10. Recuerdos entre dolores

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(***)

Me levanto de la silla bruscamente y la misma se tambalea al punto de caerse, pero logro sostenerla antes de que impacte contra el suelo. Gracias al cielo mi invitado está tan embelesado en su celular que no se da cuenta. Me alejo un poco de la estancia para poder hablar.

—¿Qué demonios quieres ahora? —pregunto con un tono más bajo de lo normal.

Tenía un tiempo que no escuchaba su voz, porque siempre ignoraba sus llamadas y mensajes... y al parecer el idiota cambió de número. Me agarró desprevenida.

¿Extrañabas mis llamadas? —ignora mi pregunta —disculpa, cielito, había perdido mi celular y para comprar otro tuve que hacer unos arreglos.

—Deja ya de llamarme, me tienes harta, —hago hincapié en la palabra —¿me escuchaste? No quiero seguir hablando contigo ni saber de ti.

Su risa arrogante y burlona se escucha desde el otro lado de la línea. Miro de reojo a Dylan. No presta atención, bien.

No seas grosera —su tono ha cambiado —, siempre deseando las cosas y rechazándolas —en un sonido se escucha como abre una puerta —. Soy tu novio, deberías tratarme con amor y decir cosas lindas, ¿tan poca experiencia has tenido?

Inhalo aire lentamente y lo suelto por la boca, tratando de relajarme. No respondo. El silencio se hace largo y me permite repasar cada cosa que pasó entre nosotros. Las buenas quedan muy abajo, en las fechas de inicio de la relación. Ya luego, todo es celos, limitaciones y dolor.

—¿Amorcito? ¿Volviste a dejarme? —pregunta con su voz engañosa. Convencería a cualquiera de que es un chico bueno, cuando en realidad, solo es una faceta.

Hago un arco con mi mano desde mi boca hasta el micrófono del celular, para que no se escuche más allá lo que diré a continuación.

—Deja ya de decirme amorcito —más que decirle, le ordeno —. No soy absolutamente nada tuyo, eres horrible. Aléjate de mi vida y de mi completa existencia. Puedes irte a donde se te pegue tu gana, pero que sea lejos de mí.

Un silencio de cinco segundos se establece en la línea.

Estás susurrando —afirma usando la misma voz de siempre que le iba a dar su maldito ataque de celos —. ¿Quién está contigo?

Por acto reflejo miro a mi vecino. El movimiento brusco que hice al voltear la cabeza hace que fije su atención en mí. Me comienzo a morder las uñas, y es un gran error, ya que nota al instante mi nerviosismo y se pone de pie con rapidez y camina hacia mí, pero niego con la cabeza lo más rápido que puedo y le hago un ademán con la mano para que se detenga.

—Es una de las muchas cosas que deberían dejar de importarte de mí.

De un momento a otro, Dylan se encuentra ya detrás de mí. Me coloca una mano en el hombro que me manda escalofríos debido a los momentos y recuerdos. Muerdo mi labio inferior con una presión que hasta podría sangrar. Él me da un leve apretón en el hombro y eso me hace mirarlo. Con los labios y sin hacer ningún ruido, articula un "¿qué ocurre?", a lo que yo no respondo, pero para que no diga más, hago una señal de silencio con la mano indicándole que no hable, mientras hacemos eso, mi ex sigue hablando.

—... cometí un error..., eso creo. Pero sabes perfectamente que aún me quieres y no puedes superarme. Extrañaste que no te llamara, extrañas mis besos y cuando hacíamos todas esas cosas en mi...

—Cierra la maldita boca y déjame en paz.

Tarda unos segundos en responder, Dylan extrañamente se tensa a mi lado.

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