Capitulo 25: Volver.

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Ronald se quedó a su lado destrozado, Megan estaba anestesiada y había perdido demasiada sangre, sin embargo, consiguieron mantenerla estable. El mayor tomaba su mano sin ser capaz de soltarla, por el miedo que experimentó al pensar que la perdía.

El traje que llevaba seguía lleno de sangre y su rostro presentaba un tono pálido y enfermizo. Neil y Holly estaban en la sala de espera, preocupados por la situación.

El tiroteo había matado a diez soldados y la ciudad estaba de luto, Ronald no pudo ir a la oficina y Bale lo comprendió, dejándole, a pesar de todo el trabajo que tenían, una semana libre.

Las vías transportaban la medicina del gotero hasta las venas de la muchacha.

Le acarició la mejilla con tristeza, sus pecas resbalaron entre las yemas de los dedos de Ronald, parecía tan delicada que tuvo miedo de romperla. Sus pómulos no tenían aquel vivo color que tanto adoraba y de sus labios entreabiertos salían suaves suspiros. Sus párpados estaban cerrados, dándole un aspecto tranquilo.

Se alivió por que estuviera respirando.

La culpabilidad se adhería a los músculos de su espalda, aquella bala iba directa a él. Tenía que haber sido suya. Con la mano libre revolvió su corto cabello, agobiado por los continuos pensamientos que lo abrumaban.

–Solo hago daño a las personas.–Sentenció agotado.

Bettina, que había estado allí en todo momento, colocó una mano en su hombro. Estaba equivocado, la enfermera sabía el bien que su presencia hacía en Megan. Desde el primer momento, cuando ambas miradas se encontraron en los escombros, el mayor había cuidado de la jovencita. Le daba todo el material necesario para llegar a la felicidad, se preocupaba y ante todo le había prestado el hombro para apoyarse.

–No ha sido tu culpa.–Fue lo único que salió de los labios de la esbelta mujer.–La guerra perjudica a los menos culpables.–Quiso calmarlo, pero Ronald estaba demasiado angustiado.

El hombre que era frío y serio se marchó en el momento que Megan apareció en su vida. La de ojos verdes le proporcionaba aquel rayo de luz que su vida siempre había necesitado.

Las atrocidades no se veían tan crueles si cuando llegaba a casa la veía estudiar en la cocina. Ya no sentía miedo porque sabía que ella estaría allí, esperándolo.

Era especial, tanto que si le hacían daño, él sentía aquel dolor.

Besó su frente cuando la hora de visita llegó a su fin, Megan seguía dormida, ajena al desastre que estaba ocurriendo en la vida de la familia.

Esa misma noche mandaron a Neil a batalla.

Holly ocupó el lugar de su marido en la cocina, llorando de desesperación y siendo estrechada por los brazos de Ronald.

El menor de los Newman necesitó ser atravesado por aquella bala.

Sus viejos ojos grises encontraron al prisionero entre los escombros, estaba famélico y la barba le llegaba hasta un poco más abajo del cuello

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Sus viejos ojos grises encontraron al prisionero entre los escombros, estaba famélico y la barba le llegaba hasta un poco más abajo del cuello. Hicieron contacto visual y Neil lo agarró antes de que colisionara contra el pavimento de tierra.

Pat Silver.

Había conseguido huir de la base principal de los rebeldes.

Bajo a una montaña de cuerpos muertos y el cielo rojo, el mayor de los Newman le informó sobre el paradero de sus hijos.

Lloraron juntos, unidos por la misma persona.

Megan despertó dos días después, en mitad de la noche

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Megan despertó dos días después, en mitad de la noche. La luz de la luna se colaba por la ventana e iluminaba la soledad de la habitación. Intentó levantarse, temblorosa, pero su abdomen se lo negó.

Hacía demasiado frío pero estaba sudando.

Apenas recordaba, tal vez era el efecto de los medicamentos, su mente giraba alrededor del hombre encapuchado y el sonido del disparo. Se estremeció, la explosión hacía eco en su cabeza sin cesar.

–Hann...–La fiebre cubría cada parte de su débil cuerpo. Podía ver al nombrado sentarse en sus piernas y observarla, su mirada no era la misma que recordaba, esta vez era mucho menos brillante.

Extendió la mano, intentando alcanzarlo, sin embargo, la nueva presencia de Jackson Silver le hizo temblar. Su apariencia era terrorífica, mantenía la bala incrustada en la frente.

Sollozó incapaz de moverse, todo era producto de su cabeza.

La sonrisa del niño destrozó aún más su cordura.

Chilló llevándose las manos a los oídos, no quería escuchar ese ruido punzante, necesitaba respirar, se estaba ahogando en miedo.

Unas manos la sacaron de aquel trance, Bettina la llamaba aterrorizada, sus ojos se encontraron y Megan se aferró a la ropa de la enfermera, tiritando.

–Ya está pequeña... Ya está.–Habían vuelto al principio, las noches largas y el miedo de la incertidumbre.

El médico entró para tratar su fiebre, la muchacha no dejó de abrazarla, clavando las uñas en la bata blanca. Bettina le acariciaba el pelo con ternura, sofocada por el sufrimiento de la chica.

Acabaron durmiéndola con calmantes.

Las explosiones cesaron.

Hasta que llegue la paz Where stories live. Discover now