Epílogo

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Genave 

5 años después 

La primera vez que Rubí me pregunto por su padre se me hizo un nudo en la garganta. La alce en mis brazos y la apretuje en mi pecho, mientras pensaba cuidadosamente en mis próximas palabras. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparada para el mismo, había criado a mi hija en una burbuja donde la palabra "mafia" nunca había sido pronunciada, así que simplemente la miré a los ojos y le dije con dulzura.

—Tú papá es un ángel Ruri, él nos cuida desde el cielo—sus ojos verdes se iluminaron y pude ver el reconocimiento en su mirada.

— ¿cómo la abuela?—pregunto con curiosidad y recordar a Darla me lleno de tristeza.

El año pasado fue desastroso para todos, la muerte de Darla nos marcó a todos y destrozo a mi padre. La mujer había sido insufrible muchas veces, pero todos la amábamos y el tiempo no me alcanzo para agradecerle todo lo que había hecho por mí y por mi hija, su corazón no soporto mucho más y se detuvo, ella cerro los ojos y no volvió a despertar. Todos estábamos a su lado, todos juntos le dimos aquel día el último adiós.

—Si—afirme—Como la abuela—ella se lanzó a mis brazos y la escuche sollozar. Rubí era muy pequeña todavía, pero entendía con claridad que cuando alguien iba al cielo no regresaba.

Limpie su rostro y le regale una cálida sonrisa. Ella era idéntica a su padre y me dolía el corazón cada vez que la miraba, pero me consolaba saber que no todo lo que había vivido con Rubén había sido malo, Rubí era el fruto de lo bueno, del amor que sentimos el uno por el otro, no podía ser tan egoísta y pensar solamente en el camino doloroso que recorrimos juntos, porque al final la pequeña en mis brazos era el regalo más grande.

— ¡Hora de comer!—escuche vociferar a Gina. Mi hermana había sido mi columna cuando Rubén se marchó, le agradecía a la vida por tener una hermana como ella, porque a pesar de la distancia nunca me dejo sola, siempre estuvo para consolarme en las noches más oscuras, siempre estuvo para decirme que todo estaría bien.

Caminamos a la casa y yo mire una última vez aquel paisaje. Era hermoso este lugar y mi padre, Rubí y yo hacíamos este viaje a Italia como una tradición. Era la primera vez que Darla no nos acompañaba, pero Rey le había prometido que sin importar lo que pasara no dejaríamos de visitar a Gina y así se cumplió. Mi padre comenzaba aprender a vivir sin su otra mitad.

—Vamos, quiero que conozcan a alguien—dijo mi hermana entusiasmada. Alessio hablaba con alguien quien se encontraba de espaldas a nosotras cuando entramos en el comedor y cuando se giró sus ojos y los míos se encontraron en aquel momento. Sentí un extraño cosquilleo en el estómago y su sonrisa me deslumbro, por más que quise no pude apartar la mirada de aquellos ojos tan insinuantes.

—Gena, él es Leo Lombardi el primo de Alessio—él me extendió la mano y yo no dude en estrecharla. Después de cinco años sentí que algo se me removía por dentro.

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