Capítulo 9. Alimente sus deseos

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Genave 

Rompió los botones de mi blusa y deslizó su mano por debajo de mi sostén, contuve la respiración mientras él lideraba uno de mis senos y me sentí vulnerable, expuesta y cuando sus dedos rozaron mi pezón, cerré los ojos ante aquella excitante y maldita sensación. Rubén era un animal salvaje, una bestia que no se podía domar y me gritaba a mí misma que me debía alejar, que esto que sentía por él solo me complicaría la vida, pero cada vez que buscaba poner distancia, algo terminaba arruinando todo.

— ¿Vas a permitir que me vean? —le pregunté tratando de soltar mis manos de su agarre.

—Nunca —dijo pasando tentadoramente su lengua por mis labios —No se ve nada desde allá fuera y nunca permitiría que nadie te viera, así que solo déjate llevar, yo sé cuánto me deseas —Su boca se cerró sobre la mía y no pude evitar corresponderle, pero la voz en mi cabeza no dejaba de decirme que lo detuviera, que esto estaba mal.

Coloco mi seno dentro del sostén y llamó a los guardias para que nos pusiéramos en marcha. Nunca soltó mis manos y todo el camino a la mansión se la pasó acariciando mi coño con sus dedos. —No te atrevas a venirte —me susurro y apreté mis piernas sobre su mano, era tan difícil no perderse en el placer, más cuando él no paraba de hacer círculos sobre mi clítoris. Mojo los dedos en su boca y yo observe al conductor, pero esta tenía su mirada fija en el camino. Rubén tenía a todos bien entrenados, era más que obvio que era el alfa de aquella manada de lobos.

Me cargó sobre su hombro y caminó al interior de la casa. Llevó sus pasos por un pasillo que no reconocía, realmente no me había dedicado a explorar la mansión, estaba sumida en mi intención de mantenerme alejada de Rubén, pero a fin de cuentas aquello se había quedado solo en eso, en puras intenciones fallidas, porque él no estaba dispuesto aceptar un no como respuesta y yo comenzaba a sentir que perdía la batalla.

Entramos en una habitación completamente a oscuras y el me dejo sobre mi pies, encendió una luz tenue que iluminaba aquella estancia. Pose mi vista en uno de los rincones y lo que vi allí me dejó atónita. Tenía todo tipo de fustas y artefactos de torturas sexuales, solo había visto estas cosas en las películas y era bastante perturbador saber que al parecer le gustaban. Lo había perdido de vista y trate de salir de aquel cuarto, pero antes de siquiera dar un paso él apareció delante de mí.

— ¿Qué vas hacerme? —le pregunté temerosa, él llevó sus ojos al rincón de la tortura y pude ver una maliciosa sonrisa aflorar en su rostro. Podía escuchar fuertemente los latidos de mi corazón.

—Nada que tú no quieras o que puedas soportar —dijo dando un pequeño paso hacia mí —oh ¿acaso no eras tú la que gemías mientras te tocaba el coño cuando veníamos en camino? —camino nuevamente hacia mí y yo di algunos pasos atrás, pero una estúpida mesa había obstaculizado mi camino.

Colocó la fusta que no me había fijado tenía en la mano a un lado y desamarrar el nudo que le había hecho a mi camisa, vi como contenía la respiración y cómo se relamía los labios mientras observaba mi pecho. Este hombre me hacía perder el sentido no podía negarlo, pero estábamos destinados al fracaso y era algo que no podríamos evitar. Había pensado en dejarme llevar, en entregarme al oscuro placer y olvidarme por un momento que veníamos de mundos totalmente diferentes.

—Me volví loco cuando vi que te toco, pero ¿sabes lo que me vuelve aún más loco? —Rozó su dedo pulgar por mi labio inferior, provocando que todo mi cuerpo se estremeciera —Saber que fuiste suya primero, saber que fue dueño de tu cuerpo primero que yo, eso me hace perder la razón —enredo sus brazos en mi cintura y me cargo sobre la suya, mientras llevaba su boca a la mía.

—No es así —susurre sobre sus labios y este me miró confundido. Traté de recomponerme, de volver a mis sentidos, de no dejarme llevar por las bajas pasiones que me tenían totalmente seducida, que me tenían totalmente cegada.

— ¿De que estas hablando? —pregunto y sus ojos grises brillaron bajo la tenue luz que nos bañaba. Rubén era el pecado hecho persona y me había prometido a mí misma esperar, pero si él seguía tocándome y provocándome de la manera en que lo hacía era muy probable que no cumpliera aquella promesa.

Me atreví a tocar su pecho y aparte mis manos rápidamente como si me quemara, pude ver el dolor en su mirada y coloco mis manos bruscamente allí donde se encontraban hace solo un momento, no podía seguir jugando al gato y al ratón, sabía que este hombre era demasiado peligroso, que no corresponderle podría hacerlo explotar y aquello me aterraba, por eso debía decirle, debía contarle sobre mi promesa.

—Nadie ha rebasado el límite —dije mirándolo fijamente a los ojos y este levantó las cejas con sorpresa —Nadie ha entrado en mi jamás —Confesé y por la sonrisa en sus labios me di cuenta que había alimentado aún más su deseo de poseerme.

El lado oscuro del placer (Libro #2  serie Oscura +18 ) Disponible en AmazonWhere stories live. Discover now