Capitulo 19: Abandono.

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Se sentía realmente preocupada por el menor de los Newman.

No había llegado a casa durante una semana, desaparecido y escondido. Algunas noches, Megan, se sentaba en el porche de madera junto a Regaliz y esperaba llena de esperanza a que el soldado volviera.

Lo extrañaba demasiado y no era la única, Neil había cogido el coche varías veces para buscarlo por la ciudad, inquieto por la situación.

Bale Sykes estaba terriblemente enfadado con ambos, habían denegado el negocio gracias a ellos, aún así, el estratega no estaba dispuesto a perder a un gran combatiente como Ronald.

Los días pasaban y entre la tristeza de su ausencia, Neil y Megan, entrenaban para la prueba de reclutamiento. La joven llegaba del instituto y, en el jardín, el adulto la esperaba. Acababan agotados.

Cuando finalizaban, ella solía acostarse en el césped jadeando y observaba las nubes con nostalgia, el entrenador se recostaba a su lado y la acompañaba.

–Estoy seguro de que podrás superar la fase de lucha.–Comentó un caluroso día.

Ambos estaban tumbados y Megan pensaba en el estado del joven como de costumbre. Quería volver a verlo, probar otro de sus besos y abrazarlo hasta fundirse en el pecho de este.

Era buena en las peleas, aunque sus delgados brazos daban la impresión de lo contrario. La estudiante se caracterizaba por la rapidez de sus movimientos. Neil le enseñó varios golpes para debilitar al oponente.

Estaba preparada.

–¿No sabes nada de él?–Preguntó con el corazón en la garganta, la joven se sentía perdida al no tener ninguna noticia del hombre.

El de pelo canoso se mordió el labio inferior, presionando los puños.

–No vuelve porque piensa que lo odiamos.–Informó serio y triste, él jamás odiaría a su hijo, aún menos si lo que había dicho era totalmente cierto.

Megan cerró los ojos notando como la suave brisa acariciaba su rostro.

–Ronald es imbécil si cree eso.–Contestó molesta. En el hogar su ausencia cada vez pesaba más. Neil rió por las palabras de la joven, era tan sincera que a veces le costaba contenerse.

–En el fondo le entiendo.–El adulto confesó y se llevó una mano a los ojos, impidiendo que los rayos de sol quemasen sus pupilas.–Tiene miedo de no haber tomado la decisión correcta. Este trabajo es muy duro.–Intentó que entendiera su explicación.–Un mínimo error puede equivaler a la muerte de muchas personas, incluso de las que amas.

La estudiante se sentó en el césped, notando que había trabajado mucho su cuerpo, el calor los hacía sudar.

Quería protegerlo tanto como él lo hacía con ella.

Quería protegerlo tanto como él lo hacía con ella

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Volvió una semana más tarde.

Megan entró por la puerta después del instituto, con las calificaciones bajo su brazo, sonreía orgullosa por los buenos resultados.

Sus pies se detuvieron al notar la presencia de Ronald en la cocina, abrazaba a Holly y volvía a llevar el uniforme del ejército.

Sus miradas conectaron cuando se alejó de su madre. La joven, temblando, aguantó las ganas de fundirse en sus brazos.

No dijeron nada, ella aún estaba enfadada por el motivo de su marcha y él bastante cansado como para discutir. Megan le dio la bienvenida con un suave toque en el hombro para después subir las escaleras, ahogándose en el nerviosismo que envolvió sus extremidades. Por más que quiso pasar el tiempo con el soldado, no bajó a cenar.

Holly mantuvo una conversación seria con su hijo, y este se sentía realmente culpable por haberlos hecho sufrir durante su ausencia. Había tenido miedo de las represalias de su decisión, Bale consiguió encontrarlo en un hotel a las afueras, le rogó que volviera y prometió que no pasaría nada malo. Dudoso regresó a casa.

Neil estaba malhumorado con él, se percató en la cena, le respondía frío y cortante. Ronald se disculpó, visiblemente afectado, pero no hubo respuesta. A pesar de su molestia, el mayor estaba aliviado, al menos ya estaba seguro en casa.

Nuevas noticias llegaron en la mañana, Megan acababa de finalizar su entreno y volvía para desayunar, el soldado dejó la gorra en la madera de la mesa y sonrió avergonzado.

Se mudaría al distrito central.

La muchacha no supo como sentirse y no contestó, bebiendo agua de espaldas a la familia. En el fondo, escuchó como su corazón se rompía. No quería que se alejase más, lo extrañaría.

Holly le dio la enhorabuena y aunque le costó sonreír le regaló aquel gesto positivo, Neil dio una pequeña palmada en la espalda de su hijo.

–Vendré a visitaros, no os preocupéis.–En el tono de su voz se podía notar cierta tristeza, sin embargo, Ronald estaba preparado para volver a marcharse.

La estudiante comprendió que tenía su propia vida y que por mucho que lo quisiera en el hogar, debía dejarlo marchar. Trató de tranquilizarse pensando que el centro no estaba tan lejos y que se verían de vez en cuando, aún así reconocía que no sería lo mismo.

Las frías noches serían más solitarias sin su presencia. Ya no vería la lámpara encendida de la cocina en las madrugadas, ni las estrellas en los prados junto a él.

El dolor aumentaba cuando volvía de clase y observaba las cajas amontonarse en la puerta principal, la muchacha seguía sin hablarle pero Ronald tampoco mostraba interés en intentarlo.

La miraba mucho, eso si.

Cuando Megan entrenaba en el jardín, se sentaba en los escalones de madera, analizando su trabajo. Desayunando, le enviaba miradas nostálgicas, pero ella no solía fijarse.

¿Por qué no dejaban su orgullo atrás? Megan se lo preguntaba continuamente, a pesar de ello, cuando trataba de abrir la boca para saludarlo, un fuerte pinchazo en el pecho la enmudecía.

La noche que se marchó, la de ojos verdes lloró como una niña pequeña. El adulto les había dado un beso en la mejilla a todos y metió sus últimas pertenencias en el maletero de su coche.

No miró atrás en ningún momento, Holly abrazó a la menor, sin llegar a percatarse del corazón roto de la muchacha.

Ya le echaba de menos.

Lo quería, estaba completamente segura de ello.

Neil la escuchó sollozar en la oscuridad y su corazón reconoció que Megan estaba enamorada.

Hasta que llegue la paz Where stories live. Discover now