Capítulo 37: Patri (2º parte)

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No recuerdo bien lo que pasó. No recuerdo bien cómo pasó. Ni siquiera recuerdo cuándo pasó. 
De un minuto a otro, estaba tirada en el suelo... ¿y ahora dónde estoy?
Quizás tenga que retroceder un tiempo atrás...:

- ¡UNA PERSONA FUERTE, ES FUERTE HASTA EL FINAL! -dije tirando la granada.

Una explosión nubló mi vista. El ruido taponó mis oídos. La fuerte onda que provocó la granada hizo que mi cuerpo se desplomase al suelo.
No recuerdo bien lo que sentí, no era dolor... era como estar volando. Sentía que todos mis sentidos se hacían uno. Podía oír los depravantes gruñidos de los zombis mientras estos se quemaban. 

Algo en mí volvió a encenderse: Mis brazos, llenos de sangre y quemaduras, empezaron a arrastrar a mi cuerpo con ayuda de mis codos. Vuelvo a decirlo, no era consciente de lo que hacía, ni siquiera sé cómo lograba moverme. Recuerdo que arrojé la granada con toda la fuerza que pude hacia la entrada de la fábrica, donde los zombis estaban amontonándose.

Tardé en salir, pero lo conseguí. Conseguí salir por una pequeña puerta de metal que había en la parte trasera de la fábrica y que daba hacia el bosque.
Caí desolada al cerrar la puerta y me apoyé en ella mientras intentaba incorporarme para abrir mi mochila y coger mi revólver. Todos mis esfuerzos eran en vano, no sentía ni mis manos. Todo mi cuerpo se desprendió en el suelo y caí inconsciente.

Me desperté tiempo después. Ya había luz, así que deduje que todo había salido bien porque seguía viva. 
Empecé a mirar y tocar mi cuerpo... mis botas estaban quemadas, mis pantalones rasurados, mi piel llena de sangre y color negrizo provocado por el fuego. Entre la frente y la ceja derecha tenía sangre seca que estaba volviéndose muy incómoda. Mi pelo se caía a montones...
Con todo el cuidado que pude tener, intenté ponerme de pie. Me levanté con ayuda del pomo de la puerta, pero estaba tan ardiendo que solo provocó una reacción de rechazo hacia mí. 
Mis piernas empezaron a temblar al ponerme de pie. Respiré hondo y miré hacia todos lados, tenía la vista un tanto nublada. Con la mano derecha, cogí mi mochila como pude, porque la izquierda ni siquiera la sentía. 
La mochila estaba chamuscada, seguía teniendo las municiones ahí por suerte. Mi revólver seguía en el suelo, se me cayó al perder el conocimiento cuando salí de la fábrica. La metralleta y el rifle no sabía dónde estaban, supongo que las perdí allí dentro. Seguía teniendo detrás de mi pantalón las pistolas de mano y el revólver que tanto me gustó de la armería en la canana.

Tenía una herida bastante profunda en la muñeca izquierda, al caer en la fábrica, el cuchillo que tenía entre el pantalón y la canana me había abierto una vena. Tenía que taponarla ya, porque la sangre estaba haciendo un charco.
Me dirigí al 4x4, algunos zombis estaban vivos, pero estaban como aturdidos... sin saber qué hacer. Y sobre todo, estaban quemados. Otros tantos, estaban en el suelo, algunos movían la mandíbula sin conseguir nada. Y la mayoría, estaban quemados, con todo su cuerpo negro y desprendiendo humo. El olor de allí era infernal... Siempre he odiado el olor a quemado, pues imaginaros si los quemados son cuerpos putrefactos y malnutridos.
Menos mal que la puerta del 4x4 seguía abierta, porque mis fuerzas no me hubieran dejado abrirla.
Como pude, subí a él y abrí la guantera.

- ¡MIERDAAAAAA! -grité con una voz que apenas salía de mí.

Empecé a toser sangre y a vomitar cosas que ni siquiera sabía que podían vomitarse.
Me había clavado un cristal en la pierna al intentar abrir la guantera, y el esfuerzo que hice al gritar, provocó dolor en mi barriga. 
Entre la vena abierta de la muñeca y la herida de la pierna, estaba llenando todo el coche de sangre. 
Intenté arrancar el coche, pero sin éxito alguno. 

Todo el humo que salía de la fábrica, estaba metiéndose en mis ojos y haciendo imposible la vista. Así que salí rápidamente del coche con un mapa y una botella pequeña de agua que había en la guantera.

- ¿Dónde voy? -pensaba mirando hacia el norte y el sur.

Decidí ir por el sur, idea tonta ya que nosotros habíamos llegado por el norte... Pero, nada me decía por dónde ir.

Caminaba, bueno, mejor dicho, arrastraba mis piernas como podía. Me había hecho un torniquete en la muñeca con mi camiseta. Así que iba medio desnuda, con todo el cuerpo quemado, sangre por casi todos lados, los ojos rojos y el pelo alocado.

De repente, sentí el fuerte impacto de una bala penetrándose por mi hombro izquierdo, casi rozando mi pecho. Con la mano derecha apreté fuertemente.

- AAAAAAAAH -grité nublando la vista y cerrando los ojos. Caí desplomada al suelo.

- ¡OH, NO, MIERDA, ES PATRI! -gritó una voz.

No sé si fue suerte o desgracia, pero los que me dispararon eran dos refugiados del campamento. Uno se llamaba Albert, y otra Tatiana.

Y hasta aquí es todo lo que puedo contaros. Quizás todo esto sea un sueño, porque creo que estoy soñando...

Apocalipsis finalWhere stories live. Discover now