Capítulo 24: Orgullo

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Cuando pierdes a un amigo la rabia invade tu cuerpo. Sentirse solo es lo peor que puede ocurrirte en la vida. Y claro, yo ahora me sentía sola. Solísima. Era consciente de que la había cagado, y bien cagada. Pero, ¿qué haces cuando pierdes a alguien? Sinceramente, yo soy una persona muy orgullosa como para pedir perdón o para hablar con esa persona. Aunque, ¿realmente Julia era mi amiga? Yo creo que ella solo estaba conmigo por compromiso...

- Arranca, joder -dije golpeando el volante del coche.

Por más que lo intentaba, era imposible hacer funcionar al motor.

- ¡Estoy harta, joder! -grité dándole una patada a la puerta.

Abrí el maletero y cogí todo. Cargué mi revólver, bebí agua y empecé a andar.

Entre el cansancio y el peso de las mochilas, estaba exhausta. Mis pies se dirigían solos hacia donde me había encontrado con Julia. El inconveniente es que era de noche y estaba cagada de miedo.

Ir por un bosque, en medio de un apocalipsis zombi, por la noche y sin linterna no es buena idea, creedme. Yo sabía que aunque volviese a encontrarme con Julia, ella no querría volver conmigo.

''Esta sensación de querer recuperar a alguien y no poder es horrible. Sé que me he portado fatal con ella, pero he perdido a mi hermana, joder. Ni siquiera intenta ponerse en mi lugar, ella solo quiere seguir hacia delante. Es más, ha querido acabar conmigo...'' -pensé.

Empecé a escuchar gruñidos que me cortaron el pensamiento. Tenía la sensación de estar andando en círculos, así que no sabía por donde poder escapar ya que los zombis estaban agrupándose en una manada.

- Mierda, mierda, ¡MIERDA! -grité desesperada.

Los zombis me estaban acorralando. Venían de todos lados y me era imposible escapar.

Hay veces en las que no puedes más, en las que decides rendirte, en las que tu instinto te dice que no puedes seguir hacia delante. Así que cogí mi revólver, quité el seguro y me lo metí en la boca.

- ¡HIJOS DE PUTAAAAA! -grité disparando.

Disparé, sí. Pero los disparé a ellos.

Mientras me cargaba a una tanda de zombis, abrí la mochila para poder coger armas cuando la munición se me acabase.

Cada vez venían más y más, y cada vez disfrutaba más matándolos. Aunque me venían por todos lados, yo era más rápida que ellos y conseguí matarlos.

-¡MIERDA, AHORA NO, JODER! -grité viendo que la munición se había gastado.

No iba a rendirme, no ahora. Empuñé mi cuchillo y fui clavándolo en la cabeza de los últimos zombis que quedaban -tan solo 4 (a simple vista)-.

Ser tan baja me ocasionaba serios problemas a la hora de apuñalarlos en la cabeza, y más si ellos eran altos.

Justo cuando clavé el cuchillo en el cráneo del último zombi, escuché como un gruñido se acercaba por detrás.

Estaban tan nerviosa -como si nunca hubiera matado a un zombi- que no podía sacar el cuchillo.

Me di la vuelta -sin el cuchillo en mis manos- y vi como Chiquito de la Calzada ''corría'' hacia mí. Y digo ''Chiquito de la Calzada'' porque más que correr andaba cojeando y a la vez haciendo un peculiar movimiento de caderas.

- OLEEEEEEEH -dije imitando a Chiquito. - Si quieres me siento esperando a que llegues, eh. Parece ser que la prótesis de cadera te la pusieron mal.

Era tan sumamente lento que me hubiera dado tiempo a tomarme un café y a ver un capítulo de 'The Walking Dead'. Yo y mi humor negro, lo sé

Agarré con firmeza el cuchillo y lo saqué del cráneo del zombi. Hizo un ruido tan desagradable que incluso me dieron ganas de vomitar.

Me acerque a él, clavé el cuchillo y dije:

- Parecer ser que tampoco te has puesto pañal, te has meado en los pantalones.

Después de reírme un rato del pobre cadáver, pase mi brazo sobre mi frente para limpiarme la sangre, recogí todas las armas y volví a ponerme en marcha buscando algo que nunca iba a llegar...

Apocalipsis finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora