Capítulo 45: Retraso

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Esas veces en las que te sientes inútil, te sientes nada para nadie; y entonces, de repente, alguien hace algo, por muy chico que sea, y te demuestra que eres importante.

Solo necesitamos un pequeño detalle de vez en cuando, un pequeño detalle para sentirte querido...

Después de pasar allí el día, jugando, charlando y riendo... Julia me llevó a ''mi cuarto''. Era tan bonito... estilo rural, con una cama gigantesca en medio de la habitación y un balcón enorme por el cual se veían las estrellas y la luna que esa noche estaba enorme.

- ¿Sabes lo que echo mucho de menos? -pregtunté a Julia. Una ducha de agua ardiendo...

- ¿Y si caliento agua y te metes en el jacuzzi del baño? -sugerió.

- No, no, no. Eso sería mucho lío... Además, los chicos ya están acostados y tendríamos que levantarlos para el generador.

- Espera aquí -dijo yéndose.

- ¡¡Julia!! -rechisté.

Hoy era mi día, y me lo estaban demostrando. Ya tenía 17 años... ¿tan pronto había pasado mi vida? Que sí, que es cierto, que solo acababa de empezar a vivir, pero ¿esto era vida? Llevaba un año entero sobreviviendo entre toda esta mierda...

- ¿Se puede? -dijo Ángel entrando con una olla enorme que desprendía vapor.

- Sí, entra.

Dios... pero qué musculazos tenía. Nunca me había parado a fijarme en lo atractivo que era. Es de esos chicos que ves por la calle y piensas: ''Joder, qué bueno está''.

- Es agua caliente. Julia me dijo que tenías ganas de volver a probar un baño caliente. ¿Dónde la dejo?

- En el baño -dije señalando la puerta de éste.

Ángel dejó la olla apoyada en una sobremesa al lado del jacuzzi. Me miró, sonrío y se fue.

No sé por qué, pero la piel se me erizó sin motivo alguno. ¡Estaba tan guapo esa noche, joder!

Cogí una toalla, estaba metida en un guardero pegado a la pared de mi cuarto.

Eché toda el agua en el jacuzzi, aún así no era suficiente.

Empecé a quitarme la ropa. Había un espejo, también enorme, en la pared del baño.

Una vez desnuda, miré al espejo, con cierto miedo. Hacía tanto que no me veía... ¿en qué me había convertido? decidme.

Mi pelo ya llegaba casi a mi pecho; sus puntas estaban abiertas y muy descuidadas; el color era una mezcla entre cobrizo, rubio y con destellos castaños.

Mis ojos... mis ojos estaban distintos, sobre todo mi mirada; el ojo izquierdo tenía un tono verdoso notablemente más claro que el tono marroncito del derecho; cubrían a mis ojos unas cejas poco abundantes que hacían una pequeña ''pirámide'', y a estos los protegían unas largas y negras pestañas.

Mi cuerpo no era digno de mirar... tenía cicatrices por todos lados. Rasguños, quemaduras, pequeños moratones... 

¿Sabéis qué? No son cicatrices, ni heridas, ni moratones. Son las marcas de las batallas que he ganado.

- ¿Y Patri...? -pregunté a voz entre-cortada mientras miraba al reflejo del espejo.

No me domeré más. Introducí mi pierna derecha en el agua. Una sensación de añoranza y a la vez de placer recorrió todo mi cuerpo.

Procedí a meter la pierna izquierda cuando alguien tocó a la puerta.

- Pasa -dije.

Julia entró, cerró la puerta y se paralizó. Miró todo mi cuerpo... como sorprendida de ello. Me miraba de arriba a abajo, hasta que se paró en mi mueñeca izquierda.

- ¿Qué es eso? -dijo señalando.

- Cicatrices -contesté sin miedo.

- ¿De qué?

- Toda guerra deja marcas.

Julia me miró, deduciendo lo que le quería decir.

Creo que nunca os lo comenté, pero cuando Alex murió y Eli y yo nos separamos, intenté suicidarme. Estaba mal, muy mal. Y era débil, muy débil...

Una noche, exactamente la segunda que pasé sola, estaba metida en un coche, muerta de miedo y sin poder parar de llorar. No tenía recursos, era asustadiza y miedica. Lo único que se me pasó por la cabeza fue coger mi cuchillo y clavarlo tan fuerte en mi muñeca izquierda que por culpa de la sangre caí inconsciente.

Julia agachó la mirada.

- Mañana nos iremos a primera hora -dijo.

- ¿Adónde vamos? -pregunté introduciéndome en el agua.

- Rumbo Madrid.

- Julia, me parece muy precipitado... Es cierto que yo he reposado y me encuentro mucho mejor, pero necesito algo de tranquilidad. Unos días, aunque sea.

- Y esas ganas de encontrar a tu madre, ¿dónde han quedado? -preguntó acercándose al jacuzzi.

- Tengo muchísimas ganas de encontrarla, y de hacerle miles de preguntas que tú ya sabes, pero quiero ir cuando esté segura de ello.

- Patri... -dijo con una lágrima en el ojo izquierdo.

- ¿Qué pasa?

- No me viene la regla.

- ¡¿Qué?! ¡MALDITA SEA, JULIA! -contesté saliéndome del agua. -Sabía que llevabas tiempo intentando decirme algo. ¿Estás embarazada?

- ¡No lo sé! No lo sé. Y creo que tampoco quiero saberlo.

- ¿Se lo has dicho a Jhon?

- No...

- Mañana a primera hora salimos. Antes de coger el cárril del AVE, pasamos por alguna farmacia y pillamos un test de embarazo.

- Por favor... no se lo digas -pidió agarrándome del brazo.

Me tapé con la toalla y salí. 

Entré a mi cuarto y me eché a la cama. Tenía ganas de llorar, pero como era típico, no me salían las lágrimas. ¿Sabéis lo que eso significaba? ¿Sabéis lo que es que Julia estuviese embarazada? ¡Con 16 años, joder! ¡Y encima en estas circunstancias! Era muy precipitado, porque solo era un retraso de dos meses, pero bf...

Me puse una camisa ancha por encima, sin nada debajo. Salí al balcón y me apoyé en su barandilla. Alzé la vista y miré hacia las estrellas. 

¿Por qué todo son problemas? Es la pregunta que más me hacía día a día. Solo quería un poco de estabilidad...


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Apocalipsis finalWhere stories live. Discover now