Capítulo 43. Los muertos resucitan

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Rubén 

Estaba muerto. Por lo menos para las personas que me importaba que lo creyeran lo estaba y aquella era mi ventaja. Morí en aquel recibidor de hotel, así era como debía ser, ahora dejaría todo en su lugar para poder escapar de esta vida de mierda que solo me había traído muerte y destrucción. Miraba con atención cómo soplaba el viento y aquel paisaje que me había acompañado durante años, sabía que irme no pondría fin a la persecución, pero sería un paso agigantado en mi decisión de dejar este mundo.

—No podré hacer nada si lo descubren—escuché decir a Jotrov detrás de mí.

—Nunca te pediría que hicieras algo tan peligroso—mi giré hacia él y lo mire directamente a los ojos.

—Es una locura, si algo sale mal las consecuencias serán desastrosas.

Sabía que trataba de convencerme de abandonar aquella idea, que solo actuaba por aquel instinto de supervivencia, ese que por años lo había acompañado, pero ahora lo estaba liberando. Era libre de marcharse, de hacer su vida, de enamorarse por primera vez, podía dejar atrás la sangre y la incertidumbre que lo acompañaba cada día, esa que lo hacía preguntarse ¿si despertara en la mañana? o si tendría una muerte silenciosa, lo estaba liberando de aquel calvario.

—Puedes volver a tu pueblo natal, nada te faltara Jotrov, puedes llevar una vida tranquila alejado de este mundo de mierda—Pude ver el anhelo en su mirada, él había estado atado a los Patrovick demasiado años—No habrá represalias contra ti, si algo pasa yo me haré cargo—lo sentí dudoso por un momento, pero ahora no era momento para dudas.

—Haré las transferencias a la cuenta de la señorita Stevens y señor—hizo silencio por un segundo y luego prosiguió—Fue un honor trabajar para usted—Salió de aquel despacho sin mirar atrás y por fin después de tanto años por primera vez había hecho algo bueno por aquel hombre.

Mire nuevamente por la ventana y me perdí en aquella inmensidad. Mi destino era incierto, tan incierto como el hecho de que nadie iba enterarse nunca de que seguía vivo. Para la mafia Rusa había caído una de sus grandes cabezas, pero como yo, muchos otros surgirán a esos les tocará tener cojones y mucha valentía para afrontar las consecuencias que trae involucrarse en esta vida, yo solo quería darle paz a mi madre y a la mujer que había comenzado amar con mi vida, solo esperaba que el destino no nos jugara una mala pasada.

***

Mi madre miraba con lágrimas en los ojos lo destruida que había quedado su casa, sabía que nada de lo que pudiera hacer aliviaría aquella perdida, pero sabía que la decisión que había tomado sanaría un poco la herida de su corazón. Me había suplicado que la llevara y aunque en un principio me había negado sabía que tarde o temprano tendría que mostrarle aquella terrorífica escena, se lanzó a mis brazos y yo la abrace para consolarla, ella no se merecía aquel sufrimiento.

—Voy a dejarlo—dije y se apartó de mi pecho para mirarme a los ojos—Para todos estoy muerto, así que les daré a ti y a Genave la vida que merecen—Aun me miraba incrédula, había prometido aquello tantas veces que sabía que sería demasiado difícil para ella creerme.

—No es tan fácil como lo pintas—mi madre conocía mejor que yo el negocio. Había vivido en carne propia las consecuencias irreparables que dejaba aquel mundo y sufrió aquel yugo en silencio mucho tiempo por temor a mi padre—No la arrastres contigo—dijo y aquello se escuchó como una súplica, pero ya era demasiado tarde.

—No puedo dejarla, le hice una promesa—fue ahora mi madre quien me estrechó en sus brazos y deje que me consolara. Porque las rosas siempre tenían espinas y las mías aún podían lastimar.

—Me iré a Estocolmo, tú tía Dakota me recibirá—Aquello no me lo esperaba.

—Pensé en que podías venir a Nueva York conmigo—negó con la cabeza y en aquel preciso momento un taxi se aproximó a nosotros.

—Es tú comienzo Rubén, no el mío yo ya estoy muy vieja—dejo un beso en mi mejilla y se subió aquel coche, sabía que pasaría demasiado tiempo antes de que volviese a ver a mi madre.

El móvil había vibrado en el bolsillo de mi pantalón y tomándolo en mis manos leí el mensaje que Jotrov me había enviado. Arsher William, 32 años, soltero y está a cargo de la firma de abogados que trabaja para el estado de Nueva York, nexos en Italia Víctor Fiorella. Aquello llamó demasiado mi atención, porque aquel hombre era el padre de la mujer que le hizo daño a la hermana de Genave, conocía bien la historia y algunas cosas turbias sobre la familia Fiorella, como por ejemplo el hecho de que la licencia de abogado de Víctor había sido revocada por falsificación de pruebas.

Lance el teléfono aquel suelo de tierra y lo aplaste con mi pie. Tenía que destruir todo aquello que pudiese dejar una brecha a mis enemigos, todo eso que pudiese guiarlos hasta la vida que tenía planeado empezar con Genave, pero después de aquel mensaje sabía que aquello era algo que no podía dejar pasar, sospechaba que las intenciones de Arsher William con Genave iban mucho más allá de una relación laboral.

Un movimiento en el interior de aquella casa en ruinas llamó mi atención en aquel momento, pero quién estaba allí no tuvo reparos, ni ningún problema en aparecer frente a mí. La brisa soplaba y el viento levantaba el polvo de aquel suelo haciendo aún más tenebrosa aquella escena y yo era que tenía miedo, ya había visto pasar frente a mis ojos la sombra de la muerte, mi único temor era que algo malo pudiera pasarle a Genave, pero nunca me espere ver a la persona que se encontraba frente a mí.

—Rubén Patrovick—dijo con aquel acento suyo tan marcado, pensé que la oscuridad de aquella noche me estaba haciendo ver visiones, pero cuando se acercó un poco más y la luz de aquella lámpara iluminó su rostro, por puro instinto di un paso atrás. No podía creer lo que estaban viendo mis ojos, aquello no podía ser verdad. A menos que los muertos resucitarán. 

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