Capítulo 18.

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Iniciemos este juego erótico y sangriento.

Agnes dejó el lápiz labial en el estante de su baño, y cerró la puerta del baño con seguro, sólo para hacerle saber a Grace que no podía entrar.

—¿Me dejarás hablando sola, Agnes?— Preguntó Grace un poco más alto desde la cama de la pelirroja.

—Pues ¿Qué crees?— Gritó Agnes mientras terminaba de maquillarse.

—Está bien, no soy de hablar mucho.— Dijo Grace sin importancia.

Agnes se miró al espejo una última vez chequeando que su maquillaje estuviera impecable, su cabello rojizo estaba totalmente liso, y aunque Agnes no fuera tan tímida, y optara por una actitud odiosa, a muchos les hubiese parecido una chica intimidante y malhumorada.

Abrió la puerta del baño, y vió a Grace parada mirando la ventana de su habitación con cierta curiosidad e intriga.

—Nos podemos ir ya.— Dijo en un tono neutro.

Grace se volteó a verla y su mirada viajó de sus pies a la cabeza, no sonrió, no elevó sus cejas, simplemente la miró y se acercó a la puerta para abrirla y hacerle señas con su mano para que saliera primero. Agnes caminó y salió de la habitación y luego Grace la siguió.

Una vez que estuvieron dentro del auto de Grace, el silencio se hizo presente, y Agnes sólo podía sentir la presencia fría de la castaña, y su respiración tranquila.

Hubo momentos donde la miró de reojo, y no podía negarlo, Grace era increíblemente guapa, y más cuando estaba seria y manejando en su máxima concentración, por un momento creyó que era una loca al volante con semejante carro deportivo, pero no. Grace manejaba a una velocidad normal, sin apuros, respetando las normas de tránsito, y con un silencio aterrador.

—Te ves bien.— Murmuró Grace sin verla y deteniendo el auto cuando el semáforo marcó rojo.

—Gracias.— Susurró Agnes viéndola de refilón.

Grace no expresó nada en su rostro, ni siquiera Agnes creía su comentario halagador, honesto. Simplemente no podía descifrar cuando ella decía la verdad o cuando mentía.

Pero no iba a negar lo mucho que apretaba sus piernas cuando Grace la miraba con esos ojos verdes intimidantes.

—¿Entonces?— Habló la castaña colocando el auto en marcha.

—¿Entonces qué?

—¿Te gusta el silencio?

—Cuando estoy contigo, sí.— Respondió.— Aveces dices cosas que no me agrandan, y sólo prefiero que te calles.

Grace soltó una pequeña risa, y suspiró. Ella se veía ridículamente atractiva cuando sonreía de repente, incluso cuando esbozaba sus labios en una sonrisa traviesa y maliciosa.

Agnes veía la ventana del auto para no mirar a Grace, porque sonreía con diversión al sentir como Grace aún esbozaba su sonrisa divertida y sus suspiros delirantes.

Habían llegado a la mansión Hamilton Barker, y una vez que Grace estacionó el deportivo delante de la entrada, apagó el vehículo y luego se volteó para ver a Agnes.

¿Te quiero a ti? ¡No! ¿En tú mirada? ¡Menos! #3Where stories live. Discover now