CAPÍTULO XXVI

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Kagome miro nerviosa el edificio que se encontraba en frente suyo, su jefa la esperaba en el penúltimo piso y ella todavía no sabía a qué enfrentarse.

¿Qué era lo importante que esa mujer negociadora tenía que hablar con ella?

¿Nuevos proyectos?

¿Contratos?

¿Una reprimenda severa?

Dejando las dudas y su nerviosismo de lado suspiro mientras demostraba su seguridad corporal, hasta ahora las veces que se reunió con su jefa eran contadas con los dedos de ambas manos, desde que debutó en el mundo del espectáculo con el único que tenía contacto directo y a diario era con su agente y que con el tiempo se convirtió en su amigo: Shippo.

Vestida de civil pero con una notoria blusa holgada blanca entro al edificio, saludo al personal. Allí tampoco sabían quién era ella realmente, para todos —menos sus amigos, jefa e Inuyasha— Kagome en ese edificio ocupaba un puesto de una trabajadora como cualquiera, que aparecía de vez en cuando pero común y corriente.

Pasó por recepción anunciándose y al ser permitida empezó a subir al penúltimo piso por las escaleras, era cansador pero disfrutaba de explorar todos los pisos del edificio, no todos los días tenía la oportunidad de estar en la discográfica de la cuál ella formaba parte desde hace años.

— Soy, lo que me inventé. Lo que quiero ¿y tú dónde estás? Si te miro te escapas ¿A dónde vas? Aunque corras la pared, te encontrará ¿Por qué lloras? Si no hay nada que ocultaaaaaar.

Ya iba por el pasillo conocido por ser el de "Ensayo" que se encontraba en el octavo piso, le faltaban dos más para llegar al de su querida y trabajadora jefa. Dando pequeños saltitos tarareaba el tema principal de unos de sus anteriores álbumes que le encantaba.

— Es la hora, es la hora. Es la hora de soltar tus miedos. Es la hora, es la hora de volar, volar, volaaaar...

Kagome detuvo su andar al levantar su mirada hacía enfrente y encontrarse con un joven moreno que la observaba con una sonrisa mientras estaba apoyando su espalda contra la pared y teniendo sus brazos cruzados contra su torso.

— Buenos días — saludo cordial Kagome al pasar de él para seguir con su recorrido.

— Espera.

Se detuvo de inmediato. Esa manía de obedecer tenía que quitársela, tenía su personalidad explosiva y siempre tomaba sus propias decisiones, pero siempre terminaba obedeciendo pequeños favores y eso se lo agradecía de manera sarcástica a su querido señor padre.

— ¿Puedo ayudarlo señor?

— ¿Tú trabajas aquí?

— Eh, sí... de manera irregular pero sí — Kagome dio una mueca de intento de sonrisa evitando mirar a los ojos al joven — ¿Se te ofrece algo? — volvió a preguntar impaciente.

Tu Voz, Mi AdicciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora