Capítulo 56: Familia rota

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¿Sabéis? Nunca le he temido a la muerte, a lo que es la muerte en sí. Es más, pienso que la muerte es una de las cosas más bonitas respecto al sistema de evolución de las especies. No me toméis por loca, quiero que la muerte es necesaria para que la vida siga creciendo. No entiendo tanta tristeza cuando alguien muere y tanta alegría cuando alguien nace... o por lo menos no ahora. Creo que deberíamos alegrarnos por los que mueren, porque en su mayoría no llevan la vida que quisieran tener, sino la que les ''obligan'' a llevar. Pero, ¿sabéis a lo que sí le temo? A lo que se tiene que sentir cuando mueres. Es decir... ¿se siente algo cuando mueres, o mueres porque mueres y ya? Vaya juego de palabras acabo de montarme, en fin...

Me levanté aturdida y muerta de calor. Se notaba que el verano estaba debilitando mis fuerzas.

Pensé y pensé qué hacer respecto a lo que estaba pasando. Estaba claro que no podía irme sola, no estaba preparada para ello.

Tenía muchas ganas de ducharme en condiciones, es decir, con gel y champú. Eso de limpiarme la sangre y el sudor con toallitas estaba provocándome un olor insoportable. 

Abrí la puerta en silencio, todos parecían estar acostados. Bajé las escaleras de metal haciendo, sin querer, pequeños crujidos por el óxido.

Salí de la fábrica y me quedé mirando el coche. Inconscientemente, me acerqué a él y lo abrí forzando la puerta. Por suerte o por desgracia, no estaban las llaves así que no pude arrancarlo.

- Creo que debería aprender el ''arte'' de sabotear coches -me dije a mí misma.

- ¿Qué haces? -me dijo Julia asustándome.

- ¡Joder, Julia! ¡Me has asustado! -dije saliendo del coche. - ¿Cómo está Jhon?

- Mejor, necesitaba descansar. Todos necesitábamos descansar -dijo mordiéndose el labio. - Aunque sigue bastante debilitado. 

- Uy, qué pena. No vas a poder follar con él en un buen tiempo -dije levantando la ceja.

- ¡¿De qué coño vas?!

Julia se abalanzó sobre mí y me agarró las manos colocándomelas detrás de la espalda. 

Se me quedó mirando y sacó su pistola.

- ¿Qué haces? -dije forcejeando y tragando saliva.

Me colocó la pistola justo al lado de la ceja derecha y la apretó hacia mí.

- Deja de confundirme -dijo con voz quebradiza.

- Si quisieras matarme, lo hubieras hecho hace tiempo.

En un movimiento rápido, agarré su muñeca derecha donde portaba la pistola y forcejeé con ella hasta posicionarme detrás de su espalda presionándola a mí y poniendo el arma en su barriga.

- ¿Y ahora qué? -le susurré al oído con la respiración acelerada.

- Si quisieras matarme, lo hubieras hecho hace tiempo -contestó girando su cabeza hasta rozar mis labios.

Hubo unos segundos de silencio, que para mí parecieron minutos, hasta que el gatillo de una pistola nos hizo mirar hacia delante.

- ¡SUÉLTALA! -gritó Ángel apuntándome.

- Ángel, no es lo que crees... -dije separándome de Julia.

- ¡La pistola al suelo ahora mismo! -gritó nuevamente acercándose a mí.

Bajé poco a poco mi cuerpo y dejé la pistola en el suelo. Me levanté y alcé las manos.

- Ángel, deja de apuntarla -exigió Julia.

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora