Capítulo 15: Encerrona

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- ¿No crees que nos hemos pasado? -me preguntó Wilsa.

- Deja la compasión aparcada -contesté seriamente.

- Pero... Ha sido demasiado...

- ¿Demasiado qué? ¿Cruel? ¿Y lo que él hacía con esas personas qué era, dime?

- Tampoco tienes que atacarme de esa manera.

Wilsa estaba disgustada con el plan que hice para salir de allí. Realmente, no quise que acabase así, pero las cosas se complicaron..:
Mi plan era hacernos las dormidas y que, cuando viniese, lo atásemos y lo metiéramos en la habitación con todos esos cuerpos un rato, para que aprendiera su propia lección.

Cuando llegó, Wilsa se hizo la dormida en el sillón, tenía una 9mm debajo de su cuerpo por si Pedro se resisitía. Yo estaba en un rincón de la cocina para pillarlo por sorpresa. Pero cuando entró no estaba solo, venía con dos zombis atados a una cuerda. Yo, al oír los gemidos, salí corriendo para ver si Wilsa estaba bien. Pedro soltó a los zombis y agarró a Wilsa, la metió en la habitación oscura y cerró la puerta.
Mientras tanto, yo me metí en el cuarto de baño para que los zombis no me atacasen. Pedro empezó a golpear la puerta para que saliese. No sabía qué hacer, en el baño no había ningún arma ni tampoco alguna salida para poder escapar... Hasta que recordé una de las metáforas de mi padre: 'Una patada en los huevos derriba a el más fuerte de los hombres'. Abrí la puerta y esperé a que se tirase sobre mí. Antes de que me pudiera dar cuenta, mi pie estaba en sus partes masculinas y él estaba en el suelo encogido y retorciéndose de dolor.

Ahora tenía otro problema, los zombis ya me habían visto. Corrí hasta la cocina y atranqué la puerta con la mesa. Abrí todos los armarios, había cuchillas, jeringuillas, bisturís, destornilladores... 
Sé que parece de gilipollas, pero opté por coger un destornillador. Cuidadosamente quité la mesa de la puerta y pegando la oreja a la pared me aseguré de que los zombis estaban entretenidos con Pedro. Cogí una lata y la eché hacia el dormitorio para que los zombis fueran hacia allá para poder atacarles con más seguridad, y así fue.

Una vez que los zombis ya no eran problema fui a por Wilsa. La puerta estaba atascada y la tuve que abrir a golpes. Wilsa me abrazó y fuimos a coger todas nuestras cosas. Cuando nos equipamos, abrimos la puerta del piso para escapar pero la entrada estaba llena de zombis esperando a que saliéramos para devorarnos. La única solución que se me vino a la mente fue coger a Pedro, que seguía retrorciéndose de dolor, y arrojarlo a los zombis para poder escapar. Wilsa dijo que era mejor acabar con los zombis a base de balazos, pero cuando pienso algo es difícil que cambie de opinión.

- Me voy -dijo Wilsa.

- ¿Cómo que te vas? Llevamos horas andando sin rumbo, no tienes adonde ir.

- Patri, te dije que cuando se te curase la herida me alejaría de tu lado, contigo todo son problemas.

- No por favor, no puedes dejarme sola...

Sí, lo sé, rompí una de mis reglas de supervivencia, la primera exactamente: 'Nunca te encariñes con nadie', pero le tenía un cariño muy especial, digamos que como una mejor amiga.

Seguimos andando durante un tiempo hasta que llegamos a la autovía. Una fila de coches abandonados hacía un laberinto del que era difícil saber por dónde ir.

- Wilsa, ayúdame a subir encima de esa furgoneta para ver qué camino coger sin perdernos.

- Patri, que me voy...

- ¿Otra vez esa tontería? Anda, ayúdame.

- Lo he vuelto a pensar y es mejor separarnos.

- No, no y no, hasta el momento hemos sabido sobrevivir y con eso me basta.

Apocalipsis finalWhere stories live. Discover now