Capítulo 29 "Destrucción"

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Sentía que el tiempo se le iba de las manos y la desesperanza la sumía en un frenesí de dolor y destrucción, ya no tenía fuerzas para seguir, estaba agotada, harta de no poder rescatarlo, de poder sacarlo de ese abismo en el que se encontraba y día a día la vida se le iba entre amargos llantos y dulces recuerdos, recuerdos de su amado Alessandro.

Habían bailado toda la noche como si no existiera nadie más a su alrededor, como si solo estuvieran los dos en aquel hermoso restaurante al que acudían cada sábado para cenar y disfrutar de la compañía del otro.

—Creo que es hora de irnos princesa, —Susurró Reth sobre sus labios y ella se abrazó a él para besarlo, lo amaba, lo amaba tanto que le dolía, en el tiempo que llevaban juntos había demostrado ser todo un caballero, era romántico y detallista, tal vez era soberbio con el resto de personas en el internado, pero con ella no, con ella todo era diferente—.

—Si mi amor, es mejor que regresemos, —La tomó de la mano y la llevó hasta al auto, abrió la puerta para que se subiera y le puso el cinturón. Entraron cuidadosamente sin hacer bulla y se encerraron en la habitación, esa habitación que era cómplice de sus noches de pasión y deseo, ese sitio especial en el que hacían el amor y sus cuerpos podían ser uno solo, Reth le había dado toda la seguridad que a ella le faltaba, sus besos y caricias la hacían sentirse una mujer hermosa y segura de si misma, aquel hombre había borrado todos sus complejos y la había llenado de seguridad—.

En la biblioteca Zigor volvía a llenar su copa con otro trago, mientras encendía un cigarrillo, estaba harto de la situación, la extrañaba tanto, no había un momento del día que no dejará de pensarla, de recordar todo lo que habían vivido, de la forma tan intensa con la que solían hacer el amor.

Tomó furioso la copa entre sus manos y lanzó al suelo hasta que la misma se rompió en mil pedazos.

—Tranquilo profesor Zigor, no querrá terminar con este lugar, —Escuchó decir a sus espaldas—, deberías ver tu cara, parece que hubieras visto al mismísimo Belzebú, —Se mofó Lucifer—.

—No te oí entrar.

—Hace tiempo ya, que tu no escuchas, que no sientes, su ausencia  esta acabando contigo.

—La olvidaré, —Mintió—.

—¿A quién quieres engañar Zigor?, tú aún la amas, por eso te has unido con Alessandra para traicionarme, —Le soltó dejándolo frío—.

—No..., yo...

—No trates de negármelo, —Dijo con total tranquilidad—, yo lo sé todo, sabes que tengo a Karina, ¿Verdad?

—Para que haces una pregunta de la cuál ya tienes respuesta, —Respondió retador—.

—No te equivoques conmigo Zigor, pude haber pasado por alto tú traición, pero no habrá segundas oportunidades, no busques lo que no se te ha perdido.

—¿Que no busque lo que no se me ha perdido?, —Lo empujó furioso pero él ni se inmutó, lo miró desafiante y puso a Zigor a volar por los aires hasta que se estrelló contra la pared y cayó al suelo—, maldito, —Gruñó furioso queriendo devolverle el golpe—.

—Ni siquiera lo intentes, —Advirtió—, no puedes derrotarme.

—Dijiste que podía quedarme con ella, rompiste el trato.

—No rompí ningún trato, tú fuiste quién la puso en esa situación Zigor, tus mentiras la tienen atrapada en ese abismo.

—¿De qué mentiras hablas?

—Las que les dijiste al padre de Karina, tu engaño le trajo consecuencias.

—Devuélvemela, haré lo que sea.

—¿Lo que sea?

—Si.

—Alessandra, —La nombró y él supo de inmediato lo que quería—.

—¿Que?, —Lo miró con sorpresa—.

—Lo que oíste.

—No puedo.

—Entonces me quedaré con Karina.

—No por favor.

—Entonces haz lo que te ordené, o atente a las consecuencias, —Amenazó antes de desaparecer—.

El reloj marcó las tres de la mañana y Becca seguía sin poder dormir, ya llevaba varias noches así, cerró los ojos al escuchar unos pasos acercarse a su habitación, ella sabía muy bien quién era, fingió dormir y lo sintió acostarse a su lado, le dolía tenerlo cerca, pero le dolía más su indiferencia.

—¿Estas dormida Bec?, —Pregumtó Mirt abrazándose a su cintura, pero ella no respondió—, mi niña, —Besó su cuello y ella dejó que sus lágrimas se deslizaran por sus mejillas, era tan extraña la sensación de odiarlo, pero amarlo a la vez, solo él podía hacerla sentir en el cielo y el infierno al mismo tiempo, sólo él, sólo su mal necesario, Mirt.


RETH "Capítulo 2 Obediencia" (TERMINADA)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum