Capitulo 18: Esfuerzo.

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No encontró a Ronald al despertar. Habían dormido juntos toda la noche, abrazados y mostrándose el cariño que tenían el uno por el otro. No se habían besado, si no que la dulce chica lo había dejado llorar entre sus brazos, acariciando su cabello y prometiéndole, inútilmente, que todo estaría bien.

Ronald Newman no estaba preocupado por su estado, al contrario, tenía miedo de lo que pudiera sucederles a las personas que amaba. Siempre había conocido sus valores a fondo, pero, no podía desobedecer a su jefe. Bale Sykes era capaz de encerrarlo por supuesta traición. 

La joven se desperezó y bostezó, envuelta en las sábanas, impregnadas por el perfume que el soldado solía llevar.

Le hubiera gustado verlo a su lado, sin embargo, comprendía que aquello no estaba del todo bien. Ni siquiera eran pareja.

Se incorporó y, sin hacer ruido, caminó hacia el baño. Dejó que el agua golpease contra el suelo de la bañera y se desnudó frente al espejo. Una vez en ropa interior, prestó atención a las cicatrices que cubrían las partes de sus costillas, arrugándole la blanquecina piel. Su tórax experimentó una fuerte presión, creía que era asquerosa. Pronto el humo llenó cada parte del aseo, la muchacha cerró el grifo y se introdujo en el agua caliente.

Cuando estuvo seca y arreglada bajó las escaleras. Conforme descendía escuchaba a distintas personas en la cocina, hablando y desayunando. Megan se detuvo al percatarse de la mirada preocupada de Holly, no se atrevía a entrar en la cocina.

Neil y Ronald estaban reunidos con el famoso rebelde del norte.

Bale Sykes sonrió a la estudiante quien se quedó al lado de la enfermera. Desde ahí podían verlas perfectamente.

–Megan, buenos días.–Saludó y todos le prestaron atención, Ronald y Neil se tensaron. –¿Por qué no desayunas con nosotros guapa?–Preguntó y la joven buscó la respuesta en los ojos de Holly.

La mujer no pudo negarse, el estratega imponía respeto y decirle que no, podía traer consecuencias. Megan cruzó la cocina, incómoda, tomó una silla y se sentó al lado del soldado más joven.

El pequeño grupo de rebeldes  comía con las manos sin pudor, dejando a la vista la mala educación que los caracterizaba. La estudiante no podía dejar de mirarlos, asustada. Aún tenía presente el secuestro. Ronald le tomó una mano bajo la mesa, quería calmarla. Si estaba él no le pasaría nada malo, la chica se aferró a esta con fuerza.

–Debemos reunirnos en secreto.–Bale habló sin borrar su sonrisa, los colmillos afilados sobresalían de su boca. Quería dar un aspecto amigable.

El jefe de la banda de enemigos pasó los ojos sobre ella, interesado.

–Tú.–Llamó a Megan con una risa pícara, la señalada se estremeció soportando el nerviosismo.–Tráeme alcohol.

Se levantó automáticamente, ante los ojos enfadados de su familia, no podían tratarla así, no era una sirvienta. Llegó al cajón donde guardaban las bebidas y sacó el whisky que tanto les gustaba. En el trayecto de vuelta se fijó en como Holly apretaba los labios temblorosa, debía tener cuidado.

Apoyó la botella en la madera, justo frente él, dispuesta a volver a su asiento.El rebelde le sujetó la muñeca, deteniéndola. Aquel ligero acto fue suficiente para que Neil comenzase a cabrearse, lanzó una mirada de enfado a Bale quien no tomó en cuenta aquellos actos.

–Lléname el vaso.–Ordenó.

Hizo lo que le pidió con las manos temblando.

–Tiene una hija muy agradable.–Volvió a abrir la boca dirigiéndose al mayor de los Newman, este, sujetaba con fuerza el cristal de su copa.

Megan se sentó de nuevo, evitando el contacto visual con el jefe enemigo.

–Volvamos a los negocios ¿Le parece bien?–Ronald contestó molesto, y sacó varios informes.–Nuestra propuesta es la siguiente: os ofreceremos un puesto en la asamblea a cambio de detener los ataques terroristas en el distrito uno.

El grupo pareció vacilar unos momentos, el mismo hombre que había pedido alcohol se tocó la barba, pensativo. Tenía una expresión divertida, lleno de alegría, como si aquella situación le pareciera divertida.

–¿Sólo un puesto?–Cuestionó.

El soldado de ojos grises asintió hacia su pregunta.

–Un puesto no nos permite votar en las leyes. Queremos tres.

–Tres son demasiados.–Ronald reclamó perplejo.

El rebelde soltó una carcajada sarcástica.

–Y uno es poco. ¿Prefieres que ocupemos el distrito? Podemos tener el poder absoluto, no os tenemos miedo.–Esta vez habló una mujer joven, tenía el cabello tintado de rojo y poseía un iris marrón. Se comía a Ronald con la mirada, visiblemente atraída por su porte musculoso y serio.

–¿Segura?–Neil habló por su hijo, ya tenía suficiente.–Os estamos dando un puesto pacíficamente. ¿Tan horrible es como para que tengáis que asesinar a gente inocente? Y usted, señor Jacobs.–El jefe de la banda levantó una ceja al escuchar su nombre.–Deja de mirar a mi hija, es demasiado mujer para usted.–Defendió a la de ojos verdes quien sentía como la analizaba a cada momento.

Jacobs carraspeó y furioso tiró los informes entre los platos, la muchacha pegó un pequeño salto de la impresión, era mejor que detuvieran aquella conversación cuanto antes.

Bale Sykes se cruzó de brazos, insatisfecho con el trabajo de sus soldados, no estaban esforzándose para acordar un término medio.

–Queremos llegar al gobierno central.–Jacobs pegó un trago de Whisky.–Imponer nuestras normas, como ya sabéis, un puesto no nos garantiza nada.

–Es la única manera para detener la guerra, Newman.–Sykes aumentó la presión hacia Neil.

–Solo son asesinos y violadores.–Ronald contraatacó, con asco, recibiendo la sorpresa de sus compañeros de trabajo. Bale estuvo apunto de gritarle, aún así, se quedó callado. Lo que él decía era totalmente cierto.–¿Vamos a dejar que gobiernen? ¿Habéis pensado lo que eso significa? –El soldado hablaba lleno de sinceridad. Estaba cansado de mantener la boca cerrada, él también pertenecía al ejército y luchaba por una sociedad correcta, no iba a permitir ese negocio. El estratega Sykes frunció el ceño cuando se levantó, dispuesto a marcharse.–Lo siento mucho jefe.–Se disculpó, deshaciéndose de la insignia del ejército y dejándola encima de los papeles desparramados.

Megan lo admiró con los ojos brillantes y sintiéndose orgullosa por su valentía, le encantaba aquella faceta.

–Hijo, no te vayas.–Neil trató de detenerlo.

El joven se giró con tristeza en los ojos y negó.

–No voy a estar en un ejército con personas así.–Fueron sus últimas palabras antes de desalojar el lugar.

La estudiante no dudó en ir tras él.

–¡Ronald!–Corrió hasta llegar a su vehículo, el soldado se había introducido en él, sin detenerse. –Quédate, por favor.–Suplicó al verlo tan intranquilo.

Estaba demasiado agobiado como para pensar correctamente.

–Vuelve a casa.–Murmuró el mayor y encendió el motor del coche.

Megan notó como la impotencia la invadía.

–¿A dónde vas a ir?–Quería encontrar la forma para impedirle marcharse.

El hombre suspiró, necesitaba salir de ahí cuanto antes, desaparecer.

–Volveré, te lo prometo.–La dejó parada en el aparcamiento, soportando el dolor de estar sola en medio del jardín, sin saber que pasaría con él. Megan se llevó una mano al estómago revuelto, y aguantó las lágrimas.

Ronald no volvería en días.

Hasta que llegue la paz Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang