Capitulo 10: Cambios.

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Las semanas siguientes de la discusión en la piscina, Megan se mostró fría y alejada. Dori y Pati estaban enfadadas con la rubia, aún así, se mantenían a su lado.

Ágata pecaba de malcriada, sin embargo, se arrepentía de no controlar sus palabras. La forma de las cicatrices se reflejaba en el techo de su lujoso dormitorio. Quería borrarlas de su mente pero era casi imposible. Siempre volvían a ella, la piel marcada y su delgado cuerpo parecía haber sufrido una grave paliza. Sentía una enorme pena por su nueva amiga, aunque era tan orgullosa, que no le habló el lunes por la mañana.

Megan paseó sola por los pasillos, se mantuvo atenta a sus libros y trató de no prestar atención a Bruno y Harry. Ambos adolescentes parecían obsesionados con ir tras la callada chica. Le jalaban del pelo innumerables veces, como niños. La afectada tan solo se quedó en su mesa y suspiró, agobiada.

Aunque la gota no colmó el vaso hasta que Bruno decidió volver a casa en autobús para seguir molestándola.

Megan aguantó la respiración cuando se sentó a su lado, junto a una sonrisa pícara. El vehículo solía estar bastante vacío por lo que comprendió que escoger aquel asiento había sido para reírse de ella.

Sintió como una de las manos de Bruno se deslizaba por su muslo desnudo, el cuerpo de la joven se paralizó. Tenía los ojos sobre aquel lugar pero no podía defenderse. Su respiración aumentó cuando llegó hacia el filo de su falda, en aquel momento,como si hubiera presionado un botón para activarla, Megan le soltó un puñetazo en el rostro. Un hilo de sangre cayó por la nariz del joven.

–No vuelvas a tocarme.–Quiso sonar autoritaria pero en vez de ello, el temblor la delató. Tomó sus cosas y empujándolo buscó un lugar donde pudiera estar protegida hasta llegar a casa. Su cuerpo se estremecía constantemente y se sentó al lado de la única mujer que había en el autobús.

La muchacha notaba como la mirada del adolescente se mantenía sobre esta, estaba asustada. Nunca la habían tratado así.

El autobús se detuvo en su avenida y antes de que Bruno pudiera reaccionar, se marchó con rapidez.

Subió la colina lo más rápido que pudo, preocupada por si la seguía. Sus zapatillas golpeaban la tierra del suelo en un ritmo constante y notó que el camino se le hacía más largo de lo normal.

Ver a Neil en la puerta la tranquilizó, estaba a salvo. Giró su cabeza para poder saber si la seguía, sin embargo, la ruta estaba vacía. El hombre la examinó extrañado por su comportamiento. Megan se acercó a él y permitió que su cuerpo se tranquilizase lentamente.

–¿Qué ocurre?–Le preguntó.

–Quiero ir a la escuela en bicicleta.–Informó sin darle ninguna explicación. No volvería a subir en el autobús.

Ronald le hinchó las ruedas de su antigua bici esa misma tarde, sin llegar a comprender la decisión de la más joven

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Ronald le hinchó las ruedas de su antigua bici esa misma tarde, sin llegar a comprender la decisión de la más joven. Neil le había informado que ya no quería volver en autobús.

Estaba sentada en las escaleras escribiendo algo desconocido para él, concentrada y acompañándolo. Su cabello castaño caía sobre su espalda con esa rebeldía que le encantaba. Aún no se había cambiado el uniforme.

–¿Qué escribes?–Cortó el cómodo silencio mientras que se limpiaba el sudor de la frente con una vieja toalla.

Megan lo miró de reojo y dejó el bolígrafo sobre la madera del escalón.

–Es una tontería.–Rió restándole importancia pero para aquel entonces el soldado ya sentía una enorme curiosidad. Megan se percató y sacó varias cartas de su carpeta.–Nunca me he atrevido a mandarlas.–Murmuró.

El de ojos grises se sentó a su lado y tomó una de estas, la bonita caligrafía de la estudiante dibujaba un nombre que conocía perfectamente. Jackson Silver.

Experimentó como cada parte de su anatomía se congelaba, las yemas de sus pulgares presionaron el papel. Megan no lo había olvidado.

Ella parecía tranquila  a su lado, mirándolo, ajena a la realidad. Él, en cambio, sentía la sangre bombear dentro de sus extremidades. Rápido y salvaje.

–¿Tu hermano?–Cuestionó con nerviosismo, la joven no pareció percatarse, sonriéndole y enseñando sus dientes afilados.

–Llevo mucho tiempo sin saber nada de él.–La nostalgia en su voz contrastaba con la expresión de su rostro. –Nos abandonó.

El menor de los Newman estaba asustado. ¿Qué pensaría la joven si supiera que su único hermano vivo era un delincuente? Le devolvió el papel y asintió, intentando detener el ritmo de su corazón.

–¿Por qué lo hizo?–Las preguntas no dejaban de salir de su boca.

La muchacha se levantó y quedó delante de él. La forma de sus ojos le sonreía, pero dentro de ellos, había cierto dolor.

–Después de que nuestros padres murieron, su dulzura se marchó.–Se llevó las manos frías a los bolsillos.–Nos cuidó hasta que fui lo suficientemente mayor para valerme por mi misma. Tenía tantos sueños que quería cumplirlos lejos de nosotros.–Una risa sin gracia salió de sus carnosos labios, más bien era una carcajada demasiado triste. –Se convirtió en un capullo. Le gustaban las apuestas y bebía como un adicto, aunque siempre pagaba las facturas. Hann le tenía miedo, pero para mí era un cobarde.

Un cobarde.

Ronald apretó los puños recordando como lo había apuntado con el rifle. Un rebelde lleno de odio, serían sus palabras si tuviera que definirlo.

La joven alargó una mano hacia la rebelde mata de pelo que nacía de la cabeza del soldado y la revolvió. Perplejo por la repentina acción, permitió que lo hiciera. Le gustaba que cada vez tuvieran más confianza.

–Debes cortártelo ya.–Opinó y le guiño un ojo. Cambió de conversación con sutilidad y Ronald se arrepintió de la decisión que él y su padre habían tomado sobre no comentarle nada del asunto de Jackson. Ahora sentía un enorme peso en sus hombros.

Megan lo atraía. Le encantaba como su iris verde lo saludaba todas las mañanas. Algunas veces cansada, otras, alegre. Su estómago se revolvía cuando lloraba, y el sentimiento de querer protegerla le invadía. Aún viéndola en sus tiempos más crueles y duros, sabía que era una joven fuerte y decidida, completamente diferente a las demás mujeres que había conocido.

El primer momento que reconoció su atracción por la muchacha fue cuando lo curó, más tarde, volvió a asegurarse en la mañana del violín. Su cuerpo delgado bailaba, el pelo le ondeaba sobre la espalda y Ronald Newman pensaba que su corazón explotaría y se deslizaría hasta llegar a los pies de la bella joven.

Esa noche, Megan se metió en la bañera y se quedó sumergida en el agua caliente durante un largo tiempo, mientras que el soldado, volvía a trabajar en la oscura noche.

Newman quiso volver a encontrarse con Jackson, esta vez no solo para encerrarlo, si no, para comprender porqué había alejado a una persona como Megan Silver de su vida.

Hasta que llegue la paz Where stories live. Discover now