Capítulo 49. Sin regreso

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Genave 

Se sentía tan extraño, era tan diferente. El roce de las manos de Rubén era bastante cuidadoso y delicado tan diferente a las demás veces en las que hicimos el amor y me sentí culpable de estar aquí disfrutando de él, mientras era seguro que Allison estaba viviendo un infierno, pero la egoísta dentro de mí lo necesitaba. Necesitaba al hombre que me había robado el aliento y era una maldita necesidad que no terminaba de saciar, aunque hoy a decir verdad, se sentía diferente.

—Ella—dije, pero él me silenció colocando sus labios sobre los míos, era una maldita descarga cada vez que me besaba y no quería perder aquello por nada en el mundo.

—No le hará daño me quiera a mí, así que solo calla y disfruta—dijo sobre mi boca, paso su lengua por mis labios y me perdí en aquella excitante sensación.

Me sentía también culpable sabiendo que mis padres se encontraban detrás de aquella puerta, pero al mismo tiempo era algo que me llevaba al límite. El hombre cuyas manos me recorrían no conocía aquella palabra. Rubén jugaba con lo prohibido, le encantaba retarse a sí mismo y sabía que yo en su vida había sido un reto, uno de esos que te dejan un sabor tanto dulce como amargo, él también lo estaba siendo en la mía. Camino hacia donde descansaba mi bata de baño y le quitó la cinta que se amarra a la cintura, mi cuerpo se estremecía con cada movimiento suyo y cuando tomo mis manos y las amarro al respaldo de la cama el corazón me dio un brinco en el pecho.

—Te extrañaba—dijo mientras terminaba de ajustar mis manos y luego deslizó las suyas por mi cuerpo, me estremecí sin poder evitarlo y cuando comenzó a desnudarse frente a mí, sentí que algo se apretaba en mi bajo vientre.

Abrió y levantó mis piernas mientras metía la cabeza entre ellas y cuando sentí el primer roce de su lengua sobre mi coño mojado no pude evitar arquear la espalda. Sus lamidas eran precisas y experta, sabía que buscaba enloquecerme y lo estaba logrando, chupaba mi clítoris y tuve que morderme la lengua para no gritar, luego uno de sus dedos se deslizó por mi cavidad. Hizo círculos con su dedo pulgar y volvió a mortificarme con su boca, lamiendo y chupando. Podría morir ahora mismo, porque Rubén me estaba haciendo tocar el cielo.

—Me voy a venir—dije mientras el negaba con la cabeza.

—Aún no pequeña, quiero estar dentro de ti cuando te vengas—rozo su pene y se tentó así mismo colocándose en mi entrada. Lo mire con lujuria y pasión, estaba perdiendo la cabeza, me encontraba perdida entre tantas sensaciones.

Comenzó a entrar en mí despacio, mientras yo apretaba mis piernas alrededor de sus caderas, sabía que un solo movimiento suyo me haría explotar, pero se quedó muy quieto, tomo mi rostro en sus manos mordisqueo mi labio inferior y me miró fijamente a los ojos, mientras comenzaba a moverse dentro de mí. Me acompase a su ritmo y estaba conteniendo aquello que no podía ser contenido, sus manos se colocaron sobre mi boca y sabía que solo estaba ahogando el grito que subía por mi garganta, el grito que certifica lo complacida que me encontraba. La luna nos bañó con su luz en aquel momento y me deje llevar, mientras mordía la carne de sus manos sin poder evitarlo y lo supe. Nada ni nadie me complacería en la vida como Rubén, nadie haría arder mi piel como lo hacía el roce de este hombre.

Su rostro se contrajo y sabía que él también iba a llegar, llevo su boca a mis labios y el alarido quedó ahogado en aquel beso, soltó mis manos y yo acaricie su piel que se encontraba caliente y sudada, mientras él me miraba fijo a los ojos. En ningún momento apartó la mirada, era tan diferente, había tanto amor en ella. Y aquella mirada me lo dijo todo y me negaba a que esto fuera una despedida, pero lo había hecho como si lo fuese, porque él sabía a lo que se enfrentaba aunque yo no podía dejarlo ir así nada más, aunque tampoco sabía cómo poner un alto a lo que se avecinaba.

—Debo hacerlo—dijo pasando sus dedos sobre mis ojos.

—Prométeme que volverás—le suplique—Debes prometerlo—dije y sabía que podía notar mi desesperación.

—Prometo que te voy amar tanto en esta vida como en la otra, así que nunca olvides esa promesa—entonces lo supe. Esta vez él no iba a regresar.

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