20. Tinta negra

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Stephen Leons es el hijo de Daisy.

Ahora todo tiene sentido.

Como me explicó -antes de que empezara a considerar ponerle una orden de restricción- conoce a mi mamá por las visitas que hace por Daisy. Él, al igual que toda mi familia está súper informado de la condición de mi madre ya que, le ha agarrado un gran cariño a la mujer que me trajo al mundo.

Si no lo he visto en el hospital es porque él lo ha querido así. No ha visitado a mamá desde que recayó y cuando se enteró por Daisy que mi mamá despertó no pudo con la alegría, tanta fue la emoción que la visitó fuera de horario de visitas y al mismo tiempo que yo me encontraba en la feria con los muchachos.

¿Quién dice que el mundo no es un pañuelo?

—No sabía que le tenías tanto aprecio. No sabía nada de ti porque no había visitado a mi mamá en meses —duele más decirlo que pensarlo. El rubio me pasa una mano por la espalda a modo de consolación —, tampoco fue que me dijo todo de ti cuando la visité después de tanto tiempo.

—Soy la parte dulce pero en el fondo del pastel —se encoge de hombros con una sonrisa socarrona.

Ambos después de la plática sobre su identidad y mi madre nos vinimos a pasar lo que restaba del receso en las gradas del campo a ver la soledad del espacio deportivo.

— ¿Sabías quien era yo desde un principio?

—Tu cara no, pero el nombre sí. Dayana le encanta hablar sobre ti y tu papá, tiene la esperanza de que en cualquier momento volverá con ustedes a casa.

"Yo no… El deseo me atormenta."

— ¿Si? Me gusta su positivismo —opto por decir.

Si le llego a decir que no tengo la esperanza de que mamá vuelva a casa posiblemente me grite que estoy fuera de mis cabales y que necesito ir a terapia.

—Me habló mucho de ti.

¡Oh! ¡Que horror! —chillo escondiendo mi cara entre mis manos.

Stephen suelta una carcajada cargada de muchas risas mientras yo asimilo que mamá no le haya dicho algo vergonzoso de mi infancia.

— ¿Es cierto que te tiraste de una ventana para no ver a un tío?

Tía —corrijo —. Si la situación se repite, créeme, lo haría de nuevo —me uno a sus risas mirando las gradas vacías frente nosotros —. Me recuerdas a alguien.

— ¿En serio?

—Lo conocí hace cuatro meses atrás. Se llama Seth, tenía tu misma... —señalo en círculos su pecho —Carisma.

—Me halagas, preciosa.

—Tampoco te quiero inflar el ego, quiero dejarlo en claro ahora mismo.

—No pasará —asegura alzando su dedo pulgar.

El tiempo trascurre con normalidad. En un chasquido ya estamos de vuelta en el interior de la preparatoria con estudiantes pisando nuestros talones para entrar a sus respectivas aulas de clase. Acto seguido, la jornada escolar sigue su curso.

— ¡Libre al fin! —canta de júbilo Max cuando salimos de Pyrex. Las clases, tengo que admitir, que hoy estuvieron pesadas, —Bennett no va a fastidiarme por un buen rato con las prácticas y ese tipo de cosas —se quita la chaqueta del equipo arrojándola al interior de su auto. Me exige entonces la sudadera que le pertenece.

Fuera de esa tela pesada y que me cubrió desde el receso me tengo que abrazar a mí misma porque por un lacónico segundo me siento desnuda.

— ¿Vamos a Carátulas o tienen que hacer algo antes? —Max da un aplauso con sus manos, las frota y nos ve expectante a Phoebe y a mí que no hemos dicho palabra desde que salimos de Pyrex.

High School Pyrex ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora