Capitulo 30: Solución.

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Ronald sostuvo la mano de Megan mientras conducía hasta comisaría,  la menor parecía nerviosa y ansiosa, miraba por la ventanilla a la vez que sus dedos se aferraban con fuerza al agarre del soldado.

Bryton observó la escena desde el asiento trasero con el corazón en un puño, reconocía que había pasado mucho tiempo desde su pequeña relación con la joven de ojos verdes, sin embargo, seguía sintiendo una gran admiración por ella.

Sus días en la cárcel habían sido largos, Ronald lo visitó durante todo aquel periodo como un verdadero amigo, el soldado sabía que estaba arrepentido por haberse unido al bando enemigo y le ofreció la libertad a cambio de salvar a Megan. Lo hizo, sin duda alguna, y no solo por el deseo de respirar aire puro, si no, por la enorme injusticia que estaba sufriendo la estudiante.

El menor de los Newman le informó que debían esperar al próximo ataque por parte de Lanes, estaba claro que volvería a por ella en cualquier momento.

Bryton lo siguió por semanas y supo de inmediato que este tenía una enfermiza obsesión con la chica. La había espiado durante varios días, en el jardín, en el mercado e incluso en el lago donde solía pasar las tardes con Pat. Se sabía todas sus rutas.

Una profunda rabia llenó su cuerpo, Megan no sabía lo vulnerable que se encontraba y aunque la prensa estuviera atacándola diariamente, no era su única enemiga.

Dio las gracias de poder detenerlo a tiempo.

Pasaron la noche en el cuartel, denunciando la agresión. La estudiante volvió a relatar lo ocurrido ante un militar simpático y lleno de empatía, tenía la esperanza de que con la grabación la creyeran de una vez. Así fue.

La indignación de los habitantes del distrito 0 duró varios días y el alcalde abandonó su cargo, no obstante, no pisó ninguna celda. Ronald se sintió algo preocupado por ello, aunque Megan sabía que no volvería más. No le importaba, podía rehacer su vida sin el acoso ni las miradas constantes.

Pat les agradeció la ayuda con una sonrisa sincera, había cambiado su opinión sobre el joven de ojos grises, seguía sin querer que su hija y él tuvieran una relación seria pero le quitó aquella restricción absurda de no acercarse.

Por otro lado, Bryton Tales alquiló una casa en el nuevo distrito de la muchacha, se lo comentó a Ronald una de aquellas noches donde ambos salían a los bares de la ciudad. El mayor, al principio, aguantó los pequeños celos que cubrieron la boca de su estómago, él debía volver pronto a la ciudad para seguir combatiendo mientras que el rubio se quedaría allí, muy cerca de ella. Más tarde, soportó aquel sentimiento, no tenía de que preocuparse, Megan era lo bastante adulta como para saber lo que quería.

–¿Qué es lo que sientes por ella, Ronald?–Preguntó un poco borracho.

El sargento cerró los ojos y se llevó la mano al cabello recién cortado, la estudiante había insistido en cortárselo ella misma.

–Al principio sólo era una pequeña atracción.–Confesó y bebió de su copa de vino.–pero con el paso del tiempo comprendí que es única, la manera en la que agradece las cosas siempre es tierna, cuando le pone dedicación a lo que hace y nunca se da por vencida me hace sentir tan impresionado. La música es su vida, yo nunca me sentí atraído por esta hasta que la escuché tocar el violín, fue un sentimiento mágico. Como todo su cuerpo baila inconscientemente al ritmo de la melodía...

Efectivamente.

Bryton no tuvo duda alguna, sería inútil pensar que tenía posibilidades de luchar contra él por el amor de la violinista.

–Tendrías que haberla visto antes del bombardeo.–Suspiró y se tambaleó un poco, debía detenerse, el alcohol se le había subido demasiado a la cabeza.–Hann la amaba mucho, eran tal para cual.–Soltó una suave risa y Ronald le arrebató el whisky, quería escucharlo, siempre había deseado saber el pasado de la muchacha.–Megan trabajaba y estudiaba por lo que no descansó mucho esos meses, Hann, por aquel entonces, tenía siete años y me contaba que ella siempre le leía cuentos pero que no los terminaba, estaba tan cansada que se dormía en la mitad. El maldito niño.–Sonrió con nostalgia, también lo extrañaba.–Era malvado, con su hermana ponía una actitud dulce y tierna, en cambio, conmigo era un auténtico demonio.

El sargento le dio una pequeña palmada en la espalda para hacerle sentir un poco mejor, el ex rebelde se entristeció.

–Megan era muy bonita y Hann lo sabía, siempre llevaba una foto suya en el bolsillo y se lo enseñaba a sus compañeros de clase orgulloso, las maestras me lo contaron entre risas, me pareció tan tierno que no se lo comenté, quería que lo siguiera haciendo.

Ronald sonrió enternecido por la anécdota, se imaginó la escena, le hubiera gustado conocerlo. El cadáver del niño entre sus brazos no fue algo nuevo, sin embargo, ahora sus manos ardían.

–¿Hann era estudioso?–Preguntó para saber más sobre aquel chiquillo. Se estaba emborrachando demasiado, malas imágenes aparecieron en su mente.

–Lo intentaba, ella era muy estricta con eso, quería sacarlo de la pobreza. Él me confesó que deseaba ser general para salvarla siempre que estuviera en apuros. Le hubieras gustado mucho Ronald.

El nombrado tragó saliva y sonrió mareado.

–Creo que debemos volver, no me encuentro muy bien.—Comentó.

Bryton lo dejó en el hogar de Megan, aún era bastante temprano por lo que la muchacha estudiaba en el porche, se encontraba enfundada en su pijama. Hicieron contacto visual y esta sonrió agradablemente. Tal vez fue por la numerosa cantidad de alcohol que tenía entre sus venas pero la vio más bella de lo normal.

–¿Lo has pasado bien?–Demandó llevándose un rebelde mechón de cabello a su oreja. Sus pecas estaban mucho más marcadas y poco a poco volvía a su peso normal.–Ron...

El hombre se sujetó a la barra de madera que había en las escaleras, sin dejar de mirarla.

–Estoy enamorado de ti.–Soltó incapaz de contenerlo.

Los ojos verdes de la muchacha brillaron, sonrió con las mejillas enrojecidas y volvió la vista al libro de matemáticas.

–No seas tonto.–Su estómago experimentó aquel cosquilleo que tanto le gustaba.–Hay chicas más hermosas que yo.

–Lo dudo.–Caminó hasta quedar a su lado, Megan se puso nerviosa en el momento que le levantó la barbilla para que lo mirase. El soldado de ojos grises le regaló una hermosa sonrisa. –Toca el violín, solo un poco.

Lo hizo, sacó el instrumento de la casa y lo sentó en la silla, se quedó de pie y acarició las cuerdas junto al arco.

Le tocó un fragmento totalmente diferente, uno que nunca había escuchado. Ronald la admiró con todo el amor del mundo, fijándose en como el viento revolvía su cabello ondulado y mantenía los ojos cerrados, actuando el sentimiento de la melodía que los unía.

El mayor se preguntó si Hann la estaba escuchando y deseó que lo hiciera. Estaba completamente seguro de que amaría aún más a su joven y preciosa hermana.

Se le escaparon unas cuantas lágrimas, y cuando finalizó, Megan lo miró con aquellos ojos inocentes y melancólicos. El mayor se derritió en la silla.

–Acabas de demostrarme que no hay nadie más hermoso que tú.–Sentenció, notando como una sensación mágica se apoderaba de él. 

La artista apoyó el violín en la mesa mientras que Newman se incorporaba y la giraba para quedar cara a cara. Quiso besarla, pero no lo hizo, la estrechó entre sus brazos, abrazándola.

Guardaría aquel beso para su despedida.

Hasta que llegue la paz Where stories live. Discover now