11. Cumpliendo deseos

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— ¿Qué?

—Que si puedes besarme —repito

La mirada que me echa es incomprensible y, a su vez, la más perfecta de todas.

— ¿Por qué quieres que te bese?

Encojo los hombros.

—Es un capricho —Ares arquea las cejas sorprendido por mi respuesta. Asiente cortamente acercándose dos pasos más hasta mí, donde las puntas de sus zapatos tocan las puntas de los dedos de mis pies, donde la madera de la puerta de la entrada choca contra mi espalda enfundada en una camisa porque está tan cerca de mí que siento su calor.

— ¿Es un capricho? —La voz se le ha enronquecido por las emociones, quizá, y me encanta.

—Sí —jadeo con su boca tan cerca de mí.

Un golpeteo desencadenado se presenta en mi pecho cuando está así de cerca conmigo. Puedo oler su fragancia juvenil, varonil... Y a su vez el delicioso olor de menta en su aliento frío.

—Yo creo que, no es un simple capricho, bonita —refuta subiendo sus manos hasta donde mi mandíbula y mi cuello se juntan. El simple toque me desencadena las ideas —. Yo creo que de verdad lo quieres.

Se me acerca con intención de cumplir lo que sea que quiero, y, cuando sus labios rozan los míos veo miles de colores, millares de sentimientos que, de un segundo a otro, se rompen... Cuando él corre la cara besándome la mejilla.

—No deseo ilusionarte —dice con tono quedo —, tampoco quiero que te hagas falsas esperanzas conmigo.

—Ares —digo sin aliento en el instante que se queda a centímetros de mí, con su rosada boca cerca de la mía. El escalofrío que me recorre toda la espina dorsal es deliciosamente grave —, tú dijiste que un beso es un beso, no es un compromiso, es solamente un beso...

Y, así, choca sus labios contra los míos.

No es un beso corto como el que nos dimos anteriormente, este... Este es un beso en todo el sentido de la palabra. Desde el mordisco en mi labio inferior por parte suya hasta sus manos atrayéndome buscando profundizarlo. Él sabe a menta; sabe a dulzura; sabe a cariño; sabe a todo lo que quieren las chicas.

Sabe a amor.

Su mano llega hasta el cabello de mi nuca y tira de él hacía abajo echando mi cabeza hacia arriba. Profundiza un beso salvaje sobre mis labios haciéndome emitir involuntariamente un torturado sonido desde mi garganta. Pese a mi inexperiencia con los besos el español no duda un segundo en hacerme una pequeña clase improvisada en el momento que me sonríe. Me muerde el labio arrastrando los dientes por él, la manera en la que lo hace me descoloca y siento mis piernas temblar con cada besuqueo. Lento, irrumpe con su lengua mi boca y quiero chillar del susto cuando lo hace; pero me relajo y el beso se vuelve húmedo y provocador.

Su lengua busca la mía con cautela, esperando que yo al menos sepa cómo reaccionar. Sin embargo, tímida, no hago lo que quiere por lo tanto las manos del español que antes sostenían mi cabeza bajan por la curvatura de mi espalda hasta anclarse en mis caderas tomándome con posesión aprisionándome entre la puerta y su bien formado cuerpo de adolescente. Su cabeza va a la izquierda de modo que la mía va a la derecha. La manera tan arraigada en la que me tiene atrapada es asfixiante, es indecorosa y no me reconozco cuando hago puños mis manos en el borde de su camisa. De un momento a otro sus manos dejan mi cuerpo para irse a la madera de la puerta a los lados de mi cabeza yo subo mis brazos y los cruzo detrás de su cuello sintiendo esa firmeza en su hombros, ese calor que irradia tan embriagador.

High School Pyrex ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora