2. Instituto Pyrex

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Tres horas en carretera.

Hizo un calor de perros pero luego de unas tres paradas para el baño y comer alguna chuchería llegamos al aclamado Instituto.

No fue triste la despedida pues iba a regresar cuatro meses después. Max, por otro lado, sí se puso sentimental diciendo que le trajera al menos una camisa con lo del Instituto. En respuesta le pregunté que si había investigado sobre el instituto y me dijo que se le había olvidado pero lo haría tan pronto me hubiese ido.

La entrada es un portón gigante de color negro y con la letra «P» como logo en el centro del mismo hecha de un color dorado reluciente. El portón está rodeado de una inquebrantable e inmensa barrera de muros de piedra que no muestran el instituto desde afuera.

En cuanto papá dice quién es por el comunicador de la entrada el portón se abre y un camino de tierra largo se presenta frente a nosotros. A los lejos se ve el gran castillo y la idea de verlo de cerca me pone los vellos de punta. Como papá dijo es una extensión de hectáreas verdes con árboles.

Papá arranca el auto y observo desde lejos una cancha de tenis, fútbol americano, de voleibol y hasta béisbol. Mientras más nos acercamos más grande se ve el castillo con sus árboles en la entrada haciendo una sombra. Las canchas y zonas de juego son inmensas, increíbles. El estacionamiento está un poco lejos del castillo, sin embargo, alberga una que otra camioneta, automóvil y autobús con la misma «P» del portón.

Papá estaciona junto una Ranger Rover.

— ¿Y...?

—No lo digas —pido con voz monótona.

—Ni siquiera quisiste que te hablara de esto en la casa.

—No me apetecía —digo suavemente mirándolo de soslayo.

Papá suelta un suspiro y después sale del auto siendo sorpresivamente atendido por una monja —que salió de quién sabe dónde—, dos hombres en trajes perfectos se unen unos instantes después y otro señor que seguramente va a coger las maletas de la cajuela se acerca detrás de ellos.

Por mi parte me quedo en el auto cruzando de brazos y con el celular en el regazo. Mi mente está únicamente en que no hay vuelta atrás sabiendo que ahora estamos en el reformatorio —aunque papá insista que no es un reformatorio— y mis posibilidades de librarme de esta son nulas.

Bufo, echándome el flequillo para atrás.

Escucho poco como papá habla con la monja y los dos hombres, presentándose, siendo agradable. La mujer entonces, muy alegre le pide que deje ver quién es el nuevo integrante de la institución y yo, aterrada por lo que sea que vaya a encontrarme veo sobre mi hombro el vidrio de atrás encontrando a papá haciéndome una seña desde donde está con los demás dejando en claro que me baje del auto y deje lo ermitaña.

Me tomo mi tiempo abriendo la puerta. Mi celular timbra demasiado con el tono específico que le tengo a Max y eso me deja algo confundida por tanta insistencia.

Me dijo que investigaría el lugar pero no me ha dicho nada desde esta mañana.

Ignoro el celular saliendo del auto, camino unos pasos después de cerrar la puerta del carro. Y entonces, quedo frente a la mujer, los tres hombres y papá. El silencio reina. Lo que más me sorprende son las caras de los hombres y la monja quienes están desconcertados y sorprendidos.

El señor que agarró mi maleta la suelta mirándome igual que los demás al percatarse de mi existencia.

La monja se persigna diciendo algo en voz baja.

High School Pyrex ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora