27. Libreta materna

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No está lloviendo.

El pronóstico del clima dijo que llovería pero nada de eso ha ocurrido. Nadie me ha dicho algo además de mis familiares a los que no he visto hace mucho.

Mis tíos -Rick y Mandy- no me han dicho nada y no puedo agradecerlo más. Escuchar algo de ellos terminará quebrándome.

El cementerio estaría vacío sino fuera porque estamos todos en el funeral de mamá. La urna café en donde ella está me atormenta, la imagen me duele, me molesta, me arde. Los adultos, todos ellos están reunidos en donde hacen los rezos para sepultar a mi madre; a diferencia de mí que estoy en una pequeña colina viendo todo desde ahí.

Phoebe deja caer su cabeza en mi hombro mientras observamos lo que hacen.

Los ojos me queman, lloré durante todas las noches desde que ella se fue. La llamada de Daisy ocurrió a las tres de la mañana, recuerdo escuchar los pasos de papá y también ver como la luz se entrometió por mi habitación cuando la encendió.

No hacía falta reconocerlo, nadie llamaba a las tres de la mañana porque sí a menos que fuera grave.

Mi mamá murió luego de luchar contra la metastasis, su corazón dio todo lo que pudo, su sistema también pero todo se fue cuando la máquina que media sus signos vitales anunció la pérdida de su vida.

Papá fue a mi cuarto, no me dijo nada, simplemente encendió la luz y dos segundos después estaba abrazándome por la espalda mientras yo lloraba a moco tendido sobre mi almohada. Durante tres días, después de una jornada estudiantil larga llegaba a casa y lo único que hacía era meterme al ático, ver los vídeos caseros y llorar. Lloré tanto que los ojos los tengo hinchados.

Paso saliva cuando el nudo en mi garganta -ese que debía de haber desaparecido- vuelve a crearse.

Phoebe aprieta mi brazo soltando un suspiro por la nariz.

No soy buena aceptando la muerte, nunca lo he sido, miento si digo que lo soy, mentía diciendo que aceptaba que mi madre muriera pues ya nada podía salvarla. Soy una mentirosa.

Papá está en la primera fila de los que están sentados presenciando el funeral. Mi abuela Katty llora contra su hombro y mis abuelos están a su derecha mirando todo. La abuela Marcie también llora contra el hombro del abuelo Jace. Tíos, tías, primos, primas, familiares que no conozco del todo bien están aquí... No, están allí; viendo lo que yo no quiero ver ni de cerca.

En mi mano izquierda está la lista de mis deseos, la aprieto entre mis dedos sintiendo el material arrugado, el como me lastima. Recargo mi cabeza en la de Phoebe.

Pasan unos minutos cuando me decido en bajar e ir a sentarme junto a papá y a mis abuelos. Por obra y gracia de mi padre el sacerdote ha anunciado que diré unas palabras. Ni siquiera sé que decir, no hay nada lúcido en mi cabeza como para que me ponga a decir algo, ni siquiera amando a mi madre como lo hago puedo decir cuánto la extraño, no cuando mi cabeza solo repite el patrón de que ella murió y no está conmigo.

El sacerdote termina de hablar, hace una seña anunciando mi presencia, y, apenas pongo las manos en el podio casi siento que el mundo cae sobre mis hombros.

Los ojos se me empañan.

Doy un muy innecesario discurso de despedida. Digo cosas que no les presto atención, me nuestro fría contra la muerte y la pérdida de mi madre, muchos se muestran confundidos por mi comportamiento pero en los ojos del abuelo Jace puedo dilucidar el como es el único capaz de entender el extraño discurso que doy.

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