Capítulo 32. Eliminar los obstáculos

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Rubén

Acaricie su piel sudada y mordí suavemente su cuello, aun seguíamos abrazados sobre aquel piso alfombrado y yo seguía con aquel deseo ardiente en mi sangre que me consumía, las palabras que había pronunciado eran totalmente ciertas, parecía que no me saciaba, que mientras más tenía de ella, más la deseaba. Era una enferma necesidad y ella también era la cura, tenerla en mis brazos me hacía sentir tranquilo y equilibrado. Genave era la calma que mi tormentosa vida necesitaba.

—Quiero mostrarte algo—nos pusimos de pie y yo la tomé entre mis brazos. La casa se encontraba absolutamente sola y a oscuras, había pedido a Jotrov que enviará a todos los empleados de mi madre a sus casas, así que no me detuve a pensar en que nos vistieramos.

Genave escondió su rostro en mi pecho y yo deje un tierno beso sobre su frente, sabía que se sentía avergonzada, pero no tenía por qué estarlo, solo éramos ella, yo y aquella gigantesca casa y yo no permitiría que nadie más la viera desnuda, otra de las cosas por las que haría pagar a Marco, aquel hombre la desnudo y aunque sabía que no la había tocada, hizo un movimiento demasiado peligroso. Jugar con algo tan preciado para mí había sido su gran error.

— ¿A dónde me llevas? ¿Y si nos ven?—cuestionó y yo me quedé en silencio mientras la dejaba sobre sus pies encendía un interruptor para iluminar el fondo de la piscina.

Genave me miró sorprendida y supe en aquel momento que le había gustado, la rodee con los brazos por la cintura, mientras estas se cubría los senos con los brazos, sabía que no se trataba de mí, sino del hecho de encontrarnos desnudos en el patio trasero de una casa ajena y totalmente desconocida para ella y creo que era el momento de decirles que estábamos solos.

—No hay nadie—le susurre al oído y sentí la piel de sus brazos erizarse. Se giró y coloco sus brazos alrededor de mi cuello mientras su lengua acariciaba mis labios, levanté una de mis cejas, porque me sorprendió aquella maldita provocación y lleve nuestros pasos a la piscina, porque quería estar dentro de ella aquí y ahora.

Yo había entrado primero y Genave aún se encontraba indecisa, pero la tome por la cintura y la fui guiando despacio, sus labios se separaron cuando el cambio de temperatura hizo estremecer su cuerpo. Una luz naranja despuntaba en el horizonte y sabía que en cualquier momento la luz del sol nos bañaría con su calor, así que enreda sus piernas en mí y coloque mi dura erección en la entrada de su coño, yo estaba listo para ella y sabía que ella estaba lista para mí. Sin soltarla me senté sobre la escalinata de piedra y entre en ella. Era demasiado caliente tenerla así encima de mí, mojada y ardiente, con sus uñas clavadas en la espalda y mis manos sosteniendo sus nalgas.

—Me encanta—susurro sobre mis labios, mientras subía y bajaba sobre mi pene como la maldita diosa que era. Genave aún no comprendía lo perdido que me encontraba, no sabía que me pertenecía y nadie más.

Nos saque de la piscina sin soltarla y sin salir de dentro de ella. La coloque sobre una de las tumbonas y coloque sus piernas sobre mis hombros, mientras penetraba su coño con rudeza y desesperación y la escuchaba gritar mi nombre. El sexo con ella era una total mortificación, porque tenía que tener la mente preparada para no venirme en el mismo instante en que entraba en su coño, seguía demasiado apretado y caliente, aquello hacía estallar mi cabeza.

—Voy a venirme sobre ti—dije y la observe mirarme con picardía, sabía que en cualquier momento ella también explotaría, podía sentirlo por como su coño se apretaba.

Aparte sus piernas de mis hombros y estas las dejo suspendida en el aire, dándome una vista tan malditamente ardiente de su cuerpo que tuve que salir rápidamente de ella y para no correrme dentro, soltó un grito en aquel momento que me dejó realmente sorprendido, aquel había sido una cogida realmente mojada y caliente. Le cargue sobre mi hombro y deje una palmada en su nalga, era hora de darnos una ducha y había llegado el momento de regresar a nuestra sombría realidad.

***

Genave me observaba a través de la ventana mientras yo conversaba con mis hombres, sabía que estaba preocupada y que esta situación no era algo a lo que estaba estuviese acostumbrada, pero sino arrancaba de raíz aquella mala siembra quizás nunca iba a tener la oportunidad de hacer todo lo que tenía planeado para ella. Me había propuesto mantenerla a salvo, a ella y a todos a su alrededor.

— ¿Qué sabemos del tal Devon Griffin? ¿Y dónde está ahora?—dije apartando mis ojos de ella, si seguía mirándola podría arrepentirme de lo que estaba haciendo.

—Es escurridizo y está respaldado por la mafia italiana, así que aparece y desaparece como si nada. Es la mano derecha de Marco ahora mismo y también descubrimos algunas llamadas que él hizo a la señora Josephine, según nuestro informante la mujer es amante de Marco—aquello no era algo que me sorprendiera, sabía que ella estaba involucrada en toda esta mierda.

—Sabemos porque el no termino el trabajo de la mujer y ¿Por qué se encontraba desnuda?—mire solo por un segundo a Genave y esta se apartó en aquel momento de la ventana. Todos se quedaron en silencio y sabía que lo que tuviesen que decirme iba a molestarme—Alguien hablara—presione.

—Según el informante sólo quería asustarla, no lastimarla y lo de la foto desnuda era para—levante la mano no necesitaba escuchar nada más, sabía que Marco era un depravado asqueroso y no podía siquiera imaginarme el uso que le estaba dando aquellas fotos.

Sabía que yo era el principal culpable de aquella situación y por eso yo mismo debía ponerle fin. Marco y yo habíamos jugado por mucho tiempo al gato y el ratón, pero cada cual había mantenido el control absoluto sobre su territorio, pero dentro de la mafia existía una regla que ninguno de los dos se había atrevido a romper. ¨Debe vivir quien no tenga miedo a meterse en el territorio enemigo¨ yo había dado el primer paso, ahora debía terminar de eliminar los obstáculos que quedaban.

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