CAPÍTULO XXXI

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°°°

— ¡Ese hombre acaba de subir con una gallina enjaulada! ¿¡Y yo no puedo subir con mi gato en un canil civilizado!? — la voz alterada de Miroku se escuchaba en la entrada del precario autobús — Ah, ¡Ah! Ya sé lo que quiere — Miroku saco de su billetera un billete de 50 dólares — ¿Esto quiere? ¡50 billetes!

— ¡Ya deme ese billete y suba con su gato! — exclamo el conductor, Miroku le entrego el billete y subió al interior del precario autobús aun renegando en resoplidos.

— Ah...Dios, estoy así de renunciar a ser el agente de ese maldito Inuyasha — gruño tomando asiento al lado de una anciana mujer con fragancia a viejo.

Había suplicado a la empresaria mujer Hitomiko que le diera la dirección en donde Inuyasha había desaparecido hacía más de una semana. El jefe de la discográfica estaba furioso con el peli plata, había faltado a las grabaciones de comerciales que eran los principales sponsors, secciones fotográficas de las mejores revistas y principalmente...

¡Había desaparecido del ojo del público y de sus redes sociales!

Le mandaba mensajes, lo llamaba pero este no respondía, las llamadas directamente no entraban.

¿Dónde estaba ese mal agradecido de Inuyasha?

— No, esa mujer me jugo una broma...es imposible que Inuyasha esté aquí...este pueblo olvidado sin nada, completamente aburrido — murmuro asombrado ante el silencioso y viejo pueblo lejano al que había llegado.

Su eterno recorrido de tres horas en ese precario autobús había finalizado, estaba en un pueblo silencioso, calmado y con muchas personas de la tercera edad a su alrededor, saco su celular... no tenía señal.

— Niño, ese aparato no te va servir en este pueblucho — Miroku giro su cabeza encontrándose a un metro suyo con un anciano sentado sobre una caja de madera.

— Oiga señor...Buenas tardes — el anciano asintió — ¿Usted puede indicarme dónde puedo encontrar el... rancho Higurashi?

— ¿El rancho Higurashi? ¡Oh, yo solía trabajar allí! Arreaba las ovejas, manejaba el tractor por el campo al ponerse el alba...

— Señor, solo necesito la dire...

— ¡Cuando yo tenía tu edad...!

°°°

Miroku bostezo, el hombre llevaba narrando su interminable historia de su juventud por más de 30 minutos y por respeto que todavía tenía por los mayores no lo había interrumpido y dejado continuar, después de todo no sabía hacía donde ir y hasta ahora la única persona que le había dirigido la palabra en ese pueblo era ese viejo hombre.

Levanto su cabeza rápidamente en cuanto en su campo de visión se cruzaron dos figuras muy bien conocidas, cruzando la plaza principal y única de aquel pueblucho. Con su ceño fruncido se puso de pie dispuesto a correr hacía ellos.

Tu Voz, Mi AdicciónWhere stories live. Discover now