LA ANOCHECIDA SANGRE

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De interiores me lo olvidas,

oh lo anochecido; de continuar

has ido muriéndote.

¿Qué serán de todos mis yo

cuando dé a mi sombra lo que

nadie hiere y todos regresan?

Aún queda lejos cualquiera

de mis sangres, pero te vivo

y te hago

y te agonizaría los jardines

de no haber sido un tiempo.

¿Cómo habría muerto todo de mí

si no hubiese muerto por cosas

que rodean con la diversidad

de otras arenas?

Oh lo anochecido...

Ya fui lo ido mas no soy lo quedado:

me duele ese doler, ese azur,

esa elegía; contigo he hecho

una noche

donde cae una lluvia que mora

en las cosas y que no es inminente

sobre mí sin haber herido el cielo.

Oh lo anochecido...

Haz del hacer un morir recordándome.

Haz que las rosas se llenen de todo

lo que no son.

Haz que yo no contemple los atenuados

jardines como a graduales desdichas.

Haz que aporte mi nada, pues soy

a todos los lugares lo que todos los lugares

son a los reflejos.

Haz todo del poema.

No concluyan tus manos

entre las mías: tú eres alguien y yo

ya fui lo ido mas no soy lo quedado.


Oh lo anochecido...

Fueron invadidos nuestros huesos

por una piel última y sola y ahora

no poseo nocturnas cosas.

Requiere de mi ausencia.

¿Por qué me sucediste?

¿Por qué me sangraste?

¿Por qué sabes del color que me hizo nada?


Y ahora concluyo el todo

con la fragilidad de dejar

y el cielo se ensombrece con mi forma

(deberé ser triste de otras maneras)

y la voz que a la noche ensombrece

dice lo delicado de silenciarse en lo contemplado:

La anochecida sangre.

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