Capítulo 11. La tormenta

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Genave 

Salí de aquel lugar más segura de que debía mantener la distancia. Rubén era un hombre que no conocía el pudor y que estaba acostumbrado a tener todo a sus pies, aun no podía creer lo que mis ojos habían visto, tampoco la forma tan obscena en la que aquella mujer me había mirado, podía sentir una fuerte atracción por él, pero no estaba dispuesta a ser tratada como si fuese un objeto, algo que puedes usar y desechar a tu antojo, cumpliría con lo que me habían encomendado y me iría lo más pronto posible de este lugar.

Tomé el móvil para llamar a Gina, necesitaba desahogarme, tenía que deshacer esta opresión que tenía en el pecho y ella era la única que podía ayudarme, por un momento dude antes de marcarle, pero necesitaba que alguien me recalcara el hecho de que soy una abogada y que mi trabajo es hacer que las leyes se cumplan, que no podía simplemente dejar que un mafioso se apodera de mi mente, que me hiciera sucumbir a sus más bajos deseos.

Hola alma en pena —dijo Gina en cuanto contestó aquella llamada.

—Lo siento, sé que tú y Alessio necesitan privacidad, pero yo necesito hablar con mi hermana —sabía que me escuchaba cansada y quizás algo triste, Gina no pasaría aquello por alto.

Es ese hombre ¿verdad? Él te está haciendo daño —Más que preguntar, mi hermana estaba afirmando aquello y no podía mentirle a ella era imposible.

—Me gusta Gina, me gusta tanto que me vuelve loca, pero él no tiene límites, no tiene pudor, ni respeto y aún así sigo teniendo este maldito deseo por él quisiera arrancarlo de la piel, quisiera tener un poco de ti, pasaste tantas cosas con Alessio y le demostraste tu verdadero valor, pero Rubén —dije tratando de no romperme —No es alguien de quien simplemente me pueda enamorar —Escuche la voz de Alessio de fondo y me sentí como una estúpida, Gina tenía sus propios problemas en su vida, para lidiar con los míos.

Vales demasiado Gena y todos los que te amamos sabemos que eres invaluable, no puedes conformarte, tú has luchado mucho para estar donde estás, cabeza fría y marca tu distancia, no sueltes el freno hermana —Una lágrima se deslizó por mi mejilla y por primera vez después de toda aquella locura me sentí reconfortada.

—Lamento haberte molestado tan tarde, dale saludos Alessio de mi parte —Nos quedamos por un momento en línea sin decir nada, era algo que siempre hacíamos cuando una de las dos pasaba por alguna difícil situación. Al final colgué y decidí que era momento de descansar.

***

Me presente en el comedor aquella mañana, pero no tenía intenciones de desayunar. Me había vestido como la abogada que era y había empacado todas mis cosas para salir de allí en aquel mismo instante, pero yo era una profesional y cumpliría con el trabajo por el que se me había contratado. Así que me quedé de pie frente a él y deje un fajo de documentos encima de la mesa.

—Siéntese y coma algo —ofreció, pero no me moví y seguí con aquella fría expresión en mi rostro.

—Todos los documentos están revisados y organizados, solo faltan los sellos y voy en camino a la oficina para que se los pongan —dejo el cubierto a un lado y levantó la vista para mirarme.

—Respecto a lo de anoche —dijo pero no permití que continuará.

—Usted es libre de hacer lo que le plazca, no tiene que darme explicaciones —esperaba no haberme escuchado dolida.

—Acaso ¿Está celosa señorita Stevens? —Preguntó de manera descarada, pero ya no iba a caer en su juego.

—Uno siente celos cuando está enamorado señor Patrovick y yo lo único que he sentido por usted es una pasajera atracción, no se confunda —Pude ver como se dilataban sus pupilas, pero no me importo, estaba cansada de sentir temor ante este hombre, estaba cansada de sentirme vulnerable.

—El chofer te acompañará a la oficina —dijo ignorando mis palabras y sabía que se estaba conteniendo, podía ver la vena ensanchada de su cuello.

—Me llevaré todas mis cosas y voy a ocupar la habitación de hotel que pagaron para mí —Se puso de pie de manera repentina, haciendo que la silla en la que se encontraba sentado cayera al suelo.

Sus pasos fueron determinados hacia mí, pero no me moví, ni siquiera pestañe, aunque por dentro el corazón me latía desbocado. Se detuvo a unos pocos centímetros de mi rostro y pude ver la ira reflejada en sus ojos, pero no daría mi brazo a torcer, yo soy una mujer que me había preparado toda mi vida para estar del lado correcto de la ley, para hacer cumplir la justicia. Yo era la heroína y el lamentablemente el villano.

—Estas poniendo a prueba mi paciencia—dijo con los dientes apretados y lo mire fijamente a los ojos.

—No me intimida señor Patrovick y le voy a pedir que guardemos distancia, la confianza no es buena en este tipo de trabajo—recogí la carpeta de encima de la mesa que esté ni siquiera miro—Todo esto estará listo y no habrá inconveniente para demostrar que usted es el dueño legítimo de todo lo que su padre le heredo, ahora si me disculpa creo que es momento de irme—Lleve mis pasos a la salida, pero podía sentir detrás de mí la firmeza de sus pisadas. Quería salir corriendo, escapar de allí, liberar aquel deseo abrasador que corría por mis venas.

Me detuvo tomándome con fuerza de la cintura y trata de soltarme, pero no podía luchar contra la fuerza de aquel hombre, lo único que podía hacer era mantenerme neutral, no permitir que mi cuerpo me traicionara, demostrarle que el control sobre mi vida lo tenía absolutamente yo y que no permitiría que nadie me manejara.

Huye—me dijo en voz baja al oído—De todas formas te voy atrapar—me libero de su agarre y yo seguí caminando sin mirar atrás, pero con la certeza de que se acercaba una tormenta.

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