegerte.

–Está bien.

Hasta que llegue la paz Where stories live. Discover now