21- Todo se vuelve negro

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Harry no podía creer que el ejército de Dumbledore le gustara, que más que gustarle, lo amara. Adoraba ser profesor, adoraba mostrarle a sus alumnos como debían hacer las cosas, adoraba ayudarlos uno a uno a que lograran lo que querían. Se sentía contento, se sentía útil, algo que en mucho tiempo no había sentido.

En cuanto a Snape, lo veía una vez a la semana, y el profesor era igual de lejano y tosco que siempre, hablándole como si fuera un alumno más. Harry ya se había acostumbrado. Sabía que había cometido un error al irse de la casa de Snape, pero también... había entendido que si Snape no lo quería, y no lo iba a querer nunca, él tendría que acostumbrarse y dejarlo ser. No podía pasarse toda la vida esperando a que alguien lo quisiera. Simplemente no había funcionado para él, la idea de tener un padre. Al parecer él no estaba hecho para tener a alguien que lo amara.

Así que había seguido adelante con su vida, los meses habían pasado con el Ejército de Dumbledore, y ya se encontraba en Mayo, a dos meses de terminar el año escolar, a dos meses de dar sus TIMOs.

Había estado estudiando más que nunca, preparándose para los TIMOs. Aunque Umbridge le había dicho que no había ninguna posibilidad de que fuera Auror, él le creía a la profesora McGonagall. Sabía que lo lograría si estudiaba mucho.

Ese día, martes, estaba saliendo de la biblioteca en la noche, cuando se topó cara a cara con August, que le sonrió. Harry no le devolvió la sonrisa, y intentó seguir caminando, pero August le impidió el paso y dijo:

-Harry, quería hablar contigo...

Harry asintió y lo miró, esperando.

-Supe que... estás dando clases de Defensa.

Harry volvió a asentir.

-¿Podría estar en tu clase? No soy muy bueno con Defensa, y creo que... me haría bien-dijo August, mirándolo un poco nervioso.

Harry asintió nuevamente y sacando una de las monedas que Hermione tenía hechizadas, se la pasó, diciéndole lo que debía hacer para entrar a la Sala de los Menesteres. August le dio las gracias, sonriendo, y se alejó.

Extrañamente se sintió bien. Lo que más extrañaba de tener que ver con la familia Snape era volver a ver a su hermano. Pero Harry sabía que lo mejor que podía hacer era simplemente no involucrarse con ninguno de ellos.

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Los días siguieron pasando. August ya se había unido al Ejército de Dumbledore y avanzaba con mucha rapidez. Harry creía que era una mentira eso de que no era bueno en Defensa, debido a que, en los primeros días, August se había convertido en el mejor de la clase. Pero no le importaba, si August quería estar en la clase con él, no había ningún problema. Harry se sentía bien con August a su lado, así que simplemente lo había dejado pasar.

Sin embargo, la semana de los TIMOs llegó y Harry, más nervioso que nunca, vio como todos los encargados de hacer los exámenes llegaron a Hogwarts. Dumbledore los recibió con gracia, junto a Umbridge, que no se quiso perder la bienvenida.

Esa noche, Harry durmió mal. En sus sueños, Snape aparecía una y otra vez, enojado con él por no haber tenido buenos TIMOs, enojado con él por haber fallado. Se despertó a la mitad de la noche, con lágrimas corriendo por sus mejillas.

Pero al otro día, el sueño olvidado, Harry fue a desayunar con sus amigos escuchando como Hermione enumeraba la materia. El primer examen que tendrían ese día sería Pociones, para el que Harry se sentía más preparado, más listo. Había estudiado mucho pociones, se había esforzado demasiado, y esperaba que le trajera buenos resultados.

LiesWhere stories live. Discover now