14. Preparatoria Orange

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Es octubre.

El verano pasó tan rápido que siento y me he quedado en el día cuando papá vio mis calificaciones. También la abuela Marcie y el abuelo Jace se fueron a su ya remodelada casa y yo llamé al fin a mi abuela Katty.

Y con respecto a la lista; sigue vacía.

Parecía ayer cuando estaba entrando a High School Pyrex. Hoy en cambio estoy entrando a la preparatoria Orange como cursante de último año sin expectativas de qué o qué va a estudiar en la universidad.

Este año el director toma al menos diez minutos de su tiempo para charlar con nosotros acerca de qué universidad elegiremos para ingresar en ella y que carrera nos gustaría tomar.

Esa charla ocurrirá a finales de junio, a mí se me pone la piel de gallina de solo pensar que eso pasará.

Doy una fuerte inhalación al poner mis pies en la entrada de Orange. En Denver Colorado el aroma a regreso a clases se siente en cada esquina.

— ¿Me prometes que mejorarás tus notas? —la voz de papá llega a mis oídos, ruedo el cuello mirándolo, doy un asentimiento casi frenético.

A veces el regreso a clases me pone eufórica.

—Un diecisiete o dieciocho asegurado en mi boletín de último año.

—Eso espero, Ava —siento que me regaña aunque lo haga parecer sutil —, ten un buen regreso a clases, recuerda que estaré en el taller hasta tarde por lo que puedes ir a la casa de tu abuela Marcie.

—Lo tengo todo claro, papá —asiento segura —. Aprovecho y le compro de esas gomitas que tanto les gustan al abuelo.

—Te veo en la noche entonces —deja un beso en mi cabeza antes de emprender camino a su auto estacionado a unos pasos de la preparatoria. Giro el cuello una vez más viendo la entrada abarrotada de estudiantes.

Un sentimiento casi eufórico surca la extensión de mi pecho llenándome el alma de buen ánimo, excelente humor.

Phoebe y Max ya debieron de haber llegado por lo que me aproximo a la puerta principal de Orange. El olor a aire acondicionado inunda mis fosas nasales en el instante que entro a la preparatoria, veo los carteles nuevos del equipo de fútbol americano de Orange y la cartelera para unirse a grupos está siendo llenada por los nuevos del comité de alumnos del otro curso de último año.

Encuentro a Phoebe hablando con Max, están caminando por el ancho pasillo de la entrada. Max viene con sus típicos suéteres con logo de raperos y Phoebe con dos rodetes en su cabello recordándome a la caricatura de Pucca.

Cuando los dos me ven se aproximan a donde estoy dándome un abrazo caluroso aunque nos hayamos visto la semana pasada. Estamos igual que varios en Orange que también se abrazan o se saludan luego de cuatro meses de vacaciones de verano.

— ¿Sienten eso? Se llama el poder de último año —miro a Max que está con los ojos cerrados y la barbilla en alto.

Phoebe básicamente lo imita y luego de unos segundos lo hago yo.

Nos aproximamos entonces a nuestros casilleros. El típico color rojo ha sido reemplazado por un color azul cielo y amarillo chillón, es un patrón bastante normal. Mi casillero es azul ahora.

Las pocas cosas que dejé de junio de este año siguen aquí, lo único caducado en el casillero es el pedazo de pastel que olvidé sacar, pero tan pronto lo veo voy a deshacerme de él.

—Los horarios están rudos —comenta Max revisando la hoja de nuestro horario —cortesía de su mamá la secretaria de Orange— que tomó esta mañana —. ¿Deberíamos asustarnos cuando les digo que la palabra «avanzada» está en matemáticas, física y química?

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