12. De alianzas y luchas

1K 56 32
                                    

Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

Nota: para los que disgustan de esas cosas, habrá una escena subida de tono entre dos personajes en la primera parte. Así que ya saben, sáltensela si no desean leerla. Están advertidos ;)

Allí, sentado en la barra, el Sannin advertía con abstraído desdén, el reflejo de las opacas luces del bar sobre su sake, servido en un pequeño sakazuki (1) de blanca porcelana percudida.

―Así que te echó a gritos luego de reaccionar. ―Dijo, llevándose el platillo a los labios y sorbiendo con avidez el concentrado licor de arroz. La hermosa castaña sentada a su lado, vestida con un indecente yukata negro tan corto que le dejaba los muslos desnudos, estiró una delicada mano y tomó el tokkuri (2) para servir un nuevo trago a su anciano invitado, pero, al volcarlo, no cayó una gota de licor―. Pide otra. ―Dio permiso Jiraiya.

Goten estaba sentado al otro lado del Sannin, comiéndose el último daikufu de fresa. Llamaba la atención por dos cosas: primero, nadie iba a un bar a comer dulces, sino a embriagarse en compañía de una bella dama que rellenara las copas y ofreciera un buen rato con su agradable presencia; y segundo, el aspecto físico de Goten no iba con el concepto del establecimiento, cuya clientela, en su mayoría, eran viejos verdes como Jiraiya.

Inoichi, Shikaku y Chōza, por ejemplo, no frecuentaban ese bar, y más les valía no hacerlo, porque Konoha, como buen pueblo chico que era, no tardaría en hacer llegar la noticia a oídos de sus esposas.

―Ya te hacía yo en casa de Anko. ―Prosiguió el viejo, zampándose otro trago apenas la nueva botellita fue traída por la joven del yukata negro. Tenía los pómulos colorados y los párpados pesados. Había bebido demasiado―. No creas que no lo noté. Ibas tan callado durante el camino, que sabía que no dejabas de pensar en ella, pero decidiste hacer lo más estúpido que se te pudo haber ocurrido y fuiste a casa de la aprendiz de Tsunade...

La piel se le puso de gallina al recordar cómo la violenta pelirrosa atacó a Naruto por una tontería cuando recién llegaron de su largo viaje de tres años. Era la viva imagen de Tsunade joven, con el mismo temperamento y fuerza bruta desmedida. Con eso, no había manera en que Goten saliera ileso, pero por alguna razón, allí estaba, sentado en la barra con él en lugar de molido a golpes en la sala de emergencias del hospital.

La clave estaba en aquél largo silencio, en aquél anonadamiento que tuvo Sakura antes de echar a Goten sin ponerle un dedo encima, aún con su molesta insistencia. Sin duda la chica se lo pensó, pensó en la propuesta y su por qué, su motivo, la razón de ser ella la escogida, delatándose en opinión de Jiraiya, pues de estar completamente ofendida e indispuesta, lo habría medio matado a puños.

Sí, seguro estuvo también muy impactada, después de todo, Sakura tenía apenas 16 años y parecía ser una chica de buena familia, centrada en sus estudios de medicina y en su labor como chūnin de la hoja, ergo, sin tiempo para citas y menos todavía para encuentros sexuales. Con todo eso, Jiraiya apostaba a que la invitación de Goten pudo agradarle en cierto modo. Dada su naturaleza, la respuesta lógica, sí o sí, es que hubiera descuartizado al imbécil saiyajin ipso facto... y no lo hizo...

―Deberías ir a casa de Anko. Todavía es temprano. ―Jiraiya abordó a Goten con embotada expresión. El aliento le apestaba a sake.

―¿A casa de Anko?

―Escúchame con atención, porque lo que estoy a punto de decir, te servirá como hombre en muchos aspectos de tu vida. ―De un vigoroso trago, vació el contenido del sakazuki y carraspeó. Entonces pidió a la castaña que trajese una botella de mirin (3). Luego, con los dedos de una mano masajeándose las sienes, comenzó―. Debes tener en cuenta que el hombre es una perfecta constitución de sus instintos; somos animales, de eso no cabe duda, aunque considero que hacemos bien en recordar nuestra grandeza, pero no cualquiera, sino aquella que acrecienta nuestro espíritu, y que nos hace, de alguna forma, diferentes a las bestias.

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now