Capítulo 36. La mujer que amo

1.9K 213 4
                                    

Rubén 

Vi una lágrima rodar por su mejilla, pero no podía dar mi brazo a torcer. Había bajado demasiado la guarda con ella, tanto que estaba pisando un terreno minado y eso era algo que Genave no comprendía. La vida no era color de rosas, en mi mundo solo existía lo gris y negro algo a lo que ella no estaba acostumbrada, pero tenía que entender que las vueltas de página cuando estabas tan profundo en este mundo, no existían.

—Volveremos a Rusia—dirigí mis palabras a Jotrov, pero sabía que ella estaba muy pendiente a la conversación.

— ¿La llevará con usted?—me cuestiono y no sé porque sentí algo de resistencia en sus palabras.

— ¿Que parte de que ella no irá a ninguna parte no has entendido? —Jotrov miro a Genave quien sollozaba en silencio y tuve que salir de aquella habitación para no flaquear.

Deje aquel uniforme tirado en el pasillo y camine desnudo al baño. Tenía unas ganas inmensas de tocarla, de reclamarla, de hacerla mía, pero sabía que me rechazaría y yo no iba a soportar su rechazo aunque me lo merecía, así que no pude resistir el deseo de tocarme y lo hice en silencio, ahogando los alaridos que escapaban de mi garganta. Escuche la puerta abrir y cerrarse, supe que ella había entrado. La cabaña era espaciosa, pero solo tenía esta habitación.

La observe a través de las puertas de cristal y la vi contraer el rostro mientras se agarraba el costado, acaricie aún con más fuerza mi pene y la imagine por un momento desnuda entre mis brazos, entonces me derrame en el piso de aquella bañera. Apreté los puños con fuerza y golpee aquellas paredes de baldosas blancas con fuerza, la sangre comenzó a gotear, pero no sentía dolor, lo único que me lastimaba era la mujer rota que estaba acostada sobre aquella cama, pero no podía dejarla ir, no sin antes demostrarle cuánto la amaba.

***

Genave no había apartado sus ojos de la ventanilla y miraba atentamente como la nieve teñía todo de blanco. No había dicho nada, ni siquiera se opuso a subir aquel avión, simplemente se abrigo y dejó que la escoltaran. Las bolsas bajo sus ojos evidenciaban que no había dormido y aunque me acosté a su lado no cambió en ningún momento de posición, mis manos se morían por acariciarla, masturbarme no había servido para nada, pero tenía ahora que ganarme su confianza y su perdón, un camino que sabía sería largo y espinoso.

—Señorita—dijo Jotrov ofreciéndole una bandeja de fruta la cual esta rechazo, no la había visto comer el día anterior y no podía seguir en esta situación.

—Come—demande con agresividad.

— ¿O si no que? —arremetió de la misma manera.

— ¡Solo has lo que te digo!—grité exasperado, porque realmente estaba perdiendo la paciencia.

Tomo la bandeja y la colocó sobre sus piernas sin apartar su enojada mirada de mí, sabía que me estaba desafiando y que deseaba con todas sus fuerzas mandarme al diablo, pero algo muy dentro de ella la frenaba y era ese temor que crecía en su interior por el monstruo que tenía frente a ella, pero me encontraba realmente arrepentido de todas las cosas que había hecho en las últimas horas, ella no se merecía tanta violencia.

—Lo siento—dije, pero ella aparto su mirada de la mía. Muy dentro Genave tenía una fiera, una la cual me sería muy difícil domarla.

La nieve se pegó a su cabello en cuanto pusimos un pie en tierra firme. El frío se había intensificado y el piloto nos había dicho que se acercaba una tormenta, me preocupaba que el frío provocará que aquel golpe le doliera más de la cuenta. El tránsito se comenzaba a dificultar en la carretera y aunque aquella camioneta estaba preparada para tal condición climática temía que pudiésemos perder el control, debíamos pasar la noche en un hotel de la ciudad, iríamos a casa en la mañana y aunque odiaba la idea era la única opción.

—Nos vamos a quedar en el centro—Jotrov me miró por el espejo retrovisor, sabía que no le gustaba la idea.

Fuera de Rusia éramos dioses podíamos mostrar nuestro poder y darnos la buena vida no era para nada peligroso, pero aquí no éramos visto con buenos ojos. Muchas personas nos despreciaban y las razones eran variadas según las tragedias que habíamos causado, algún familiar muerto, quizás habían perdido sus posesiones, por eso evitaba terminantemente los hoteles y lugares de ocio, pero ahora mismo era un asunto que se escapaba de mis manos.

—Trataremos de llegar—dijo Jotrov mientras regresaba su mirada al camino, pero él mejor que nadie sabía que aquello era imposible.

—Genave necesita descansar y la tormenta parece no menguar, llévanos al hotel y encárgate de la seguridad.

El Metropol era uno de los hoteles más concurrido del centro de Moscú, pero ahora mismo se encontraba en temporada baja. Entramos escoltados por mis hombres y cuando la empleada de servicio al cliente posó sus ojos en mí la sonrisa desapareció de su rostro. Sabía que la conocía, pero no recordaba de donde, aunque ahora mismo me importaba una mierda aquello, sólo quería poner a salvo a Genave en el interior de una de aquellas habitaciones.

—добро пожаловать в метрополь (bienvenidos al Metropol) —dijo en Ruso con los dientes apretados y falsa simpatía. Le regale una sonrisa forzada y le pase un fajo de billetes.

—Sé que me entiendes así que consígueme una habitación—tomó el dinero sin apartar sus ojos de mí y luego comenzó a teclear en su computadora, mire a mis hombres quienes me hicieron entender que el lugar se encontraba despejado y luego pose mis ojos en Genave, quien se había quedado sentada en uno de los muebles del recibidor.

—Habitación 308—dijo con aquel acento marcado y poca sutileza, me entregó la llave y camine hacia Genave, pero un extraño movimiento de mis hombres me detuvo.

— ¡Rubén Patrovick!—escuche vociferar detrás de mí y luego observe una silueta salir de las sombras. Josephine sostenía un arma en sus manos y aunque me había llamado a mí, su objetivo no era yo, sino la mujer que se encontraba solo a unos pasos de mí.

— ¡No hagas algo de lo que te puedas arrepentir!— Vocifere. Y esta solo me regaló aquella perversa sonrisa suya y apretó el gatillo. El sonido de aquel disparo resonó con fuerza en aquel silencio y solo quedaba una salida, así que no lo pensé y me interpuse entre aquella bala y la mujer que amaba.

El lado oscuro del placer (Libro #2  serie Oscura +18 ) Disponible en AmazonWhere stories live. Discover now