5- Salto de tiempo

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Estar con los Dursleys era lo peor que le podía pensar en la tierra, pensaba Harry mientras caminaba por las calles de Privet Drive, en silencio. Después de todo lo que había pasado el curso anterior, el Torneo de los Tres Magos, la muerte de Cedric... sentía que se estaba volviendo loco con todo lo que había sucedido.

Y ahora sus amigos simplemente no le escribían nada, nadie le decía lo que estaba sucediendo en el mundo mágico, nadie le daba noticias. Tenía que encontrar la manera, por su cuenta, de robar periódicos de los basureros y de ver el noticiario con sus tíos para enterarse de si algo había sucedido con respecto a Voldemort y sus seguidores.

¿Cómo podía seguir así? Ni siquiera Sirius le escribía, Sirius, la persona en la que más confiaba en la tierra, no le contaba nada.

Se sentó en uno de los bancos que había en la plaza que Dudley y sus amigos ya habían destruido casi por completo, sin saber qué hacer. ¿Cómo podía pedir ayuda? ¿Cómo podía lograr que alguien lo entendiera?

Por un momento su mente volvió a Severus Snape, el padre al que nunca le había contado la verdad, el padre al que nunca había querido. Ese bastardo le había hecho la vida imposible desde el primer momento que lo había conocido, Harry no había hecho nada para evitarlo... le podría haber contado, le podría haber dicho la verdad. Pero no había sido capaz. De verdad creía que le habría destruido la vida a Snape si hubiera sabido que Harry era su hijo... y con todo lo que había pasado durante los años entre él y Snape, estaba seguro de eso.

Miró el suelo, sintiéndose más solo que nunca. Sintiéndose realmente triste, sintiendo que nunca tendría a nadie que realmente lo entendiera, que lo quisiera, cuando un sonido desde detrás de las plantas llamó su atención.

Harry se volteó lentamente, sacando su varita, sintiendo, de alguna manera, que estaba siendo observado. Miró a su alrededor, pero no había nada. Nadie estaba allí.

Sería mejor que volviera a la casa. Algo le daba un mal presentimiento.

Se levantó y comenzó a correr, a correr, a correr, sin parar. Sentía, escuchaba, los pasos de alguien siguiéndolo, de alguien corriendo detrás suyo, pero no podía verlo. Empezó a asustarse, empezó a entrar en pánico. Había algo, o alguien, detrás suyo, y él no era capaz de verlo.

Le faltaban todavía cuatro calles para llegar a la casa de sus tíos, y algo le decía que no llegaría, que no lo lograría. Cruzó la calle sin mirar, corriendo por su vida, y eso fue lo último que pensó antes de sentir un gran dolor.

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Cuando Mundungus, que corría como podía detrás de Harry con la capa de invisibilidad, notó que el chico iba a cruzar la calle, se calmó, después de todo, casi al frente estaba su casa, y ahí Mundungus terminaría su turno, y otro tendría que ir a cuidar al insoportable adolescente.

Pero cuando un auto a toda velocidad pasó por la calle y atropelló a Harry con todas sus fuerzas, Mundungus sintió que su estómago se llenaba de piedras.

El chico voló por los aires, golpeándose con la parte delantera del auto, y cayó con fuerza sobre el suelo, de estómago, claramente inconsciente.

Los vecinos comenzaron a salir de sus casas, a ver lo que había sucedido. El choque había sonado demasiado fuerte, y había llamado la atención de todos los vecinos.

No menos de 10 hombres y mujeres corrieron al encuentro del chico, que no se movía en lo más mínimo. Se arrodillaron a su lado y empezaron a gritar cosas como:

-¡Llamen a la ambulancia!

Mundungus, bajo su capa de invisibilidad, no sabía que hacer, no sabía si debía moverse e ir donde el chico, o desaparecer y esconderse para que Dumbledore no volviera a encontrarlo nunca.

LiesWhere stories live. Discover now