18. Tormentosa interrupción

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- ¿Qué tal si te respondo eso en la feria?

-Dudo mucho que asista -no pretendo sonar pesimista pero con el estado en el que mamá se encuentra se me dificulta ir a la feria.

- ¿Qué días estás disponible entonces?

Muerdo mi labio inferior. Muy posiblemente no será pronto, dado que, mi madre aunque no esté consciente de mi presencia en el hospital me necesita.

-Siendo completamente sincera no va a ser estos momentos, Ares, discúlpame.

- ¿Cuántos días estarás aquí? -miro sobre mi hombro la arquitectura del hospital. Indefinidamente no sé cuánto estaré aquí, asistiré a clases claro está, lo que no sé es si iré a casa luego de la preparatoria.

-Depende de como se encuentre la persona por la que estoy aquí.

Ares exhala con esa comprensión desilusionada, sin embargo, su rostro no muestra discordia con mi decisión; en su lugar, se muestra comprensivo cuando me ahueca las mejillas entre sus ásperas y frías manos. Me brinda una sonrisa afable y besa una última vez mis labios.

-Estaré pegado al móvil -dice -, por si quieres ya sabes desligarte de lo que te acongoja -no me da tiempo de decir nada cuando me suelta dejándome más fría de la que ya estoy. Con él todo parece aumentar diez grados.

Se gira sobre sus talones sin despedirse, se dirige a su auto a paso cauto. Quiero detenerlo y explicarle lo que sucede; mas, mi boca se alía con mi lengua para dejarme muda e incluso insignificante.

Se sube a su auto, da la vuelta y desaparece por la calle sin más nada que escuchar de mi parte ni más nada que decir de su persona. Meto las manos en los bolsillos de mi sudadera, e inconscientemente muerdo mi labio inferior rememorando el beso que me dio. Admito que no me lo esperaba pero me ha dejado impresionada y satisfecha.

Regreso al hospital donde papá está parado frente la puerta de la entrada con las manos enterradas en los bolsillos de sus vaqueros. El ceño fruncido no hace más que traerme incógnitas y preocupaciones.

Sé en una parte de mí que muy seguramente él vio lo que pasó con Ares.

Cada sospecha se confirma al cabo que pregunta -: ¿El de tu lista? -Avergonzada asiento sin mirarlo. Las orejas y la cara me arden. No obstante él continúa su diálogo -: ¿Cuál es su nombre?

-Ares.

Suelta una risa de sopetón con aire sarcástico.

-Esos nombres que les ponen a sus hijos -su sonrisa desaparece cuando me ve a mí en sí y no la puerta de la entrada -. Asumo que es con quién estudiaste en el reformatorio.

-Sí...

- ¿Es una especie de Stefan Salvatore?

No evito reír.

-Tal vez.

- ¿Tal vez? -Pregunta con un fingido asombro -Iré comprando las estacas.

-Papá -regaño sin perder la sonrisa.

-No puedo mentirte, Ava, no me gusta ver esas escenas ¿Me doy a entender? Eres mi hija.

-Comprendo tu preocupación, papá, pero no hay de que alarmarse, Ares no es un aprovechado.

-Fingiré que te creo -dice no solo haciendo que me sienta ofendida sino que hasta me saca una risotada traicionera -. Solo tienes dieciséis.

-Lo sé.

-Sé que he estado haciendo un buen trabajo cuidándote sin tu madre pero por favor no te me desvíes del camino. Los chicos te distraen de la escuela.

-No pasará -prometo.

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