CAPÍTULO XXII

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— El productor musical me está presionando para que entregues  el demo Inuyasha... — dijo Miroku mientras ambos desayunaban en el comedor.

— Estoy trabajando en ello — murmuro cansado mentalmente Inuyasha — No jodas Miroku, déjame desayunar tranquilo.

— Hace una semana me dijiste lo mismo ¡Tú te comprometiste a entregar un mini álbum Inuyasha! — con sus ojos zafiro fulmino a su cliente.

— ¡Estoy trabajando en ello, no molestes más! — Inuyasha golpeo la mesa y se puso de pie caminando hacía la salida de su mansión — ¡Cuida al gordo! — grito antes de azotar la puerta.

— Claramente le hace falta una buena reprimenda de Kagome — negó Miroku después de un suspiro mirando al gato que estaba echado comiendo en el centro del comedor — ¿Más vago no puedes ser Buyo?

Miag...

°°°

Inuyasha conducía por las calles de la ciudad con el objetivo de su destino ya marcado en su mente y GPS del auto. De su reproductor de música se escuchaba la voz de Kagome cantar. Desde que supo que su atolondrada azabache era Midoriko Moon no había dejado de buscar información sobre ella y de escuchar sus videos musicales descargando en un pendrive todos sus temas.

De pasar de tenerle resentimiento a Midoriko Moon a sentir admiración por ella como cantante, eso era lo que lograba el estar enamorado por Kagome.

La información que encontró era escasa, solo estaba su nombre artístico, la chica interprete Kikyo Miko, que solo era un señuelo y solo movía sus labios, siendo Kagome la que cantaba escondida en la oscuridad del escenario.

Hace aproximadamente 7 años que ya estaba dentro de la industria musical, su edad y su rostro era una completa duda para los medios de entretenimiento.

Nadie más decía saber exactamente que sabía la identidad de la famosa cantante. Inuyasha sonrió orgulloso, ahora él sabía su verdadera identidad y no solo eso, sino que había caído completamente rendido ante la personalidad única y rara de la hermosa azabache.

Se enamoró de Kagome Higurashi, no de la famosa cantante Midoriko Moon.

Se estaciono a varios metros del edificio en donde Kagome vivía, hacia dos semanas que hacía lo mismo. Él era el que la llegaba a visitar cuatro veces a la semana o hasta cinco, al contrario de Kagome que solo lo hacia los fines de semana y a penas, porque a veces se ausentaba debido a su trabajo.

Llevaban teniendo una relación no aclarada por ninguno de los dos por ya más de tres semanas.

Y es que, al ser un completo secreto para casi todo el mundo tenía que ser cuidadosa con su horario laboral, el horario de noche la ayudaba a camuflarse hacía los estudios de grabación para trabajar con un equipo chico de personas de confianza, lo que hacía que el trabajo fuera más largo y dificultoso de realizar.

Tu Voz, Mi AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora