5. Viejos deseos

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Ya han pasado dos semanas en Pyrex.

No sé cómo es que he sobrevivido pero es sábado y como día libre me la he pasado leyendo sentada en los escalones que dan a las hectáreas verdes atrás del castillo.

Lo que puedo decir de los chicos en pocas palabras sería básico: han sido amables y hospitalarios. Me han cubierto en varias tareas y hasta diría que me han salvado más de una vez en situaciones vergonzosas. También hay que decir que he ganado la apuesta, y Ares no me ha dado sus sábanas porque yo misma el día que la apuesta se acabó fui en busca de más sábanas para mí.

No dejaría que pasara frío, ni él, ni yo.

Mi papá me ha llamado cada que puede por los teléfonos de Pyrex, siempre diciéndome que Phoebe y Max están siempre al pendiente de mí y quieren saber cualquier novedad que pase de mi vida en Pyrex. Le he contado sobre los chicos, sobre la comida espantosa que sirven aquí y que aunque no parezca hay mucho que hacer. Nuestras conversaciones terminan con un te quiero y te extraño cosa que me hace sentirme un poco triste pero, no puedo hacer mucho al respecto.

Paso la página del libro. Hay una biblioteca aquí, me ha servido de mucho como medio de distracción, la descubrí en mi sexta noche aquí que Ares la comentó con Conan y me puse a investigar. Ha sido un gran escape.

de repente, dos manos se posan sobre mis ojos y frunzo las cejas cuando ocurre.

— ¿Quién soy?

Esbozo una sonrisa. Ese acento español es reconocible donde sea.

—Suelta, Ares, que estoy leyendo —musito risueña. Él cumple lo que le pido para luego tomar asiento junto a mí.

Sus ojos divagan por la extensión verde de césped y árboles que hay a nuestro alrededor. No puedo evitar no verlo de reojo; hace tres días que se fue a cortar el cabello como le gusta y se le ve de ensueño, también le han aparecido ojeras a causa de la falta de sueño porque se la pasa leyendo en la noche. Aún así, se ve imponente.

Y he descubierto que ellos, todos ellos, los de mi grupo claro; tiene dieciocho años.

Cierro el libro con mi dedo índice en las páginas por donde voy.

— ¿A qué se debe tu presencia aquí?

Gira a verme, el avellana de sus ojos es neutro al igual que su expresión. Él simplemente es impasible a más no poder, todo el tiempo que he estado aquí no lo he visto sonreír.

Jamás.

Encoge un hombro.

—Acabo de terminar los deberes —responde.

— ¿Y los muchachos?

—Se quedaron en el cuarto haciendo ejercicio —añade.

Doy un asentimiento. Voy a ponerme a leer de nuevo cuando me detiene:

—Podemos irnos —frunzo el ceño llevando mi mirada en su dirección. En cambio él ve al frente.

— ¿A qué te refieres? —pregunto con el corazón acelerado.

—Los Pyrex nos dan permiso de salir un día completo de aquí y yo me he tomado mi día hoy. Tal vez salga en una hora.

—Entiendo —murmuro mirando mis zapatos y apretando el libro contra mi pecho —. No te preocupes, los chicos y yo no haremos nada malo mientras no estés.

—Sé que harán algo malo, no me mientas—masculla y no puedo evitar reírme, quizás nos descubrió, ups —, lo que trato de hacerte entender es que si me he tomado mi día libre hoy es porque me gustaría invitarte a que tomes el tuyo también.

High School Pyrex ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora