Capitulo 17: Elegir.

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Después del beso, Megan apenas se encontraba con Ronald. Estaba ocupado en el trabajo y llegaba más tarde que de costumbre. Muchas veces se quedaba a dormir en la oficina para descansar un poco, otras, le escuchaba llegar y marcharse directo a su dormitorio. Neil parecía más intranquilo de lo normal y Holly hacía turnos extra.

Los tiempos difíciles habían vuelto a llegar, los grupos de rebeldes atacaban en conjunto, volviéndose más fuertes. Habían revueltas en los distritos ocupados y los campos de batalla se acercaban a las ciudades centrales. Megan notaba que la normalidad se veía alterada por la tensión. Por mucho que quería estar tranquila, sentía miedo.

Los enemigos eran sanguinarios y deseaban tener el mundo bajo sus pies, si llegaban al mandato, la sociedad que creía justa e igualitaria estaría destrozada.

A veces, cuando Megan paseaba por la ciudad junto a Dori y Pati, se fijaba en las camionetas de soldados. Algunos eran muy jóvenes, recién salidos del instituto. La muchacha comenzaba a cuestionarse lo que hacer en el futuro, su último curso estaba apunto de terminar y la de ojos verdes tenía que decidir en que especialidad formarse. Tenía varias opciones: sacarse la carrera de música; le encantaba la idea de poder dar conciertos una vez que la guerra terminase, enfermería; donde sin duda ayudaría a personas como ella, o, estudiar e introducirse en el ejército como su familia de acogida.

Era buena en los deportes, una auténtica atleta. Además, se caracterizaba por ser bastante astuta, aunque aquella no era la razón de su atracción hacia convertirse en soldado.

Deseaba poder dar la mismas oportunidades que le habían prestado a ella. Salvar vidas, ser más fuerte mentalmente, todo aquel conjunto le agradaba.

Neil quedó estupefacto al escucharla hablar sobre su futuro. La familia llevaba tiempo sin cenar juntos, por lo que cuando consiguieron reunirse, Megan comunicó su decisión definitiva. Iba a presentarse a las pruebas del ejército interior.

–¿Estas segura?–Holly se aclaró la garganta con un vaso de agua, perpleja. Sabía que si la muchacha se lo proponía podía llegar al mismo nivel que su marido, sin embargo, la pilló por sorpresa.

Megan asintió y se cruzó de brazos con una sonrisa avergonzada.

Ronald se mantenía callado y distante, por otro lado, Neil cenaba prestando atención a cada palabra que salía de la boca de la chica. El mismo la entrenaría.

Desde que la había visto entrar en el hogar, delgaducha y herida, sabía que Megan Silver era fuerte. Su aspecto indicaba lo contrario, con su rostro fino y pequeño como el resto de su cuerpo, era capaz de dar ternura, pero su corazón era salvaje, decidido y capaz de conseguir sus metas.

–Si eso es lo que quieres, te apuntaré en las listas de candidatos.–Neil permitió,recogiendo la mesa.

El cuerpo tenso de Ronald se incorporó justo detrás de él y sin hablar volvió a su dormitorio. Megan observó como subía las escaleras, agotado y extraño.

Holly suspiró desde la silla, estaba preocupada por la actitud de su hijo.

Tras el rescate de la estudiante, el menor de los Newman no era el mismo.

Neil, le había contado a su esposa que Ronald había asesinado a Jackson en un arranque de odio, y reconoció en aquel momento que su hijo estaba combatiendo algo duro en su interior. Días después, Bale Sykes decidió negociar con un estratega importante de los rebeldes del norte y el soldado menor no estaba de acuerdo en aquella decisión. Su jefe,  estaba buscando la opción de presentarle al gobierno central que podían gobernar ambos bandos. Aquella idea descabellada había traído una fuerte revuelta entre los trabajadores de su pelotón.

¿Por qué deseaba juntar ambos poderes? Los rebeldes eran delincuentes sin alma.

Le vino el recuerdo fugaz del cuerpo de Megan debajo del hombre robusto que había intentado violarla, llorando, agonizando. Ronald se llevó las manos al cabello sintiendo la rabia recorrer sus venas. No podía quitarse aquella imagen de la cabeza. Había removido algo muy fuerte dentro de él.

Megan tocó a la puerta cuando todos dormían, seguía llevando el uniforme del instituto y le sonreía con timidez. La dejó pasar y la joven se acercó hasta su cama, dudó en sentarse al lado. Ronald mantenía la espalda apoyada en el cabecero y observó como la estudiante, nerviosa, se quedaba parada delante de él. Las manos le temblaban y trataba de decirle algo.

–Ronald... ¿Estas bien?–Preguntó y ambos hicieron un fuerte contacto visual, Newman, de repente, volvió a sentir sus labios sobre él.

–Sí.–Susurró perdido en su iris, Megan parecía tan lejana a lo que sentía por ella que se sintió algo triste.

Estaba preciosa ahí de pie. Presentaba la corbata mal puesta y su cabello estaba recogido en una coleta baja, dejando a la vista sus miles de pecas. Tan solo la iluminaba la luz amarillenta de una lámpara que descansaba en su mesita de noche. Parecía tan desarreglada y cómoda que volvió a aguantarse las ganas de besarla.

–Te notó bastante distante.–Confesó y tras batallarlo en la mente, se sentó a su lado. Dejando que esta vez solo pudiera verle el perfil.

–Estoy cansado, eso es todo.–Murmuró para no preocuparla más, Megan apretó los carnosos labios y asintió.

La habitación de Ronald era bonita, pensó. Limpia y formal. La silla del escritorio era de cuero negro y la mesa de cristal, sobre ella, descansaban muchos libros de colores oscuros. Tenía un pequeño balcón lleno de flores blancas, sonrió, al hombre le encantaban aquellos seres vivos. Recordó la primera vez que dieron un largo paseo por los prados, la muchacha callada y pensativa lo escuchó hablar de las diferentes plantas que encontraban por los caminos.

Los dedos de Ronald en su mejilla hicieron que Megan girase el rostro para mirarlo, volvía a admirarla como la noche del beso, lleno de profundidad y ternura. Se preguntó si sería capaz de besarla otra vez.

–Tus pecas son hermosas.–Notó como su susurro le acariciaba el vello de la piel. Megan cerró los ojos, estremeciéndose por las caricias del adulto.

La joven sintió curiosidad por si alguna vez Ronald había traído a una mujer a su dormitorio. Se mordió el labio inferior, era imposible que no lo hubiera hecho.

La tensión en el ambiente aumentó, Megan temblaba con cada toque que el soldado le proporcionaba y acabó recostándose a su lado para seguir disfrutando de los suaves y cariñosos mimos que le proporcionaba. Newman se acomodó con la joven entre sus brazos, esta descansaba la cabeza en su pecho, buscando la protección que solía darle.

Era realmente feliz, la estudiante le borraba los problemas de la cabeza, los ahuyentaba para después sustituirlos con paz. Sonrió por primera vez en toda la semana, acariciando el brazo de la chica.

–Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.–Dijo.

Megan rió por sus palabras, el corazón le latía al mismo ritmo que el de Ronald, rápido y furioso. Levantó el rostro para poder analizarlo, encontrándose con sus ojos grises, humedecidos. Frunció el ceño, perpleja por verlo triste y volvió a sentarse, aunque esta vez sus caras estaban más cerca. Trató de detener las lágrimas del adulto con las yemas de sus dedos, atemorizada por su aflicción.

–No estas bien.–Aseguró y sin saber como actuar, depositó un beso en su pómulo, como solía hacer con Hann. Ronald se secó las gotas de sus ojos, no quería parecer tan vulnerable delante de Megan.–Tranquilo.–Le apartó las manos.–Puedes desahogarte, llorar es necesario.

La comprensión que ella empleó en la voz fue suficiente como para que la abrazase con fuerza, soltando todo el estrés que llevaba en el interior. Megan lo arropó, dejándole claro que siempre estaría a su lado, para lo que fuese.

Hasta que llegue la paz Where stories live. Discover now