Capítulo 48. Mi oxigeno

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Rubén 

Genave temblaba en mis brazos y sabía que no era por la baja temperatura que se sentía aquella noche. Divise a sus padres en la distancia los dos abrazados mirándonos con nerviosismo, algo había pasado, algo que era realmente malo y no sé porque presentía que aquello tenía que ver con Marco era una extraña premonición. Pero no podía dejar que la mujer en mis brazos se expusiera al peligro, si alguien tenía que enfrentar aquel hombre ese era yo.

— ¿Qué pasó? —aparte su rostro de mi pecho y la hice mirarme a los ojos. Estaban enrojecidos e hinchados, verla sufrir de aquella manera me rompía por dentro.

—La tiene—dije con la voz entrecortada—Sabía que algo tramaba cuando la miro y la tiene no puedo permitir que la dañe como a Tiffany—la mire con confusión, porque no entendía nada ¿a quién tenía? ¿De quién hablaba?

—Vamos a la casa, tienes que calmarte—me miro asustada y negó con la cabeza.

— ¡No!—gritó exasperada—No podemos perder más tiempo—El padre de Genave camino hacia nosotros y me miro sorprendido cuando me reconoció. Arrancó a su hija de mis brazos y sabía que solo buscaba protegerla, pero debía darse cuenta de que yo nunca le haría daño.

— ¿Qué demonios hace este hombre aquí? —sus ojos se quedaron fijo en los míos y pude ver como la rabia iba creciendo, pero ahora no era el momento ni el lugar para una conversación de hombre a hombre.

—Esto no ha parado de sonar—dijo la señora Stevens aproximándose hacia nosotros—el nombre que pone es el de tu compañera Allison—Genave le arrebató el teléfono de las manos y yo le hice un gesto para que me lo entregara. Si Marco me quería iba a tenerme.

Genave me miro asustada, se soltó del agarre al que la tenía sometida su padre y se aproximó hacia mí. Negó con la cabeza y acarició mi rostro con sus suaves manos, no pude evitar cerrar los ojos ante su cálido tacto, porque si realmente debía morir esta noche lo haría por lo menos con la certeza de que había cumplido mi promesa de regresar a ella, de que no la había abandonado, porque al final quizás aquel era el único consuelo que podría ofrecerle. Su móvil vibró en mis manos nuevamente, mire un momento la pantalla y luego tomé aquella llamada.

—Marco—dije y escuche su risa sarcástica provocando con esta que el enojo comenzará a crecer dentro de mí.

Veo que los muertos están resucitando, tú hermano y tú tienen una manía muy extraña—dijo aquello con sorna y respire profundo para calmar el volcán que estaba a punto de hacer erupción.

—Déjate de payasadas y terminemos con esto ¿dónde está la chica?—pregunte con molestia.

Creo que podemos negociar—enfatizó y mire a Genave con tristeza porque aquello confirmaba mi mas grande temor —No puedo hacer el trato que una vez mi padre hizo con tu hermano, pero si puedo darte mi palabra de que nos alejaremos de Genave, ni siquiera un cabello se le tocara—Estaba más que claro lo que me proponía. Mi vida por la de ella.

—Dime donde estas y terminemos con esto de una vez.

En las afueras de la ciudad. Una vieja fábrica en ruinas y no te hagas el listo Patrovick si no estás aquí dentro de dos horas la chica muere y solo tengo que dar una orden para que también maten a Genave—puse fin aquella llamada y le regrese el teléfono. Sus manos temblaban y necesitaba hacer que se tranquilizará, tenía que hacerle entender que todo estaría bien.

—Entremos a la casa—le suplique bajo la atenta mirada de su padre quien me observaba con desconfianza, Genave dejo que la escoltara sin poner resistencia.

Lleve nuestros pasos directo hacia su habitación y aunque sabía que su padre no estaba de acuerdo este no dijo nada. Nos encerré en aquel pequeño espacio y bese sus labios con diligencia, sabía que en lo menos que ella estaba pensando en este momento era en hacer el amor, pero sabía que si no la tocaba, si no la tenía para mi ahora mismo no tendría el valor de enfrentar lo que estaba por venir. Puse seguro a la puerta y apague aquella lámpara, mientras mis manos se metían debajo de su blusa. Su piel estaba fría, pero no tardó en calentarse y me apresure a desnudarla, tenía prisa de hacerla mía, de hacerle entender que ella era todo mi existir.

—Sin importar lo que pase en nuestras vidas, nunca, escúchame bien, nunca olvides que vivo y respiro por ti—las lágrimas mojaban sus ojos porque aunque no dijera nada ella lo sabía—Eres mi oxígeno para vivir Genave Stevens—Bese sus labios nuevamente dejando que el oxígeno de su amor me llenara por dentro.

El lado oscuro del placer (Libro #2  serie Oscura +18 ) Disponible en AmazonWhere stories live. Discover now