17. Amor juvenil

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Que mamá regrese.

Sobre las palabras hay distintos tonos de colores, bolígrafos y marcadores, aún así, la caligrafía y el deseo están impresos en mi mente.

Debería decir que tengo una familia saludable y que nada me hace falta, cuando en realidad, mi familia está rota y me hace falta la otra persona más importante en mi mundo.

Mamá tiene metastasis pulmonar.

Todo empezó cuando regresamos de las vacaciones cuando nos quedamos donde la abuela Katty por tres semanas. El abuelo Darwin murió de cáncer mucho antes de que yo naciera, tarde o temprano a mamá le pasaría, según los doctores y las conversaciones que escuchaba a escondidas que tenían mis padres todo lo que sufrió mi abuelo era hereditario.

Solo tenía seis cuando la diagnosticaron. Tres meses después fue internada en un hospital del condado con todas las comodidades y tratamientos que a ella le favorecen. A los siete años sin mi madre en casa empecé la lista, el deseo porque mamá volviera se volvió sagrado y tuve que plasmarlo en mi lista porque sabía que algún día se volvería realidad. Muy a mi pesar, tres años después de no ver señales de mejoría y que no regresaría empecé a tachar el deseo.

Todos me dijeron cosas, toda mi familia vio mal que internaran a mamá pero era la única opción y forma de que estuviera viva un poco más. Cada palabra se grabó en mi mente, cada queja, cada siseo despectivo de una tía o un tío. Para mí las cosas siempre han sido diferentes. Para mí, el saber que mi madre aún sigue con vida es lo mejor pese a la distancia que nos separa.

Al principio, los tres meses que estuvo en casa fue algo difícil para ella, tener que respirar con aire prestado, la pérdida del cabello, el problema que era para ella subir las escaleras de la casa. Todo fue difícil. Sin embargo, siempre se encargó de tener una sonrisa en los labios y nunca mostrarse de algún modo convaleciente conmigo a su alrededor. Papá y yo le compramos una peluca que la hizo reír, la llevábamos al parque y a la playa de vez en cuando. Y, todas las noches, cuando faltaban minutos para que yo me fuera a dormir, ella, papá y yo nos acostábamos en el patio trasero de la casa a mirar las estrellas.

Por eso las estrellas me recuerdan a ella.

He destacado desde un principio que ella es lo mejor que tiene el mundo para padecer algo tan malo. Nadie puede cambiar mi pensamiento.

El último año no la he visitado porque temo ver algo peor de lo que ya había visto los años anteriores. Ella ha adelgazado, su cabello rubio con un corte al estilo Tom Cruise le queda maravilloso, tubos están en sus costados y una máscara de oxígeno reposa en su rostro. Eso es algo que no me gusta ver porque no me gusta recordarla tan mal.

No obstante, siempre la seguiré amando esté como esté.

Lo único que nos separa en este momento es una ventana de vidrio que me deja verla acostada en la cama. Entubada.

Recayó. El líquido viajó a sus pulmones, se asfixió por dos minutos hasta que la salvaron.

El lugar huele a antiséptico, alcohol y medicina. Me gustan los hospitales. Me gustan el olor, el aire acondicionado y las botanas de la cafetería. A diferencia de papá que odia los hospitales.

—La doctora Daisy dijo que está estable —anuncia papá.

Asiento automáticamente. Giro viendo sobre mi hombro a papá.

—Y así querías que fuera a casa —murmuro algo acusatoria —, si lo hubiera estado, ella no estaría aquí, en el mundo.

—Ava...

High School Pyrex ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora