➳setenta y nueve

2.8K 446 763
                                    

rubén

—¡Rubén, ponte los zapatos! —me grita mi madre cuando paso frente a su habitación.

—Pero tengo calcetines—me quejo sin dejar de caminar.

—Ponte los zapatos ya, que casi nos vamos, abrígate bien, no quiero que vayas a pescar un resfriado, ¿escuchaste? —me dice.

—Sí, mamá, ya escuché—contesto y continúo caminando hacia mi habitación.

Llego y me pongo a buscar mis tenis, joder, no sé dónde coño están, ¿y si Wilson se los comió? Ojalá, pa' no ir a ningún lado.

—Mierda, los he encontrado—digo, asomándome debajo de la cama.

Después de unos minutos de tomar lo necesario, abrigarme bien, ponerme un gorrito muy mono y de unos cuantos gritos de mi madre para que me dé prisa, por fin salimos de la casa.

Ostia, hace frío de cojones, adentro casi ni se sentía, pero acá afuera se siente muchísimo. Si estuviera en Noruega no estuviera quejándose o quizás sí, pero no del frío, de alguna otra cosa, de eso estoy seguro.
Además, si me hubiera quedado más tiempo allá ya estuviera acostumbrado a esto, pero no, no y ya.

Veo a mi madre subir al auto y voy detrás de ella, subiéndome también.
Segundos después ella arranca el auto y el camino hasta la casa de quién sabe quién comienza. Pero sí, vamos protegidos, porque ella me ha obligado a ponerme el cubrebocas y todas esas cosas.

—Oye, ¿qué pasó ayer con Samuel? Ya no me contaste—habla ella.

Me quedo un momento callado, mirando por la ventanilla del auto, suelto un pequeño suspiro y empiezo a hablar:

—Bueno, no pasó gran cosa, nada interesante, eh... sí—digo, comenzando a jugar con mis manos.

—Dime, Rubén, algo pasó. No te quedaste a hablar con él; porque no escuché tus gritos ni tus risas, tampoco me fuiste a molestar cuando me encontraba trabajando, así que hay algo que no me has contado—dice, esperando a que le diga todo, completamente todo.

Suelto otro suspiro y me dispongo a contarle una triste historia.

Le cuento todo, sobre su hijo el más tonto, sobre cómo me declaré de la forma más ridícula, sobre cómo me habló Samuel después de eso, exagerando un poquito, y claro, lo de Auron también, porque es parte del cuento.

—Entonces, ¿sí se lo dijiste? —ella parece seguir procesando todo.

—Eh, sí, creo—respondo.

—¿Y por qué le colgaste? —pregunta.

—Porque... no lo sé, mamá, porque me estaba muriendo de la vergüenza y no se me ocurrió algo mejor, es que ¡ahhh!

—¿Por qué se lo dijiste por teléfono?

—¡No sé! No sé nada, mamá.

—¿Sólo sabes que te gusta Samuel y que él ya lo sabe?

—Ahh, pero no lo digas así, que aun me da vergüenza—chillo.

¡rubio, ponte el cubrebocas! ➳rubegetta Where stories live. Discover now