30. El fuego de los dioses

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Los personajes de Dragon Ball y Naruto no me pertenecen, Son obra y creación de Akira Toriyama y Masashi Kishimoto respectivamente.

Trunks analizó con detenimiento cada minúsculo movimiento de su adversario para construir una imagen residual de este. En cuestión de un segundo, ejecutó mentalmente una secuencia de miles de intercambios, aperturas e incluso combates enteros contra él. Apretó la mandíbula y se estremeció con cada resultado: en todos los casos murió de forma miserable.

Mis técnicas y velocidad son mi mejor opción. ―Pensó mientras adoptaba una guardia baja que recordaba a la de Vegeta―. Utilizaré trucos para distraerlo, así crearé una brecha para herirlo con ataques precisos y rápidos...

―Este planeta es bueno. ―La sangre de Trunks se congeló con la voz de Saffron viniendo detrás de él. Se dio la vuelta de un salto, encontrándose con la amplia espalda del sujeto que parecía embelesado con el monótono horizonte de rocas cobrizas―. El viento es suave, respirar es bastante fácil, y la gravedad no se nota. Nunca había sentido una temperatura tan gentil. Es un lugar en el que me habría gustado vivir.

―Ese tipo... Trunks no pudo verlo en absoluto. ―El Raikage, con el rostro brillante en sudor, temblaba de impotencia. Cada terrícola comprendió la magnitud del peligro en que se hallaban sin la necesidad de ser expertos de nada.

La magia de Rō, además de permitir que todos pudieran ver y escuchar la pelea, también logró ralentizar los movimientos hasta un punto en que los espectadores fueran capaces de captar, aunque a duras penas, algo de lo que ocurría.

―Estar en un lugar así con mis amigos, con Zucchi. Es lo único que yo quería... ―Saffron se giró para encarar a su oponente. Sus ojos oscuros translucían una ira bestial, alimentada por los falsos recuerdos implantados por Rō―. ¿En dónde está el otro? No tiene caso que se esconda, los haré pagar a ambos por igual.

Trunks enarcó una ceja. El tipo debía estar loco, aunque de alguna forma sabía de la existencia de Goten. Sacudió la cabeza para desaserse de la idea y concentrarse en la pelea. Alzó un brazo, condensó una pequeña bola de ki en su mano y, contra toda lógica, la arrojó a sus pies.

¡BOOOOMMM!

El suelo bajo ellos explotó en un radio inmenso. La brillante detonación los arropó y cegó en su totalidad. Saffron sintió que caía al vacío, y sus sentidos, que percibieron en el aire el instinto asesino que desprendía su rival, le advirtieron que debía ladear la cabeza para que no le cortaran la garganta.

Un zumbido hizo eco entre los acantilados. De la mano de Trunks salió una espada dorada materializada en puro ki, la cual abrió una herida en la mejilla del legendario saiyajin.

Saffron no recordaba la última vez que fue lastimado. Sonrió de forma demencial, haciendo que el corte se ensanchara y la sangre saltara en chispas. Estiró una de sus brutales manos para hacer añicos al sable de energía, pero no apretó más que aire porque su adversario lo hizo desaparecer en medio de un chasquido. Su mirada se amplió al notar cómo la mano opuesta de Trunks formaba un puño que se acercaba a su estómago, y en lugar de golpearlo, lo perforó con una nueva espada de ki.

¡Crussh!

―Desgraciado. ―Gruñó, con el flanco derecho de su abdomen atravesado de lado a lado.

―Eres rápido. ―Jadeó Trunks, incrédulo porque a esa distancia el enemigo pudo hacerse a un lado para evitar la herida fatal en el centro de su estómago.

La espada de energía zumbaba y despedía chispas de electricidad. Tenía tanto poder acumulado, que las piedrecillas del entorno vibraban y reventaban. Daba la impresión que podía rebanar como mantequilla lo que fuera.

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now