3. Nueva estudiante

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Luego de pensarlo un rato no puedo evitar preguntar:

— ¿Ustedes sí creen que vaya a comerme viva por ser una chica? —veo más que todo a Ares y a Conan sintiéndome valiente por un corto momento. Conan baja el vaso de sus labios. Me sonríe altanero, con ese piercing y esos dientes perfectos.

— ¿Qué crees que pase con una chica en una escuela solo para chicos? —pregunta, obvio —La puerta de la habitación va a ser derrumbada por todos esos chicos necesitados de sexo, baby girl.

Una opresión en mi pecho se hace presente.

"¿En dónde me vino a meter papá?".

Giro a ver a Justin que está más concentrado en pelear con Robin acerca de decirle coreano en vez de chino, y luego paso a ver a Ares que está igual de pensativo que yo.

—Hay que decirle a la madre superiora —asimila el español, dejando la charola con comida sobre la mesa levantándose e indicándome seguirlo con un ademán de su cabeza.  Cumplo su orden poniéndome de pie. Dejamos a los chicos atrás empezando a caminar fuera de la cafetería entrando al interior del castillo en dirección a quién-sabe-dónde por Sor Margareth.

—Ares, detente —pido —. Dos pasos tuyos son seis míos —odio ser tan bajita, comparado con los chicos yo les llego si bien es por el cuello, la mandíbula o los pectorales. De ahí, no paso.

—Apresúrate, no debemos perder tiempo.

— ¿Escuchaste lo que te dije? —pregunto con recelo.

—Estoy más preocupado por lo que vayan a decir acerca de ti en Pyrex a que tus quejas sobre mis zancadas largas —dicho eso, vuelve hasta mí tomándome del brazo volviendo a hacerme caminar. Me cuesta ir a su ritmo, mas, no tardo en cogerle el paso e ir rápido como él, claro, parece que estoy trotando mientras el camina.

Cruzamos un pasillo y un vestíbulo. Luego doblamos en otro pasillo terminando en uno más ancho que los demás que cruzamos. Este tiene colgado otras obras de arte en sus paredes de color durazno y pisos de madera. Las ventanas iluminan la extensión del pasillo, y dos monjas nos pasan por el lado cuando cruzamos la esquina del pasillo por donde vamos.

—Ares —lo llamo —, detente, por favor —el rubio adelante de mí se detiene mirándome —. No tiene caso, van a anunciar que soy una chica, que aquí en Pyrex hay una chica —me corrijo.

—Ni hablar. ¿Crees que por tu culo bonito voy a aguantar a estudiantes pubertos en la puerta de la habitación? Discúlpame, Ava, pero no.

"¿Dijo que tengo un trasero bonito?". No, no, Ava. Concentración.

Sacudo la cabeza saliendo de mis cavilaciones.  Mantengo mi compostura cruzándome de brazos bajo la atenta mirada avellanada de Ares. Suelto un bufido asintiendo, de repente, me coge de la muñeca derecha jalando de mí hasta la oficina de Sor Margareth —la cual no estaba tan lejos de lo que pensaba.

—Diga que es otra cosa —no hay presentación, ni saludo, ni nada por parte del chico frente a mí en el momento que entramos a lo que es la oficina con muchas cosas religiosas. La madre superiora se baja los lentes de lectura de forma de un delgado rectángulo de cristal por el puente de su respingada nariz y nos observa con determinación; primero a Ares y después a mí.

Entrelaza sus dedos —luego de soltar un papel que leía— sobre su escritorio de madera con más objetos religiosos, portarretratos y una libreta con muchos escritos. También tiene una biblia. Su oficina cuenta con un Jesucristo crucificado en la pared detrás de ella y eso me da cierta invasión en el cuerpo ya que parece que la estatuilla nos observara; hay también una sola estantería en la esquina manteniendo libros los cuales deben de carecer de los siete pecados capitales o, tal vez, estoy subestimando la lectura de la monja frente nosotros.

High School Pyrex ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora