19. Nueva Era

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Los personajes de Naruto y Dragon Ball no me pertenecen, son obra y creación de Kishimoto y Toriyama respectivamente.

Mei pensó que su mayor preocupación, más allá de los confusos rumores provenientes del continente, y con mucha razón, tenía su personificación en Zabuza Momochi y el creciente ejército que se expandía al amparo de su violenta sombra.

Habría llamado loco a aquel que dijera, contrario a todas sus sospechas, que Zabuza no tenía la menor intención de ejecutar un golpe de estado, y que muy por el contrario, le brindaría valiosa información que la pondría al corriente de la situación más que las mismas aldeas implicadas, pero que tendría que cuidarse, porque la suya estaría bajo un ataque orquestado por Akatsuki que iba tras la pista de Trunks, pues éste aterrizaría inconsciente en las afueras de Kiri luego de protagonizar una pelea que sacudiría al planeta.

Pues justo ése, era el escenario actual.

En el casco central de Kiri, seis individuos ataviados con túnicas negras estampadas en nubes rojas, aparecieron de la nada mediante un sello de invocación, y ahora luchaban y eliminaban a cuanto shinobi de la niebla les encaraba mediante explosiones, extracciones de almas, absorción de ninjutsus, e invocaciones de gigantescas bestias que aplastaban edificios. Eso sí, ninguno tan impresionante como el que levantaba las manos y destrozaba a sus enemigos con una brutal fuerza invisible que todo arrasaba, imposibilitando que tan siquiera le tocaran un cabello naranja.

Ao y Chōjūrō debían encargarse de la seguridad de Mei, por lo que dejaron a Trunks en manos de Zabuza y Haku para que lo sacaran de la aldea en compañía de un jounin, a través de unos túneles subterráneos secretos, resguardados para evacuar al Mizukage de turno si así lo requería la situación.

Mei fue muy enfática en resaltar la importancia que revestía proteger a Trunks. Bajo ningún concepto, estaba dispuesta a negociar con tamaños criminales, a entregarlo a cambio de que dejaran en paz a la aldea. Ao estaba completamente en contra de tal resolución; insistió, tanteando con saltar, por intervalos, la línea entre el respeto y la insolencia, en que la vida de un extranjero, y peor aún, un extraterrestre, no valía la pérdida de un solo habitante de Kiri.

Pero sus quejas, por muy cargadas de lógica que estuvieran, no hicieron dudar a la Mizukage.

─¿Es que todavía no lo entiendes? ─Replicó con punzantes ojos verdes por enésima vez─. Este asunto nos compete, ¡mucho, para infortunio nuestro! Akatsuki ha demostrado con sus últimas acciones que, con tal de lograr sus metas, la humanidad entera podría ser su enemiga. Si para eliminar a un sujeto que les supone un obstáculo son capaces de generar una cuarta guerra mundial, en definitiva son enemigos nuestros también: bastaría con que Kirigakure les estorbe en un momento dado, y los tendríamos, tal y como los tenemos ahora, en nuestro propio terreno amenazando con borrarnos del mapa. ─El barullo de las explosiones, gritos y golpes a la distancia, amortiguaban la voz de Mei, obligándola a forzar su acelerado tono mientras sus guardaespaldas la conducían entre estratégicos callejones─. Entregarles a Trunks con el único propósito de resguardar nuestro pellejo, sin importar que el resto del mundo caiga en desgracia, supondría un actuar egoísta muy propio de la aldea de la neblina sangrienta, significaría someternos a la voluntad del poderoso, a la pérdida de nuestra libertad; pero nosotros ya no somos esa aldea. Por eso, si realmente quiero cambiar la forma en que las naciones nos vean nuevamente, empezaré por oponerme a los mayores terroristas que nuestro mundo ha visto jamás. ¡Me levantaré en armas contra Akatsuki!

Bajo sólidos fundamentos, Mei defendió su postura. Por supuesto que Ao no estaba cómodo con ello. Después de todo, pertenecía a esa vieja escuela de la que ya no quedaba ni rastro. Pero lo que sí tenía muy en claro, es que su confianza en ella era absoluta, su líder no tenía nada que demostrar para certificar su valía.

El Pecado de los Shinobis Where stories live. Discover now