Capítulo 59: Brisa veraniega

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A veces pasa algo que hace que nos ilusionemos tanto que salgamos de la realidad por cierto tiempo. Puede ser que esa ilusión provenga de una persona, de un acontecimiento o de cualquier tipo de circunstancia... Pero, ¿qué pasa si la ilusión desvanece? Es tan rara esa sensación... es como si todo tu mundo se cayese en tus pies y te devolviese a la jodida y mugrienta realidad.

- ¡Vamos! -dije cogiendo el brazo de Tati y tirando de ella. Ángel agarró su mochila del suelo y se la colocó junto a la suya en la espalda.

Los zombis llegaban y llegaban de todas partes. Julia y Ángel disparaban mientras yo pretendía que Tati subiese la colonia, aunque ella, de forma desganada, intentaba tirarse al suelo. Jhon, alzando su mano desde encima la loma avisaba de que teníamos que darnos prisa.

Cuando conseguí que Tatiana subiese, Ángel se quedó sin munición y corrió hacia arriba. Saqué mi revólver y le dije a Julia que yo le cubría.

Habría unos 20 zombis... sin contar los que ya estaban derribados en el suelo. 

Con ayuda de Jhon y de Ángel, llegué hasta arriba y corrimos hasta salir del pequeño secadal que separaba las vías de la carretera. 

- ¡Maldita sea! -dije exhausta tirándome al suelo.

- No vuelvas a hacer eso... -dijo Tatiana cabreada mientras aguantaba sus ganas de llorar.

- ¿El qué, eh? -me levanté. - ¿Salvarte la puta vida? ¡Ese zombi estuvo a centímetros de arrancarte la yugular! 

Tatiana me miró y bajó la vista desgradecidamente. 

- Patri... yo creo que ella había tomado una decisión... -dijo Ángel por lo bajini.

- Vale, bien. Ahora culpadme, ¿no? Lo que me faltaba.

- ¡Ya está, joder! -dijo Julia bastante cabreada. - Estamos bien y es lo que cuenta. Deberíamos empezar a andar hasta que demos con un coche.

Después de las palabras de Julia nos pusimos todos en marcha. Estuvimos un tiempo con un silencio frío y bastante incómodo, pero Jhon se decidió a hablar. 

Estaba muy nerviosa. Le había salvado la puta vida a Tatiana y ella ni siquiera hacía por agradecérmelo. Y vale, que sí, que puede ser que ella quisiera dejar este ''mundo'', pero yo al menos no iba a permitir que muriese de tal forma inhumana.

En fin, después de un tiempo andando la cosa se calmó. Hablamos de Salva -no sé si os acordaréis de él-, de la gente de la estación donde pasamos una noche, e incluso hablamos de Kim y de su tan inexplicable caso.

- Cada vez se nota más el calor, ¿eh? -dijo Ángel mientras limpiaba su sudor.

- Vaya... deduzco que estemos por agosto -contesté.

- Julio diría yo -comentó Jhon.

- ¿Tenéis hambre? -preguntó Julia.

- Yo sí, bastante. Pero creo que solo nos quedan dos latas de albóndigas y una de judías -intervine.

- Y munición... No tenemos munición -dijo Ángel.

- Deberíamos ir a la autovía. Es muy probable que allí haya coches amontonados y suministros.

- Por mi parte no me arriesgaría ir a la autovía... -dije.

- ¿Y cuál es tu plan? -preguntó.

- No sé, Jhon. Las comarcales siempre dan a algún pueblo, no creo que estemos muy lejos de encontrar algo.

- Llevamos 3 horas andando, Patri.

De repente, un cartel alegró mi cara.

- Ahí lo tenéis -dije señalando.

''Mazarron'' ponía en el cartel.

- Creo que en una horita podremos llegar -dijo Ángel.

Tati seguía callada, con la mirada en el suelo y con una forma de dejamiento en el andar. Estaba empezando a pensar que debería haber dejado que muriese, me sentía mal.

No tardamos mucho en llegar al destino, una hora y media calculo. Eran un pueblo precioso... costero, por cierto. Estaba bastante sucio, como era de esperar, y abandonado. Pero sus pisos y casas eran blancas. Las calles pequeñitas y estrechas. Había tanto sitio para quedarse que era difícil elegir lugar.

- Vamos... -susurré con el cuchillo en mi mano.

Tuvimos varios enfrentamientos con zombis, pero apenas iban de dos en dos o incluso solos. Deduje que al ser una zona con mar, los zombis evitaban estar aquí.

Entramos en una pequeña tienda de comestibles que tenía la puerta entreabierta. La única luz que nos dejaba ver era la que el sol permitía entrar por la apertura.

- Está claro que aquí ya ha habido gente antes... -dijo Ángel recolocándose el cuchillo.

- Venga, coged todo lo que podáis y no tardéis mucho. Yo me quedo en la puerta vigilando -ordené a ellos.

De repente, escuché un motor acercándose al lugar.

- ¡Mierda, mierda, mierda! -dije entrando y cerrando la puerta.

- ¡¿Qué pasa, Patri?! -dijo Julia.

- Viene alguien. Ángel, ayúdame.

Ángel se colocó conmigo taponando la puerta. Entonces, el motor empezó a acercarse y acercarse y se paró. Unos pasos se oyeron y el gatillo de una pistola también.

- Aquí tiene que haber algo -dijo una voz femenina.

- ¿Estará limpio? Solo tenemos dos cartuchos y no podemos desperdiciarlos -añadió una voz varonil.

Me puse nerviosa y miré a Julia. Ella tenía los ojos abiertos como platos y la pistola en la mano.

- Arrrrrrrg -empecé a decir intentando imitar el gruñido de un zombi.

El hombre y la mujer se callaron haciendo el amago de oír. 

- ¡AAAAAAAAAAARGG! -empecé a golpear fuerte el suelo de la tienda.

- ¡Grrrrrrrrrr! -dijo Julia.

- Arrrrggg -se unieron Ángel y Jhon mientras también golpeaban el suelo con sus botas.

- Vámonos de aquí, anda... -dijo la voz varonil.

Se subieron al coche y fueron alejándose.

Suspiré y me eché al suelo del susto.

- ¿'Grrr' Julia, 'grr'? -dijo Jhon riéndose. - Eso no parecían gruñidos, parecían gemidos -nos reímos todos.

- ¿Y si pasamos aquí la noche? -dijo Ángel.

- ¿Estás de coña, no? -dije levantándome. - Tenemos un jodido pueblo, que por cierto, es precioso, para nosotros solos y ¿pretendes pasar la noche en una mugrienta tienda que encima es pequeñísima? 

- Yo creo que no estaría mal buscar alguna casa libre... Añoro dormir en una cama con una almohada en condiciones.

Después de coger todo lo que quedaba en la tienda, salimos poco a poco y en fila. Era tan bonito ese lugar... se respiraba ese olor de marea cuando vas a la playa que es único. 

La verdad es que no entiendo cómo un lugar en el que apenas hay zombis y parece seguro, esté deshabitado, pero bueno.

Encontramos una casa enooooorme que tenía vistas al mar. Creo que ese era nuestro día de suerte, porque mientras buscábamos refugio, encontramos una furgoneta Volkswagen que tenía las llaves puestas. Eso sí, el asiento del piloto estaba lleno de sangre.

Nos alojamos en la casa y nos pusimos cómodos.


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